John LeCarr¨¦, un hombre moral en tiempos inmorales
Una biograf¨ªa describe c¨®mo John le Carr¨¦ espi¨® a sus compa?eros de universidad
Uno de los muchos misterios que rodean la figura de John le Carr¨¦ es su seud¨®nimo. Ni ¨¦l mismo recuerda (o no quiere recordar) por qu¨¦ escogi¨® este nombre cuando, todav¨ªa siendo un agente de los servicios secretos brit¨¢nicos, comenz¨® a publicar novelas. A sus 84 a?os, David Cornwell?/?John le Carr¨¦ es considerado uno de los escritores m¨¢s importantes del mundo ¡ªPhilip Roth cree que Un esp¨ªa perfecto es la mejor novela inglesa de la segunda mitad del siglo XX¡ª. Sin su obra resulta dif¨ªcil entender uno de los momentos cruciales de nuestro tiempo, la Guerra Fr¨ªa, a la que parecemos estar volviendo a marchas forzadas.
Ha escrito 23 novelas y es un autor famoso (y rico) desde su tercer t¨ªtulo, El esp¨ªa que surgi¨® del fr¨ªo (1962). Muchos anunciaron su final literario con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, pensaron que sus historias no podr¨ªan sobrevivir al cierre del Circus, a la retirada de Smiley, Karla o Control. Pero sus libros ofrecen una visi¨®n tan certera de la naturaleza y las miserias humanas que van mucho m¨¢s all¨¢ de cualquier acontecimiento geopol¨ªtico. De una forma u otra, su obra cuenta una sola historia, que en el fondo es la suya: c¨®mo se puede permanecer moral en un mundo inmoral. La publicaci¨®n en ingl¨¦s de una biograf¨ªa de casi 700 p¨¢ginas y el anuncio de que su autobiograf¨ªa saldr¨¢ en septiembre ¡ªen Espa?a, con Planeta, que se ha hecho con los derechos de sus libros¡ª arrojan nueva luz sobre la vida de este escritor, tan fascinante y ambigua como la de sus personajes. Una serie basada en una de sus novelas, El infiltrado, que actualmente emite AMC, demuestra hasta qu¨¦ punto los dilemas morales que plantea son inagotables.
Dos acontecimientos de su pasado marcaron profundamente su vida y su obra: su padre fue un ladr¨®n y un estafador, aunque mantuvo una relaci¨®n muy estrecha con ¨¦l porque su madre los abandon¨® de ni?o, y su labor como esp¨ªa en la universidad, durante la Guerra Fr¨ªa. No hay que olvidar que el mayor agente doble de todos los tiempos, Kim Philby, surgi¨® de un c¨ªrculo universitario en Cambridge y el reclutamiento de Le Carr¨¦ form¨® parte de la conmoci¨®n que provoc¨® la fuga de Donald Maclean y Guy Burgess, los primeros agentes sovi¨¦ticos en ser destapados. Le Carr¨¦ inform¨® sobre sus compa?eros, entr¨® en sus cuartos para registrar sus cosas, denunci¨® su afiliaci¨®n comunista. ¡°Le pidieron que adoptase una personalidad de izquierdista¡±, escribe el profesor de la Universidad de St Andrews Adam Sisman en John Le Carr¨¦. The biography. ¡°Su labor consist¨ªa en infiltrarse en grupos de extrema izquierda, informar sobre qui¨¦n estaba presente e identificar a comunistas hasta entonces no conocidos¡±.
Muchos a?os despu¨¦s, Le Carr¨¦ mantuvo una larga conversaci¨®n con el ensayista y periodista Timothy Garton Ash, autor de una reveladora historia sobre el espionaje de Alemania del Este, El expediente. El escritor reconoci¨® que aquella primera labor para el MI5 en los a?os cincuenta ¡°le ha obsesionado durante 45 a?os¡±, aunque se?al¨® que las traiciones que pudo haber realizado entonces fueron para defender ¡°a su pa¨ªs y una sociedad libre¡±. Todos sus esp¨ªas, desde George Smiley, que casi recibe con tristeza su victoria en la Guerra Fr¨ªa, hasta Alec Leamas, el protagonista de El esp¨ªa que surgi¨® del fr¨ªo, no dejan de darle vueltas al viejo dilema del fin y los medios, a los pactos que han tenido que realizar con el diablo para derrotar a sus enemigos. Y, sobre todo, se preguntan si sus m¨¦todos no han provocado un da?o, tal vez irreparable, en las mismas sociedades que pretend¨ªan defender (la misma cuesti¨®n que Steven Spielberg pone sobre la mesa en El puente de los esp¨ªas).
Su padre le plante¨® tambi¨¦n dilemas similares. En una entrevista con este diario en Tregiffian, su casa de Cornualles, un bello y sencillo edificio con grandes ventanales sobre el mar, asegur¨®: ¡°La opci¨®n decente es algo que tambi¨¦n marca mi propia vida. En primera instancia sobre qu¨¦ hacer con mi padre cuando me di cuenta de que era un estafador. ?Qu¨¦ hac¨ªa? ?Avisar a la gente de que no tratase con ¨¦l? Mi soluci¨®n fue escapar a Suiza a los 16 a?os. Y luego entr¨¦ muy r¨¢pidamente en la experiencia de la Guerra Fr¨ªa. Me empezaron a decir desde muy joven: ¡®?ste es un trabajo sucio, David, pero alguien tiene que hacerlo, y porque hacemos el trabajo sucio somos h¨¦roes¡±. Una de las muchas pruebas de su honestidad intelectual es que nunca ha tenido ning¨²n problema en hablar abiertamente de los episodios m¨¢s oscuros de su vida, aunque tambi¨¦n es cierto que nunca ha querido dar muchos detalles sobre sus a?os en el espionaje.
Una de sus frases m¨¢s c¨¦lebres es una vuelta de tuerca al principio de Anna Karenina. Tolst¨®i escribi¨® que ¡°todas las familias felices se asemejan; cada familia infeliz es infeliz a su modo¡±; mientras que Le Carr¨¦ dijo: ¡°La gente que tiene infancias infelices es muy buena en inventarse a s¨ª misma¡±. Puede dar la impresi¨®n de que esa infancia infeliz le convirti¨® en un tipo torturado o retorcido. Todo lo contrario: le transform¨® en un gran fabulador, incluso de s¨ª mismo, pero en alguien cercano y agradable. Sisman lo define como ¡°educado, sofisticado y divertido¡±, aunque tambi¨¦n como ¡°un profesional en el arte de esconderse a plena vista¡±.
Visitar Tregiffian para entrevistarle es una experiencia inolvidable: te invita a pasear por los jardines, te ofrece una sencilla comida ¡ªque ¨¦l mismo sirve en la cocina¡ª, se toma todo el tiempo necesario para hablar de libros, de viajes, de pol¨ªtica, para contar an¨¦cdotas de Stanley Kubrick imitando su voz. Hasta acepta encantado que el invitado husmee sus libros. No hay ning¨²n tema que esquive durante la conversaci¨®n. Sin embargo, no importa el asunto del que se trate: siempre vuelve el factor humano, el impacto de la historia sobre las personas. En un art¨ªculo sobre la biograf¨ªa de Le Carr¨¦, el novelista William Boyd subray¨® los paralelismos con el autor de David Copperfield y le define como ¡°el Dickens de la Guerra Fr¨ªa¡±. ¡°Los dos novelistas han logrado construir un mundo propio que refleja el nuestro¡±, argumenta ?Boyd. No importa de lo que hablen, la ¨¦poca que traten; al final nos dejan solos ante una pregunta: ?estamos haciendo lo correcto? Esa pregunta es el gran legado literario y humano de Le Carr¨¦.
Babelia
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