De la Americana a la psicodelia
El nuevo disco de Ray LaMontagne recibe 7,5 sobre 10. Brian Fallon consigue un 8, y Damien Jurado roza la perfecci¨®n
EL DISCO DE LA SEMANA: Ray LaMontagne - Ouroboros
Artista: Ray LaMontagne
Disco: Ouroboros
Sello: RCA
Calificaci¨®n: 7,5 sobre 10
No es extra?o que Ray LaMontagne se proclame hombre cambiante en The Changing Man, uno de los cortes de su nuevo ¨¢lbum, el sexto de su discograf¨ªa. Pocos cantautores como el de New Hampshire a la hora de eludir el inmovilismo. El eterno barbudo abandon¨® su sociedad con el productor Ethan Johns sin que esta hubiera dado, despu¨¦s de tres entregas, s¨ªntomas de debilidad. Y sin que dentro de ella el artista se repitiera. La confianza plena con la que desplegaba la Americana y ofrec¨ªa su intimismo tem¨¢tico llev¨® a LaMontagne a autoproducirse en el siguiente trabajo, God Willin¡¯ and the Creek don¡¯t Rise, con el que gan¨® un Grammy en 2010 y ciment¨® su crecida en las listas estadounidenses. No es un mal disco, s¨ª el menos logrado de entre los suyos: tocaba cambiar.
Y si para Super?nova, con Dan Auerbach (The Black Keys) al frente de la producci¨®n, LaMontagne mir¨® con ¨¦xito (casi siempre) hace dos a?os a la psicodelia de raigambre californiana, en este Ouroboros se adentra a¨²n m¨¢s en sonidos psicod¨¦licos de diferente pelaje. De nuevo aliado con otro frontman de una banda de prestigio, Jim James (My Morning Jacket), aqu¨ª coproductor.
La secuencia se abre con susto, porque los ocho minutos de c¨ªrculo sin fin de Homecoming amenazan con desbaratar todo lo dicho sobre la ¨¢gil cintura de nuestro protagonista. Al tema lo salvan la trama de teclados con reverb y la emoci¨®n de la voz de LaMontagne, algo que nunca falla. No lo hac¨ªa con la conmovedora lija de anta?o, tampoco con su actual enfoque tendente al susurro. En la letra, conviven intimidad y el embeleso por elementos de la naturaleza. Lo segundo abunda en el ¨¢lbum: en Wouldn¡¯t it Make a Lovely Photograph, por ejemplo, que cierra con aromas country la segunda de las dos partes en las que el de New Hampshire, expresamente, divide el disco (cuatro cortes en cada).
Dicho t¨ªtulo encierra otra de las claves: ¡°Nunca vas a o¨ªr esta canci¨®n en la radio¡±, reza el pen¨²ltimo verso. Y el ideal de su autor para Ouroboros consiste en que se la considere una obra completa, que funciona al m¨¢ximo escuchada en su totalidad. El concepto setentero de la importancia del ¨¢lbum. Una d¨¦cada con influjo presente en LaMontagne no solo en lo te¨®rico. Lo demuestra c¨®mo suena, pongamos, a Led Zeppelin The Changing Man. Claro, que a su poder¨ªo stoner, precedido por el satisfactorio riff blusero de Hey, No Pressure, le sigue sin soluci¨®n de continuidad la lisergia pastoral de While It Still Beats, con gui?os al Abbey Road de los Beatles en los coros finales.
Del ba?o general de psicodelia sobresale un espejo brit¨¢nico en el que el m¨²sico se mira: Pink Floyd, muy palpable en la delicada In My Own Way. Tambi¨¦n en la ac¨²stica Another Day. La guitarra meditabunda del instrumental A Murmuration of Starlings completa una obra inspirada, seg¨²n su firmante, precisamente por la meditaci¨®n. Y aunque uno, en su corazoncito, coloque alg¨²n trabajo de LaMontagne con Ethan Johns por encima de este disco o el previo (ambos m¨¢s que apreciables), hay que agradecerle al m¨²sico estadounidense su sentido de la aventura y su af¨¢n de exploraci¨®n. El que contin¨²e, en definitiva, aplic¨¢ndose ideas como la del estribillo de Hey, No Pressure: ¡°Puedes ser cualquier cosa que quieras¡±. Ram¨®n Fern¨¢ndez Escobar.
Brian Fallon - Painkillers
Artista: Brian Fallon
Disco: Painkillers
Sello: Island Records
Calificaci¨®n: 8 sobre 10
Se ve¨ªa venir. En un momento u otro Brian Fallon iba a volar libre, viajando por su cuenta, ten¨ªa la necesidad de escapar de la jaula y, sin tener que dar explicaciones a nadie, hacer aquello que m¨¢s le apetec¨ªa. Aunque en realidad, esto no difiera tanto de The Gaslight Anthem, su verdadera raz¨®n de ser hasta hace poco tiempo, pero al menos ahora la responsabilidad va a recaer ¨²nicamente sobre sus hombros, le resulta m¨¢s c¨®modo y tentador. Brian Fallon hizo un amago de escapada en 2011 con The Horrible Crowes, el entretenimiento al que dio vida junto a Ian Perkins, t¨¦cnico de guitarras en su banda de cabecera. Con un estilo diferente, m¨¢s reposado y con texturas m¨¢s ac¨²sticas, la presencia novedosa de los vientos, Elsie era un disco exquisito. De alg¨²n modo, aquel proyecto sin pretensiones comerciales le oblig¨® a abandonar la rutina, aparcar moment¨¢neamente a The Gaslight Anthem y tambi¨¦n, como una ense?anza, visualizar otra din¨¢mica de trabajo. Seguramente, al m¨²sico al que Bruce Springsteen se?al¨® un d¨ªa como posible heredero, esa experiencia le vino de perlas para plantarle cara a su presente con Painkillers.
Con The Gaslight Anthem se hab¨ªa estancado, estaba atado de pies y manos, sus discos segu¨ªan funcionando sin que mediaran reproches, ni de sus compa?eros ni del entorno, sin embargo daba la sensaci¨®n que faltaba la chispa, un punto m¨¢s de motivaci¨®n. El factor sorpresa ya hab¨ªa desaparecido y la presi¨®n iba en aumento, algo l¨®gico cuando asciendes tan r¨¢pido y tienes a tantos ojos pendientes de ti. Primero fue el punk-rock tabernero y callejero de ?59 Sound (antes hubo un primer paso anecd¨®tico con su debut Sink or swim), despu¨¦s la correlaci¨®n de hits en American slang, una colecci¨®n que no admit¨ªa discusi¨®n, a pesar de la bajada de revoluciones, esa decena de canciones eran una p¨ªldora contra la depresi¨®n, temas con vocaci¨®n de himno. Perfectas para cantar a altas horas de la madrugada acompa?ado de amigos en estado de embriaguez o conduciendo en tu coche de vuelta a casa con una gran sonrisa porque has tenido un d¨ªa perfecto. Y ciertamente, por mucho que lo intentaron despu¨¦s con el continuista y sobrio Handwritten con una versi¨®n muy particular de Sliver de Nirvana (son maestros haciendo adaptaciones de otros, en sus conciertos atacaban el repertorio de The Who, Ramones o Pearl Jam) o con el vers¨¢til Get hurt, su problema fue que el nivel de exigencia estaba por las nubes.
La ventaja de Brian Fallon con Painkillers es que no hay precedentes, aqu¨ª empieza casi de cero. Ha buscado a un productor con otra tendencia (trabaj¨® con Brendan O?Brien y buscaba otro prototipo), la figura de un colaborador y no la de un consejero com¨²n, Butch Walker se mete en su piel, toca las teclas que debe sin ¨¢nimo de alterar mucho el esp¨ªritu de unas canciones que no tienen truco, que se defienden bien solas. Grabado en Nashville (si bien no tiene nada que ver con un g¨¦nero como el country), la t¨¢ctica era la siguiente; dos semanas de trabajo intenso a la manera del rock n?roll y el objetivo de dejar una canci¨®n lista por d¨ªa. A quienes echaban de menos al m¨²sico que cantaba con tanta naturalidad y entusiasmo en American slang est¨¢n de enhorabuena. Abre con A wonderful life, con una intenci¨®n clara y un mensaje vistoso, en tiempos de crisis esta es la canci¨®n que hay que pinchar cada d¨ªa al levantarse de la cama, antes de poner las noticias en la radio o leer el peri¨®dico, es una inyecci¨®n de positivismo. No es la ¨²nica, en Among other foolish things Fallon tiene el coraz¨®n dividido, la cabeza le da vueltas, verbaliza en voz alta que el amor es algo bonito, pero que se va tan r¨¢pido como ha llegado, y eso en teor¨ªa duele. En Smoke tiene como socio una palmas correosas, en Steve McQueen sue?a con llevar el modelo de vida de su ¨ªdolo, y Nobody wins es, aunque su t¨ªtulo indique lo contrario, una canci¨®n ganadora con ese fraseo tan cotidiano. Rosemary es la pieza elegida para quienes a?oran su vena m¨¢s punk y directa, en Money magnolia el piano tiene su cuota de protagonismo, y en Mojo hand se pone ese traje de The Clash que le sienta tan bien a ¨¦l y a su amigo Jesse Malin. Open all night es el deseado viaje de vuelta a Nueva York, sentado en su Cadillac y con las gafas de sol puestas, Brian Fallon sabe que algo bueno le est¨¢ esperando a la vuelta de la esquina. No pod¨ªa ser de otra manera. Toni Castarnado.
Damien Jurado - Visions Of Us In The Land
Artista: Damien Jurado
Disco: Visions Of Us In The Land
Sello: Secretly Canadian / Popstock!
Calificaci¨®n: 9 sobre 10
Resulta ya una repetitiva cantinela: con cada nuevo trabajo, Damien Jurado va agotando el cat¨¢logo de calificativos entusiastas. Pero lo cierto es que el impresionante tour de force en el que ha convertido su carrera en los ¨²ltimos seis a?os obliga, una vez m¨¢s, a rebuscar en el arc¨®n de los ep¨ªtetos m¨¢s sonoros. Desde que se ali¨® con el productor Richard Swift (Foxygen, The Shins, The Black Keys) para dar forma al imponente Saint Bartlett (Secretly Canadian/Popstock!, 2010), el folk intimista y deshuesado que defend¨ªa desde finales de los 90 se redimension¨® gracias a un abanico de coloraciones que elevaban su propuesta mucho m¨¢s all¨¢ de los lindes de g¨¦nero. La sensibilidad, el ingenio para delinear melod¨ªas a flor de piel, permanec¨ªa. Pero su m¨²sica gan¨® en ambici¨®n y profundidad. Adem¨¢s, como no hay mejor coartada para la explosi¨®n crom¨¢tica que la b¨²squeda de mundos imaginarios, dispusieron del mejor relato posible: un hombre que, a ra¨ªz de un accidente de tr¨¢fico, se ve envuelto en un viaje a trav¨¦s de parajes irreales pre?ados de una extra?a espiritualidad, sin la certeza de estar vivo o muerto. Este alucinante trayecto, plasmado en unos textos poblados por nombres de poblaciones inventadas (y en el que no cuesta mucho atisbar el alter ego de Jurado), desembocaba en las canciones de los espl¨¦ndidos Maraqopa (Secretly Canadian/Popstock!, 2012) y Brothers And Sisters Of The Eternal Son (Secretly Canadian/Popstock!, 2012). Y aunque la escapada tem¨¢tica no estaba destinada a concretarse en una trilog¨ªa, este nuevo ¨¢lbum llega como el inesperado tercer -y ¨²ltimo- cap¨ªtulo de la historia.
Curiosamente, el hecho de que en esta ocasi¨®n los brotes de psicodelia, soft rock y hasta bossa nova que emerg¨ªan de sus ¨²ltimos discos aqu¨ª se hayan entreverado hasta pr¨¢cticamente diluirse, no le resta ni un miligramo de m¨¦rito a este Visions Of Us In The Land. Precisamente porque la magia, la sensaci¨®n de inmersi¨®n en una fascinante dimensi¨®n paralela, permanece, sin que los apuntes a otros libros de estilo sean tan evidentes. Algo que muestra que el de Seattle ha depurado el m¨¦todo sin restarle capacidad de seducci¨®n. Ha pulido una suerte de americana en technicolor que se justifica en s¨ª misma. Porque s¨ª, Queen Anne, On The Land Blues o Prisms a¨²n detentan la austeridad ac¨²stica en tono sepia que le caracterizaron, pero no son m¨¢s que breves recesos, necesarios para oxigenarse en medio de un trayecto de exuberante intensidad. Paradas obligatorias en el camino, aunque todas lo son: Lon Bella, con sus accesos de electricidad, sus chasquidos y sus armon¨ªas vocales llegadas del m¨¢s all¨¢, que hipnotiza. El cambio de ritmo, los teclados y el falsete de ONALASKA, evocaci¨®n en estado puro. El folk c¨®smico de A.M. AM, tan magn¨¦tico. La r¨ªtmica inapelable de Walrus, gui?ando un ojo al funk p¨¢lido de Beck y apuntalada por un saxo de aliento free jazz. La placidez de And Loraine, cuya profundidad de campo aceptar¨ªan gustos¨ªsimos M Ward o Iron & Wine. O esa subyugante reformulaci¨®n del canon de Neil Young que es Exit 353.
Es este, en esencia, un ¨¢lbum de 17 canciones entre las que no sobra ni una. Un trabajo de m¨¢s de cincuenta minutos que se devora en un soplo. Y una nueva cima, dif¨ªcil de superar. Carlos P¨¦rez de Ziriza.?
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