Mickey Mouse cumple 90
Icono de la cultura global, el rat¨®n se consolida como uno de los pocos s¨ªmbolos intocados
Mientras la sociedad occidental celebra lo nuevo, se desarrolla a contracorriente el culto a lo aut¨¦ntico y patrimonial. La moda del vintage refleja la nostalgia de un pasado, un para¨ªso infantil en el que el tiempo todav¨ªa mov¨ªa sus manecillas y la sociabilidad no estaba maleada. Aquello era de verdad y eso compensaba la falta de ra¨ªces, la falta de historia.
Antes de intuir el batacazo de 1929, la industria del entretenimiento se invent¨® un personaje de c¨®mic que deb¨ªa simbolizar el goce heroico y egoc¨¦ntrico del individuo, y que a la vez fuera inseparable del tronco com¨²n de los valores del humanismo moral norteamericano. En 1923, Walt Disney era un joven y prometedor dibujante de Chicago obsesionado con los cuentos de hadas. Decidi¨® instalarse en Los ?ngeles en busca de promotores para su primer corto de acci¨®n real y animaci¨®n, Alice¡¯s Wonderland. Su ¨¦xito precedi¨® a otras comedias sobre la peque?a Alicia que arrasaron entre el p¨²blico infantil. Pero fue un rat¨®n de enormes y perfectas orejas, bulboso hocico y aire travieso llamado Mortimer quien situ¨® a Disney en el camino a la fama en Hollywood. El 15 de mayo de 1928, Mortimer se convierte en Mickey Mouse y es el protagonista de su primer filme, Plane Crazy, donde interpreta a un granujilla que intenta imitar al aviador Charles Lindbergh y de paso aprovecharse de su novia Minnie. Nada que ver con el buen roedor en el que acab¨® siendo. Este primer filme no logr¨® encontrar distribuidor, pero ese mismo a?o el corto sonoro, Steamboat Willie le convirti¨® en una estrella.
Mickey Mouse cumplir¨¢ muy pronto 90 a?os y ha llegado hasta hoy como uno de los pocos s¨ªmbolos intocados de este mundo en aceleraci¨®n continua. El rat¨®n Mickey representa el slow entertainment (entretenimiento lento) de nuestra era global, el respiro en un mundo de 140 caracteres. Con Mickey nos tomamos nuestro tiempo: las familias guardan unos d¨ªas de vacaciones para arrancar a sus hijos de sus consolas y llevarlos a las superproducciones de Disneyworld, donde les esperar¨¢ Mickey para darles la mano. Slow tourism. Slow family.
Lo que todav¨ªa fascina del rat¨®n Mickey es su autenticidad, en contraste con la banalidad de lo real. A lo largo de todas estas d¨¦cadas, sus historias han surgido de lo emocional, del exceso de las situaciones y las reacciones, de los valores occidentales. Diego Rivera profetiz¨® que el rat¨®n de Disney ser¨ªa considerado por los historiadores en el futuro como ¡°uno de los h¨¦roes genuinos del arte americano de la primera mitad del siglo XX¡± y el expresionista George Grosz consideraba que sus vi?etas eran ¡°arte en todos los sentidos¡±.
Convenientemente estelarizado desde que en 1978 coloc¨® su estrella en el paseo de la fama de Hollywood para celebrar sus 50 a?os, Mickey ha sido retratado por artistas de todo pelaje. Thomas Hart Benton lo incluy¨® en su serie de ocho pinturas The Arts of Life in America junto a cantantes de ¨®pera y m¨²sicos de jazz; Andy Warhol, Philip Pearlstein, Roy Lichtenstein, Paul McCarthy y Damien Hirst se apropiaron de su imagen o de algunas partes del cuerpo ¡ªespecialmente de sus orejas¡ª para crear sus obras.
Un canal de televisi¨®n de Ham¨¢s transmiti¨®, en 2007, un programa infantil con las peripecias de un doble del rat¨®n Mickey llamado Farfur. El rat¨®n palestino mor¨ªa en el ¨²ltimo cap¨ªtulo, asesinado por un actor disfrazado de soldado israel¨ª. La hija de Walt Disney, Diane Disney Miller, declar¨® poco despu¨¦s que Ham¨¢s era ¡°el mal en estado puro por usar a Mickey Mouse para adoctrinar a los ni?os¡±.
Los artistas del postcomunismo tambi¨¦n adoran a Mickey. En 2014, la Saatchi Gallery de Londres expuso una escultura a tama?o real pintada de naranja fluorescente, del ruso estadounidense Alexander Kosolapov. El conjunto mostraba a Lenin, Mickey Mouse y Cristo de la mano. El t¨ªtulo: H¨¦roe, l¨ªder, dios. Mickey es un icono de la cultura global, est¨¢ en la moda, en la m¨²sica pop y hasta en los bazares chinos. Imaginen por un momento: el gato de la fortuna chino (en su origen es Maneki-neko, un gato japon¨¦s) levantando su brazo en un gesto de llamada a su v¨ªctima. No, aquel gatito no es Pete Pata Palo. Mickey Mouse tiene demasiado gusto como para permitir que sus fantas¨ªas se convirtieran en kitsch.
?ngela Molina?es cr¨ªtica de arte.
Babelia
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