La guerra que toc¨® el coraz¨®n americano
Adam Hochschild aborda en un libro el papel de los estadounidenses que lucharon en la contienda civil espa?ola. La obra tambi¨¦n trata la colaboraci¨®n Texaco con Franco.
Albert Camus escribi¨® que los hombres de su generaci¨®n ten¨ªan a Espa?a en el coraz¨®n, que all¨ª supieron ¡°que uno puede tener raz¨®n y aun as¨ª ser golpeado, que algunas veces el coraje no tiene recompensa¡±. Eso lo aprendieron entre 1936 y 1939, en una guerra civil, la espa?ola, que comenz¨® con un golpe militar contra un Gobierno democr¨¢tico. Para muchos, era la oportunidad de derrotar al fascismo en la Europa de Hitler y Mussolini.
La mecha prendi¨® m¨¢s all¨¢ de Espa?a tras el 18 de julio. Unos 40.000 hombres y mujeres de 52 pa¨ªses acudieron a luchar contra el fascismo en las Brigadas Internacionales. De ellos, 2.800 eran voluntarios estadounidenses, pese a que el presidente Franklin D. Roosevelt decidi¨® no involucrar a EE?UU en el conflicto. M¨¢s de 700 perdieron la vida, como el comandante Bob Merriman, ejecutado en Gandesa (Tarragona) en 1938. Nunca se encontr¨® su cad¨¢ver.
Tambi¨¦n hubo estadounidenses que colaboraron con Franco, como Torkild Rieber, el presidente de la petrolera Texaco, quien desde su oficina en Nueva York vulner¨® la ley de neutralidad de su pa¨ªs y envi¨® petr¨®leo a los nacionales.
Madrid se llen¨® de corresponsales extranjeros. Muchos se alojaban en el Hotel Florida, en el centro de la ciudad, desde donde enviaban sus cr¨®nicas. Hemingway comenz¨® all¨ª su romance con la escritora y periodista Martha Gellhorn, con quien se acabar¨ªa casando. Y all¨ª se las tuvo y retuvo con su compatriota y colega John Dos Passos.
El libro tambi¨¦n aborda el curioso duelo entre el corresponsal de The New York Times que cubr¨ªa? a los republicanos y su compa?ero en el bando nacional
Adam Hochschild (Nueva York, 1942) re¨²ne las mil y una historias de los estadounidenses en la Guerra Civil en Spain in Our Hearts, reci¨¦n publicada en su pa¨ªs y que pr¨®ximamente se editar¨¢ en Espa?a. Hochschild pone el acento en el idealismo que movi¨® a los j¨®venes, la mayor¨ªa de ellos comunistas, de la Brigada Lincoln, donde se enrolaron los voluntarios estadounidenses que apoyaron a la Rep¨²blica. ¡°Retrasen el reloj a 1936. Hab¨ªa pasado la Gran Depresi¨®n en Estados Unidos. En Espa?a, el rey hab¨ªa dejado el poder y se hab¨ªan celebrado elecciones democr¨¢ticas. Fue visto con entusiasmo en todo el mundo, porque era la ¨¦poca de Hitler y Mussolini¡±, dijo el autor en la presentaci¨®n de su obra el pasado jueves en Nueva York.
Parar al fascismo
Los ojos del mundo estaban sobre Espa?a. El conflicto mereci¨® cerca de un millar de menciones en la portada de The New York Times durante sus tres a?os de duraci¨®n. ¡°Pero los periodistas internacionales tienden a pasar todo el tiempo juntos y escriben las mismas historias porque temen que les reprochen que han le¨ªdo esta u otra historia en otro medio. Ese es el motivo por el que algunas historias no se contaron, como la colaboraci¨®n de Texaco con Franco¡±, apunta.
Rieber ni siquiera le cobr¨® el env¨ªo del crudo a los sublevados, algo que el ingeniero Guillem Mart¨ªnez Molinos descubri¨® d¨¦cadas m¨¢s tarde buceando en los archivos de la antigua Campsa, seg¨²n relata el libro. Se top¨® a su vez con la sorpresa de que la red internacional de la petrolera informaba a los franquistas de los tanqueros que iban a proveer a la Rep¨²blica para que pudieran atacarlos.
El volumen tambi¨¦n aborda el duelo entre los corresponsales de The New York Times. Herbert L. Matthews era el principal designado para cubrir a los republicanos y William P. Carney, su hom¨®logo con los nacionales. El historiador sostiene que ambos simpatizaban con sus respectivos bandos: mientras uno destacaba la muerte de civiles por los bombardeos de Franco y el apoyo de Alemania e Italia, el otro enfatizaba el asesinato de sacerdotes.
De alg¨²n modo, tambi¨¦n a ellos esa guerra les hab¨ªa tocado el coraz¨®n. El ¨²ltimo superviviente de la Brigada Lincoln, Delmer Berg, muri¨® en California el 28 de febrero con 100 a?os. Entre aquellos milicianos que perdieron la guerra estaba Maury Collow, un estudiante neoyorquino que fue a la guerra con 20 a?os. Tiempo despu¨¦s dir¨ªa: ¡°Para nosotros nunca se trat¨® de Franco, sino de Hitler. Si el fascismo no se paraba en Espa?a, ?d¨®nde se parar¨ªa?¡±
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