La fiesta de los toros, ante un proceso irreversible
Inv¨¢lida y descastada fue la corrida de Juan Pedro Domecq, de la que solo sobresali¨® el quinto toro
Como quien no quiere la cosa, se est¨¢ gestando en la tauromaquia moderna un profundo cambio que pretende dejar atr¨¢s la emoci¨®n del toro bravo y el torero heroico para entrar en otra ¨¦poca en la que lidia se convierte en una especie de baile mon¨®tono ante un animal insulso y mortecino al tiempo que el p¨²blico accidental y bullanguero se divierte con lo que hace poco era motivo de grave protesta.
Si la Maestranza de Sevilla soporta estoicamente un espect¨¢culo como el que han ofrecido los toros de Juan Pedro Domeq y los se?ores Ponce, Manzanares y Roca es que aqu¨ª se est¨¢ produciendo un proceso irreversible de desconocidas consecuencias.
La corrida de hoy
Octava corrida de feria. Espect¨¢culo de rejoneo.
10 de abril.
Toros de Ferm¨ªn Boh¨®rquez, para Sergio Gal¨¢n, Diego Ventura y Lea Vicens.
La corrida fue infumable por su invalidez manifiesta y su falta de casta y de raza, a excepci¨®n del quinto de la tarde, Notario de nombre, que ha sido el primer toro de la feria que ha empujado en el caballo y ha embestido con codicia, nobleza y movilidad. Y se pueden contar con los dedos de una mano los espectadores que han manifestado su disgusto por el enga?o cometido. Era una aplastante mayor¨ªa la que aplaud¨ªa y aceptaba de buen grado lo que ocurr¨ªa en el ruedo.
As¨ª, Enrique Ponce quien, a pesar de su veteran¨ªa, parece el gur¨², el gran hermano de este cambio, dio en su primero toda una lecci¨®n de c¨®mo ser¨¢ esa nueva tauromaquia; delante, un feble corderito que acud¨ªa al cite con la suavidad de su condici¨®n ovina. El torero, con toques suaves, sin despeinarse, bail¨® m¨¢s que tore¨®, y todo lo que hizo, es verdad, result¨® bonito, pero fr¨ªo e insulso. Ya se sabe que si no hay toro, no es posible el toreo, y lo de Ponce fue otra cosa. Una danza nueva, tal vez¡
Ante el sobrero cuarto, otro inv¨¢lido, demostr¨® que es un doctor, pero en medicina. Auscult¨® al animal, le tom¨® el pulso y la tensi¨®n, y le aplic¨® un tratamiento urgente para evitar una muerte inminente, como el toro ped¨ªa. Insisti¨® contra toda l¨®gica, porque su oponente era un cad¨¢ver en vida. Y el p¨²blico lo aplaudi¨® con ardor. ??
Manzanares confirm¨® que no atraviesa su mejor momento como matador de toros. Cualquiera sabe lo que rondar¨¢ por su cabeza, pero est¨¢ como ausente, fuera de la plaza, con unas formas y un fondo muy lejanos de aquel torero elegante que no hace mucho emocion¨® a casi todos.
Su labor ante su noble primero fue ins¨ªpida, incolora e inodora; los andares mortecinos del animal no evitaron los ol¨¦s de los tendidos, pero la faena del torero no pas¨® del albero. M¨¢s grave fue lo ocurrido ante el quinto, un toro bravo y encastado, un derroche de nobleza, un artista de primera y no como los segundones de sus hermanos, y el torero se entretuvo en pases y m¨¢s pases despegados y anodinos que, a pesar del acompa?amiento musical, no alcanzaron la categor¨ªa de obra de arte. Ten¨ªa ante s¨ª un toro de l¨ªo y lo mand¨® al desolladero con las orejas. Los banderilleros Rafael Rosas y Luis Bl¨¢zquez tras parear con brillantez.
Grave error el cometido por el joven Roca Rey al anunciarse con esta corrida. Parece un torero hecho y cuajado, que no luci¨® nada ante la invalidez de su lote. Tiene muy pocos a?os para guarecerse ya de las corridas encastadas. Es valiente a carta cabal, le sobran facultades, pero solo su alto sentido de la heroicidad cal¨® en los tendidos. Una fea voltereta en el sexto acab¨® por congraciarlo con la plaza. A pesar de todo, craso error el de este torero. Le sobran condiciones para demostrar que puede ser figura con toros de verdad.
Domecq/Ponce, Manzanares, Roca
Toros de Juan Pedro Domecq, -el cuarto, devuelto- mal presentados, inv¨¢lidos, descastados y nobles; bravo y encastado el quinto.
Enrique Ponce: casi entera (oreja); estocada desprendida (ovaci¨®n).
Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares: estocada trasera (ovaci¨®n); media estocada (ovaci¨®n).
Roca Rey: estocada (ovaci¨®n); pinchazo y estocada (vuelta al ruedo).
Asisti¨® el Rey Don Juan Carlos, que estuvo acompa?ado por la Infanta Elena y su nieta Federica. Al aparecer en el palco real fue recibido con una larga ovaci¨®n. Los espadas le brindaron sus primeros toros.
Plaza de la Maestranza. S¨¦ptima corrida de feria. 9 de abril. Lleno.
En fin, que, dentro de poco, y si nadie lo remedia, la fiesta no la reconocer¨¢ ni el que la fund¨®. No habr¨¢ lidia, no habr¨¢ sangre, no habr¨¢ toro ni habr¨¢ h¨¦roes. Los protagonistas ser¨¢n toretes como los de ayer, de escasa presencia, sin atisbo de fuerzas y de nobil¨ªsima condici¨®n, de modo que permitan la nueva danza de la torer¨ªa posmoderna.
Ah¨ª est¨¢ Enrique Ponce para demostrarlo, como un adelantado a su tiempo; con estos toros podr¨¢ seguir visti¨¦ndose de luces hasta los ochenta a?os. Ojal¨¢ para entonces quede p¨²blico; aficionados, no. Habr¨¢n desaparecido todos por un ataque de desesperaci¨®n.
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