La inv¨¢lida bravura de los ¡®miuras¡¯
Solo Rafaelillo pudo cortar una oreja a una corrida muy blanda en la que se vivieron momentos emocionantes
Hubo toros bravos y nobles, momentos para la animosa sensibilidad, un par de excelentes tandas de ver¨®nicas ¡ªuna de ellas acompa?ada por la m¨²sica¡ª, extraordinarios pares de banderillas, estimables tandas de muletazos, varias estocadas hasta la empu?adura, y hasta un espont¨¢neo, que se libr¨® de la cornada por un aut¨¦ntico milagro. Hubo, adem¨¢s, toreros valientes y con ademanes artistas, pero la ¨²ltima tarde de la Feria de Abril no consigui¨® levantar el vuelo porque sus aut¨¦nticos protagonistas, los toros de Miura, carecieron de la fortaleza necesaria para convertir su demostrada bravura en los caballos en la movilidad imprescindible para el toreo.
En conjunto fue, sin duda, la corrida m¨¢s brava de la feria ante los picadores. Todos los toros acudieron con presteza al encuentro con el peto, empujaron en mayor o menor medida y se dejaron pegar; varios de ellos persiguieron con alegr¨ªa en banderillas, pero todos llegaron a la muleta sin aire en los pulmones ni con la sangre suficiente para responder en el ¨²ltimo tercio. Perdieron las manos en repetidas ocasiones, y el sexto se desplom¨® en plena faena de muleta de Escribano.
Por eso, solo por eso, y pese a la buena voluntad de los toreros, las faenas resultaron anodinas, con muy escasos momentos de brillantez y sin el colof¨®n necesario de la emoci¨®n.
Miura / Rafaelillo, Casta?o, Escribano
Toros de Miura, bien presentados, bravos en los caballos, nobles y muy blandos y sosos.
Rafaelillo: pinchazo, media ca¨ªda (aviso) y tres descabellos (ovaci¨®n); estocada (oreja).
Javier Casta?o: pinchazo y estocada ca¨ªda fulminante (ovaci¨®n); casi entera ca¨ªda (ovaci¨®n).
Manuel Escribano: estocada (ovaci¨®n); dos pinchazos, estocada, un descabello y el toro se echa (silencio).
Plaza de la Maestranza. Decimoquinta y ¨²ltima corrida de feria. 17 de abril. Casi lleno.
Finalizado el pase¨ªllo, la plaza entera irrumpi¨® en una cerrada ovaci¨®n para recibir la vuelta a los ruedos de Javier Casta?o tras el c¨¢ncer de test¨ªculos que ha padecido y que parece que ha superado totalmente. Cuando se desmonter¨® mostr¨® su cabeza rapada como ¨²ltima secuela de la fuerte medicaci¨®n recibida.
Se le aplaudi¨® despu¨¦s su voluntad y valent¨ªa, pero no pudo redondear faena alguna, si bien le rob¨® unos aceptables naturales a su deslucido primero, y le falt¨® mando ante el cinque?o quinto, el de m¨¢s movilidad de toda la corrida, pero igualmente apagado. Su labor fue acelerada e insulsa.
Una de las estocadas de la tarde se la recet¨® el propio Casta?o al segundo, tras un pinchazo, pero de efectos fulminantes; las otras dos correspondieron a Escribano en su primero, un aut¨¦ntico pu?etazo, y a Rafaelillo, en el cuarto, que a la postre, le sirvi¨® para cortar la ¨²nica oreja de la tarde.
Este torero sigue dando muestras de valent¨ªa y t¨¦cnica ante las corridas duras, pero ayer, demostr¨®, adem¨¢s, buen gusto con capote y muleta. Recibi¨® al cuarto con una apasionada tanda de ver¨®nicas, que enlaz¨® con dos chicuelinas y una revolera final. Dibuj¨®, despu¨¦s, unos redondos excelentes, los mejores de la tarde, engarzados con un cambio de manos y un pase de pecho final que presagiaban lo que el toro impidi¨® instantes m¨¢s tarde. El animal se par¨® y se enfad¨® ante la insistencia del torero, de modo que lo desarm¨® y le tir¨® un tornillazo al pecho. Pero Rafaelillo le cort¨® la oreja por su decisi¨®n y buena estocada final. Ante el primero, que sali¨® muy perjudicado de su saludo al picador, solo se pudo ver a un torero seguro y confiado, que luci¨® en algunos muletazos estimables por ambas manos ante un animal con poco esp¨ªritu y menos codicia. No acert¨® con la espada y todo qued¨® en un agradecimiento.
Escribano clav¨® seis pares de banderillas, pero ninguno puede ser tildado de sobresaliente. No ser¨ªa mala decisi¨®n que abandonara los palos en las plazas de primera porque no aporta nada a su labor. El que triunf¨® de verdad fue Fernando S¨¢nchez, de la cuadrilla de Casta?o, que levant¨® al p¨²blico de los tendidos, y Jos¨¦ Mora, en las filas de Rafaelillo.
Pero Escribano hizo el mejor toreo de la tarde. Recibi¨® a sus dos toros de rodillas en los medios, y tras la larga cambiada a su primero, dibuj¨® ver¨®nicas de mucha enjundia, embarcada la embestida en los vuelos del capote. Tal alta consideraci¨®n alcanzaron que la banda de m¨²sica rompi¨® a sonar en su honor. Su picador Chicharito se luci¨® en el tercio de varas, y en banderillas sobresali¨® el galope del toro. Lleg¨® con buena condici¨®n al final, pero sin fuerzas, lo que desluci¨® la encomiable intenci¨®n del torero. El ¨²ltimo toro de la corrida fue, quiz¨¢, el m¨¢s deslucido, con la cara siempre a media altura, y, encima, se despanzurr¨® en el centro del ruedo.
La nota inesperada la puso un espont¨¢neo que se tir¨® al ruedo en la lidia del cuarto toro, cuando Escribano recog¨ªa el enga?o para iniciar la faena de muleta. Un hombre joven con un chaleco anudado a la cintura apareci¨® a la altura del tendido nueve; el toro hizo por ¨¦l, pero perdi¨® las manos, lo que, posiblemente, le salv¨® de una segura cornada. Fue reducido por las cuadrillas y trasladado al burladero m¨¢s pr¨®ximo, donde recibi¨® golpes y manotazos de una desconcertante violencia hasta que pas¨® a manos de la polic¨ªa. Se supone que a un espont¨¢neo hay que protegerlo, pero no darle una paliza.
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