Las ¨¦pocas condenadas
El Museo Reina Sof¨ªa inaugura su gran apuesta de esta temporada: el arte espa?ol de la primera posguerra y su relaci¨®n con la propaganda franquista y con el exilio
Cada ¨¦poca hist¨®rica ¡ªdec¨ªa Von Ranke, el gran antihegeliano¡ª se relaciona directamente con Dios¡±. Y la frase, claro est¨¢, dice muy protestantemente de una relaci¨®n humana directa con el poder y la verdad, sin intermediaci¨®n de liturgias. Pero tambi¨¦n de la singularidad irrepetible de las cosas y su resistencia a ser convertidas en elementos funcionales, meros signos de un argumento, que si adem¨¢s es hist¨®rico-progresivo no suele condolerse mucho por lo que, de paso al cumplimiento, quede arrojado en las cunetas del camino. Tambi¨¦n del camino del arte. Todas las ¨¦pocas, pues ¡ªvendr¨ªa a decir la frase¡ª, est¨¢n a igual distancia de Dios. Pero acerca de una en concreto se hace muy dif¨ªcil formarse un juicio particular (¨¦sa era la pretensi¨®n est¨¦tica kantiana) si, como sucede con la primera posguerra espa?ola, ya ha sido a todos los efectos juzgada y condenada, en virtud, por lo visto, de su nulo acomodo con el argumento del tiempo. Al hegelianismo espont¨¢neo parecen por igual permeables los guionistas de las series televisivas de costumbres y los profesores universitarios; y no hay m¨¢s que hablar.
En Espa?a el ¨¦xito del arte abstracto fue tambi¨¦n cosa del R¨¦gimen. Alcanz¨® una difusi¨®n internacional que nunca m¨¢s tendr¨ªa
Pero lo hay. Tenemos as¨ª que al argumento de aquellos primeros tiempos se le llam¨® reconstrucci¨®n, al que sigui¨® el encontrado en lo que se llam¨® desarrollo (como la nuestra lo encuentra en la innovaci¨®n y el crecimiento). La exposici¨®n Campo cerrado. Arte y poder en la posguerra espa?ola (1939-1953), necesaria y apabullante y tejida por Lola Jim¨¦nez Blanco, muestra en el Museo Reina Sof¨ªa (Madrid) desde el pr¨®ximo martes ¡ªa trav¨¦s de un millar de obras de dos centenares de autores¡ª la resistencia de lo singular, pero incluso frente a las cartelas de su propio discurso, que es selectivo y moral como todos los relatos. El brillo de lo irrepetible est¨¢ en la audacia de Cabrero y Aburto al levantar la Casa Sindical (hoy Ministerio de Sanidad) frente al Museo del Prado; en el retrato hollywoodiense del falangista Zancajo Ossorio, de Pancho Coss¨ªo; en dos maravillosos y m¨¢gico-realistas bodegones de Ucelay; en la estupenda Habitaci¨®n del marino, de Lugr¨ªs¡
En fin, la ¨¦poca misma, sobre todo su primer¨ªsimo tramo, crey¨® tener una relaci¨®n privilegiada, desde luego con Dios, pero tambi¨¦n con la plenitud, vistos los delirios exaltantes de su est¨¦tica. Sue?o arquitect¨®nico para una exaltaci¨®n nacional se titulaban algunos proyectos, todav¨ªa b¨¦licos, de Luis Moya, y el tono apote¨®sico continu¨® con cosas que estaban entre el cenotafio de Boull¨¦e y las pir¨¢mides de nuestros videojuegos. Sobre esa imagen ha fraguado el juicio institucional para hacer de la ¨¦poca una cosa del demonio, lo contrario de lo que ella crey¨® de s¨ª misma. Como emblemas respectivos servir¨ªan, de un lado, el cisne dibujado para el escudo del SEU por el falangista Alfonso Ponce de Le¨®n (precisamente arrojado con un tiro a las cunetas de Vic¨¢lvaro) y, del otro lado, cualquier buitre negro que le comiera el h¨ªgado al Prometeo de la libertad y la democracia. Aquella reconstrucci¨®n consisti¨® sobre todo en una remitificaci¨®n ¡ªlo propio del viejo mundo¡ª, al menos mientras el fin de la guerra mundial no le indic¨® al R¨¦gimen qui¨¦nes eran los nuevos vencedores y cu¨¢l iba a ser su est¨¦tica, muy alejada ya de las mitolog¨ªas de los estados. El R¨¦gimen tard¨® unos 10 a?os en descubrir lo que un amigo llamaba ¡°la utilidad pol¨ªtica del arte de vanguardia¡±. El triunfo en la Triennale de Mil¨¢n, con un pabell¨®n al que pusieron letra Santos Torroella y m¨²sica el refinad¨ªsimo Jos¨¦ Antonio Coderch, hizo, quiz¨¢, de despertador en el mismo 1951 de la I?Bienal Hispanoamericana, que a m¨ª me tienta ver en simetr¨ªa con la exposici¨®n c¨¦lebre de la SAI de 1925, para mostrar que el descubrimiento del arte de Estado no era precisamente el de un in¨¦dito.
Por la est¨¦tica exaltadora se fueron colando las goteras irracionalistas y neorrom¨¢nticas del postismo y de Dau al Set
De todas formas, por la est¨¦tica exaltadora se hab¨ªan ido colando verdaderas goteras de un veneno irracionalista y neorrom¨¢ntico, que, de haber alguno, fue el verdadero estilo de los cuarenta. All¨ª afluyeron el postismo, los collages d¡¯apr¨¨s Ernst con recortes de anuncios de ortopedias, los Sue?os de Zabaleta, la nocturnalia c¨®smica de Dau al Set¡ Con eso y el primitivismo decantado de las Semanas de Altamira que propuls¨® Mathias Goeritz y la nueva ¡°din¨¢mica de grupos art¨ªsticos¡± (P¨®rtico, Ladac¡), la abstracci¨®n fue ensanchando sus filtraciones hasta el apogeo del fin de la d¨¦cada. Tras la suscripci¨®n de los famosos acuerdos de 1953 con Estados Unidos, la suerte estaba echada. Un nuevo argumento. Un nuevo mundo. Nombres decisivos: Eugenio d¡¯Ors con su Academia y sus Salones (1943-1954), en los que participaron, por ejemplo, T¨¤pies (s¨ª, s¨ª¡) y Oteiza; Picasso como el gran ausente permanentemente invocado; Paul Klee, muerto en 1942, remedado y celebrado en ubicuidad (hubo un momento en que el arte espa?ol se llen¨® de inflorescencias, rayas y puntitos; famoso, el homenaje de la galer¨ªa Clan del 48). El ¨¦xito abstracto, concretamente en Espa?a, fue tambi¨¦n cosa del R¨¦gimen. Pero sobre todo fuera de Espa?a: puesto el arte en manos de Luis Gonz¨¢lez Robles (como el cine en las de Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa Escudero), alcanz¨® la internacionalizaci¨®n que nunca hab¨ªa tenido hasta entonces, y que nunca obtendr¨ªa despu¨¦s. Ni la alcanzar¨¢. No por nada, sino porque el campeonato ya no se celebra entre selecciones nacionales y lo que hay desde entonces, tras que los aliados hicieran productivo al legado vanguardista como genealog¨ªa de una nueva historia progresiva y selectiva, ya no es, propiamente, arte de Estado. Aunque sea, y m¨¢s que nunca bajo la actual denominaci¨®n de ¡°cultura contempor¨¢nea¡±, un arte del poder, cuando el poder ya no es, exactamente, de los Estados.
Campo cerrado. Arte y poder en la posguerra espa?ola (1939-1953). Museo Reina Sof¨ªa. Madrid. Hasta el 26 de septiembre.
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