Fuera
Las reflexiones de Gary Snyder me evocaron las im¨¢genes de Georges de La Tour, que ahora nos acompa?an en la prodigiosa exposici¨®n en el Museo del Prado
¡°Una mente clara y atenta?/¡±, escribe el poeta estadounidense Gary Snyder (Los ?ngeles, 1930) en su libro La mente salvaje (Nueva antolog¨ªa). Poemas y ensayos (Ardora), ¡°no tiene opini¨®n, pero aquello?/ que ve es de verdad visto¡±. Estos versos de diamantina enjundia afor¨ªstica comprimen muy bien el pensamiento de este reconocido vate, que se ha recorrido nuestro planeta buscando esas sendas perdidas a¨²n no suficientemente holladas por los devastadores pasos de lo que llamamos civilizaci¨®n tecnoindustrial y que se ha hecho acreedor del t¨ªtulo de ¡°salvaje¡±.
Observar la naturaleza exterior no es solo una amena acci¨®n ecol¨¢trica, sino la mejor manera de contemplarse a uno mismo. Como el propio Snyder as¨ª lo consigna en otro bello y conciso poema titulado ¡®Fuera¡¯, un poco cortado por el patr¨®n japon¨¦s del haiku: ¡°El silencio?/ de la naturaleza?/ dentro.?/ El poder dentro?/ ¡ el camino es todo lo que pasa-no tiene objetivo en s¨ª mismo.?/ La meta es la gracia ¡ªla liberaci¨®n¡ª.?/ ¡ Cantar?/ la prueba?/ la prueba del poder dentro¡±. Al final, toda excursi¨®n es un mero reconocimiento de qui¨¦nes somos a trav¨¦s de lo que se nos muestra fuera, como la senda m¨¢s directa al meollo de nuestra intimidad.
En este sentido, no s¨¦ por qu¨¦, pero las reflexiones de Snyder me evocaron las magn¨¦ticas im¨¢genes que nos leg¨® el pintor loren¨¦s Georges de La Tour (1593-1652), que ahora nos acompa?an en la prodigiosa exposici¨®n que se exhibe de este antiguo maestro en el Museo del Prado, un artista que curiosamente despert¨® la atenci¨®n de otro maravilloso poeta, el tambi¨¦n franc¨¦s Ren¨¦ Char (1907-1988).
La primera vez que lo avist¨® este, probablemente fue con motivo de la exposici¨®n Los pintores de lo real, que se vio en Par¨ªs en 1934, pero le produjo tal impresi¨®n que conserv¨® una postal, la del cuadro, hoy denominado Job y su mujer, que, en tiempos de la resistencia bajo la dominaci¨®n nazi de Alemania, clav¨® en la pared de su refugio como senda luminosa de esperanza. Entonces no ten¨ªa adscripci¨®n, pero le pareci¨® a Char que ese desmedrado cautivo era rescatado por la admonici¨®n de un ¨¢ngel femenino con las escarlatas velas desplegadas. Era, para ¨¦l, esa presencia, un abrazo cordial, sobredimensionado a la luz de una candela.
Relat¨® este encuentro en su libro Hojas de Hipnos (1943-1944), en el que describe al prisionero como ¡°una delgada ortiga seca¡±, pero lo escalofriante de su relato vivencial no es tanto lo que dice sobre el amparo de la noche, sino la reversi¨®n de la visi¨®n del exterior en palpitaci¨®n interna, cuando exclama: ¡°Es la hora en que las ventanas se escapan de las casas para ir a encenderse al extremo del mundo donde va a despuntar nuestro mundo¡±, y, sobre todo, cuando, a modo de colof¨®n, enuncia: ¡°Lira de montes internados¡±. De manera que uno sale a pasear para afuera, disfrutando del paisaje, e, inopinadamente, se enfrenta con la selva de uno mismo, sin por ello hallar discordancia. ?Un verdadero hallazgo! ?Una revelaci¨®n! Quiz¨¢, por el momento, una visi¨®n art¨ªstica, la que nos lleva desde fuera hacia dentro. El rev¨¦s del mundo atisbado desde el env¨¦s.
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