Jos¨¦phine Douet, tras los pasos de Wyeth
La fot¨®grafa francesa recorre los lugares que inspiraron la obra del pintor Andrew Wyeth en una exposici¨®n que se muestra en el Museo Thyssen

Siendo una ni?a Jos¨¦phine Douet conoci¨® la obra del pintor Andrew Wyeth a trav¨¦s de un cat¨¢logo que su madre, tambi¨¦n pintora, hab¨ªa comprado en uno de sus viajes a Estados Unidos. El inquietante silencio que desprende la obra del norteamericano impresion¨® ya entonces a esta fot¨®grafa, procedente del mundo de la moda y de la fotograf¨ªa taurina, quien decidi¨® adentrarse en el desasosegante universo del controvertido artista a trav¨¦s de su c¨¢mara. As¨ª, viaj¨® a Chadds Ford, un pueblecito de Pensilvania, all¨ª donde Wyeth naci¨®, muri¨® y cre¨® gran parte de su obra.
¡°De Wyeth me atrajo el sottovoce que hay en su pintura. A primera vista parece muy puritana, muy conservadora, pero si uno se fija un poco es extremadamente turbulenta. Wyeth siempre impone una distancia, no es una pintura directa. Hay que entrar poco a poco y una vez que se hace, uno se da cuenta de que esa apariencia buc¨®lica esconde violencia, sexo y tambi¨¦n muerte; un mundo muy alejado de lo convencional. Su fascinaci¨®n por las cosas muertas y deformes es algo que me ha atra¨ªdo mucho desde que era peque?a. Quiz¨¢s porque procedo de una zona de Francia, Normand¨ªa, donde todo parece muy id¨ªlico, pero no lo es. Tambi¨¦n all¨ª se esconde mucha violencia¡±, cuenta la fot¨®grafa, quien de regreso de Chadds Ford no parece haber perdido ni un ¨¢pice de su fascinaci¨®n por la obra del artista: ¡°Fue tachado de republicano, de conservador, de mero ¨ªdolo para masas. Cosa que sigo sin entender ya que su obra me parece de una universalidad absoluta¡±.
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En 1977, en un estudio llevado a cabo por la revista Artnews acerca de los artistas m¨¢s sobrevalorados e infravalorados del siglo XX, Andrew Wyeth (1917-1991) resultaba nominado para ambas categor¨ªas. Poco conocido en nuestro pa¨ªs, el pintor americano podr¨ªa considerarse en t¨¦rminos populares y comerciales como uno de los m¨¢s exitosos de la historia del arte. No as¨ª dentro de la comunidad art¨ªstica y el ¨¢mbito de la cr¨ªtica, donde surge la controversia. Ajeno, en apariencia, a cualquier soplo proveniente de la vanguardia, que situaba a la pintura americana en los a?os 50 dentro de la historia del arte, sus detractores tacharon su pintura realista de popular, reaccionaria, sentimental y anacr¨®nica, sobre todo en lo relacionado con la elecci¨®n de sus temas, ambientados en un paisaje rural, alejados de cualquier brizna de modernidad. Su popularidad dividi¨® a la opini¨®n publica y le hizo convertirse en representante de los valores de una clase media conservadora, de manera que los juicios sobre su obra traspasaron los l¨ªmites art¨ªsticos para mezclarse con los sociales. Patriota declarado dec¨ªa que: ¡°Lo que uno tiene que hacer es romper las reglas¡±, y ¨¦l cre¨ªa romperlas a su manera, alej¨¢ndose del clich¨¦ bohemio del artista. Entre los defensores de su obra se encuentran el escritor John Updike, y el provocador Thomas Hoving, comisario de una exposici¨®n dedicada a Wyeth en el Metropolitan, la primera exposici¨®n dedicada a un pintor vivo americano en dicho museo.
El Museo Thyssen muestra la primera exposici¨®n retrospectiva del artista en Espa?a, en la que est¨¢ acompa?ado por la obra de su hijo, el tambi¨¦n pintor Jamie Wyeth. La exhibici¨®n se complementa con una peque?a muestra fotogr¨¢fica compuesta de 27 fotos, The Secret Sits (Wyeth Wonderland), fruto del recorrido que Jos¨¦phine Douet emprendi¨® por el complejo universo del controvertido artista. ¡°The Secret Sits, es el nombre de un poema de Robert Frost, amigo de Wyeth, que dec¨ªa:?Bailamos en c¨ªrculo con nuestras suposiciones, mientras el secreto se encuentra en el centro, poseedor de todas las certezas ", se?ala Douet. Me parece que resume muy bien el esp¨ªritu de la pintura de Wyeth, donde intuyes que est¨¢s cerca de un secreto; lo sientes en el aire, en la tensi¨®n de sus pinceladas. Fue esto lo que m¨¢s me interes¨® de este proyecto: intentar adentrarme en el secreto, en el c¨ªrculo m¨¢gico.¡±
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La fot¨®grafa pas¨® mes y medio en Chadds Ford, recorriendo los caminos por donde vagaba el pintor, en busca de todos aquellos detalles que hab¨ªan conformado el peque?o pero intenso entorno donde transcurri¨® su vida ¡±. Me interesaba saber si los paisajes que rodearon al pintor eran reales o si los hab¨ªa embellecido, creando un mundo paralelo. Cuando llegu¨¦ me di cuenta de que todo lo que est¨¢ en su obra, estaba all¨ª ¡±. Tambi¨¦n esa atm¨®sfera a veces sofocante que destila la pintura de Wyeth: ¡°El lugar tiene una energ¨ªa turbia. Seg¨²n se llega parece el para¨ªso, pero poco a poco uno se percata de que el lugar es extremadamente violento, como lo es la pintura de Wyeth¡±, cuenta Douet. Pone como ejemplo que la escultural lugare?a que pos¨® para ella en Shotgun le coment¨® que se hab¨ªa comprado un rifle. Acababan de robarle las ovejas para someterlas a un rito sat¨¢nico.
Uno de los encuentros que m¨¢s marc¨® a la artista fue con, quiz¨¢s, el secreto mejor guardado de Wyeth: Helga Testorf, su supuesta musa secreta, una de sus vecinas, casada y madre de 4 hijos. Helga se convirti¨® en la protagonista de una de las an¨¦cdotas m¨¢s sonadas del mundo del arte americano del siglo pasado. Llev¨® a Wyeth a ocupar la portada de las revistas Newsweek y Time en la misma semana, un honor del que nadie del mundo del arte hab¨ªa disfrutado hasta ese momento. El esc¨¢ndalo estaba servido cuando en 1986, Leonard Andrews, un editor de Dallas, revel¨® la compra por 6 millones de d¨®lares de 240 obras completamente desconocidas de Wyeth y casi todas con una sola modelo: Helga. Cuando se le pregunt¨® a la mujer de Wyeth, encargada de la promoci¨®n de la obra de su marido, sobre qu¨¦ trataban las obras, solt¨® la palabra m¨¢gica: ¡°amor¡±. Ello hizo que se disparan las especulaciones y durante semanas la tranquilidad de Chadds Ford se vio interrumpida por decenas de periodistas en busca una exclusiva. A ra¨ªz del esc¨¢ndalo se organiz¨® una exposici¨®n con las obras y Andrews las revendi¨® a un coleccionista japon¨¦s revalorizando su precio en millones de d¨®lares. Finalmente, Betsy Wyeth reconoci¨® que no hab¨ªa existido tal amor y que de hecho las obras no hab¨ªan sido tan secretas. La cr¨ªtica acab¨® clasificando el incidente como una estafa publicitaria. ¡°Eres el retorno del esp¨ªritu de Wyeth¡±, le coment¨® la ya anciana Helga una vez que accedi¨® a posar para la fot¨®grafa.
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¡°Me gusta la dualidad entre la forma y el contenido, es algo hacia lo que tiendo cada vez m¨¢s. Huyo de la violencia de forma, no veo esa necesidad. En mi trabajo sobre los toros nunca retrat¨¦ un toro agonizando y he hecho tres libros. No lo veo necesario, se puede retratar la violencia de otra manera. Me parece m¨¢s interesante dirigirse al cerebro que a las tripas. La violencia me interesa como tema, pero no quiero hacerlo obvio. Quiero que vaya saliendo poco a poco. Que la imagen se vaya revelando poco a poco, al igual que cuando surge en una cubeta ¡±, dice la artista.
Sugerir antes que imponer, de manera que el espectador pueda incorporar sus dudas, interpretaciones y sentimientos a la imagen, es su lema ante la c¨¢mara. As¨ª, Jos¨¦phine Douet ha ido reconstruyendo el universo de Wyeth a base de sutiles insinuaciones donde se aprecia una tendencia hac¨ªa la abstracci¨®n y la geometr¨ªa, revelando la misma predisposici¨®n que algunos cr¨ªticos observaron en la obra de Wyeth como prueba de una ligera porosidad a las corrientes del momento. En busca de ¡°ese instante cort¨ªsimo donde se puede expresar tanto lo que se ve como lo que no se ve¡±, en busca del misterio de ese c¨ªrculo m¨¢gico que traza la vida.
The Secret Sits (Wyeth Wonderland).?Museo Thyssen- Bornemisza, Madrid. Hasta el 19 de junio
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