Retrato de la infamia
Una exposici¨®n en el Metropolitan Museum explora la relaci¨®n entre la fotograf¨ªa y el crimen
Dick Hirkock esperaba ser juzgado cuando en abril de 1960 Richard Avedon le retrat¨® en la prisi¨®n de Garden City. Hac¨ªa 5 meses que hab¨ªa sido capturado en Las Vegas, acusado junto a Perry Smith, de uno de los cr¨ªmenes m¨¢s sonados en la reciente historia de Norte Am¨¦rica: la brutal matanza de la familia Clutter en Holcomb, Kansas. Eran los d¨ªas en que los detalles de aquel, a¨²n misterioso, asesinato, del que sus ejecutores obtuvieron un bot¨ªn de 50 d¨®lares y una radio port¨¢til, manten¨ªan en vilo a todo un pa¨ªs. Truman Capote se encontraba all¨ª y hab¨ªa pedido a su amigo Avedon que acudiese. Ambos artistas utilizaron la idiosincrasia de unos criminales para dar rienda suelta a su arte. Capote lo hizo a trav¨¦s de su novela A sangre fr¨ªa, difuminando los l¨ªmites entre la ficci¨®n y la realidad; Avedon, convencido de que todo retrato no es una semejanza, sino una opini¨®n, lo retrat¨® con su c¨¢mara de forma directa y sin concesiones, rendido ante el poder y el enigma que esconde la fisionom¨ªa de un infame.
Y es que desde mucho antes de que Ca¨ªn matase a Abel, aquello que rodea al homicidio viene despertando los instintos m¨¢s b¨¢sicos del ser humano, ejerciendo una innegable atracci¨®n. ¡°Creo que esta tiene que ver con el est¨ªmulo vicario que genera la transgresi¨®n y con la catarsis del castigo, o quiz¨¢s con el dominio de nuestros temores acerca de la violencia y el victimismo¡±, dice Mia Fineman, una de los cuatro comisarios responsables de la exposici¨®n Crime Stories: Photography and Foul Play (Historias del crimen: Fotograf¨ªa e Infamia), que se puede ver estos d¨ªas en el Metropolitan Museum de Nueva York; un recorrido que comienza en 1850 e incluye im¨¢genes como las de la ejecuci¨®n de los conspiradores del asesinato de Lincoln y que abarca fechas m¨¢s recientes con las famosas fotograf¨ªas de una Patty Hearst atracadora de bancos, o con obras de Diane Arbus o William Klein. ¡°El prop¨®sito de la exposici¨®n es sacar a la luz la extensa colecci¨®n de fotograf¨ªa criminal propiedad del museo. No est¨¢ concebida como una historia del g¨¦nero sino como una exploraci¨®n de c¨®mo se ha utilizado la fotograf¨ªa para recopilar pruebas, capturar e identificar a los criminales y publicitar el crimen, as¨ª como destacar nuestra fascinaci¨®n por el crimen y c¨®mo algunos artistas han utilizado el crimen como fuente de inspiraci¨®n¡±.
El 13 de enero de 1928, Ruth Snyder, una ama de casa del barrio de Queens, Nueva York, ocupaba la portada del New York Daily News sentada en una silla el¨¦ctrica en la c¨¢rcel de Sing Sing, bajo el titular Dead!?La foto fue tomada por Tom Howard. Con una c¨¢mara escondida en su tobillo hab¨ªa burlando la prohibici¨®n de fotografiar a presos, evidenciando el poder de la fotograf¨ªa, y sobre todo de la prensa, sobre los gobernantes. La protagonista hab¨ªa asesinado a su marido, ahorc¨¢ndole con una cuerda de un piano, con la ayuda de su amante, un vendedor de ropa interior de la Quinta Avenida. La historia fascin¨® a Walker Evans quien desde entonces conserv¨® la imagen en su libro de apuntes, y le incit¨® a fotografiar a gente an¨®nima en el metro con una c¨¢mara oculta debajo de su abrigo, comprobando la capacidad del medio en convertir a cualquier ciudadano en alguien sospechoso o vulnerable. A?os m¨¢s tarde Andy Warhol se inspirar¨ªa tambi¨¦n en esta misma imagen, convirtiendo la silla el¨¦ctrica en una manifestaci¨®n m¨¢s de la American way. ?¡°El formato seriado en que present¨® su obra suger¨ªa que la repetici¨®n apaga el impacto de la violencia¡±, se?ala Fineman.
Ninguna muestra que relacione el crimen con la fotograf¨ªa podr¨ªa pasar por alto la presencia de Weegee, este singular fot¨®grafo que logr¨® su notoriedad, aparte de por su depurado estilo, por llegar antes que la polic¨ªa a las escenas del crimen neoyorquino en los a?os 30 y 40. La realidad es que viv¨ªa enfrente de una de las principales comisarias de la ciudad y llevaba una radio de la polic¨ªa en el coche. Sin embargo, en una de las fotos que se muestra en la exposici¨®n, parece que alguien le tom¨® la delantera. Sus fotos, as¨ª como los de otros fot¨®grafos de prensa de la ¨¦poca sirvieron de inspiraci¨®n para la est¨¦tica el cine negro.
Si bien ver es creer, para algunos la fotograf¨ªa es en s¨ª misma una prueba determinante de la evidencia, mientras que hay quienes opinan que lejos de documentar la realidad, la fotograf¨ªa simplemente capta un momento en el tiempo, dejando al espectador la labor de interpretar cual fue el antes y el despu¨¦s. Pero lo cierto es que desde sus inicios ha sido utilizada por la ley como medio de control, entre otras cosas, ayudando a identificar a sospechosos y a resolver cr¨ªmenes, aunque algunas veces con m¨¢s ¨¦xito que otras. Ya en 1850, el h¨²ngaro Samuel G. Szab¨®, realiz¨® en colaboraci¨®n con la polic¨ªa una serie de retratos de 'canallas' con el fin de distinguir las caracter¨ªsticas f¨ªsicas de la psique criminal, que distingu¨ªan entre, 'asesinos', 'falsificadores', 'carteristas', 'envenenadores de mujeres' 'bandoleros' o 'abortistas', entre otros, y a estos de la gente de bien.
El primer cartel de wanted apareci¨® en Estados Unidos despu¨¦s del asesinato de Abraham Lincoln con la foto de John Wilkes Booth, pero fue el crimin¨®logo franc¨¦s, Alphonse Bertillon, quien dio origen a la foto policial actual, cuando en 1882 cre¨® el primer sistema de identificaci¨®n criminal llamado Bertillonage, que se puso en marcha no solo con los asesinos, sino tambi¨¦n con los anarquistas y disidentes de la Comuna de Par¨ªs. Bas¨¢ndose en la premisa de que no hay dos cuerpos iguales, utilizaba las mediciones de distintas partes del cuerpo para obtener un retrato inconfundible de los detenidos. Estas iban acompa?adas de descripciones verbales y lo remataba con la t¨ªpica foto de frente y de perfil, lo ¨²nico que ha sobrevivido del m¨¦todo. Este sistema cay¨® por su propio peso cuando en Estados Unidos un hombre fue encarcelado por error. Fue sustituido por el control de huellas dactilares en 1892. Otro de sus m¨¦todos consist¨ªa en recrear la escena del crimen fotografiando a la v¨ªctima utilizando una lente de ¨¢ngulo abierto situada en un tr¨ªpode justo encima del cuerpo. Sin pretenderlo las im¨¢genes resultantes conservan un aura surrealista que no hace si no enfatizar los interrogantes que rodean al homicidio.
Otra de las cosas que destaca la exposici¨®n es el retoque que se realizaba a las fotos policiales en los a?os 20 y 30 en Francia para destacar m¨¢s la siniestralidad de los criminales. Y es que quiz¨¢s lo que m¨¢s nos inquieta, y no nos deja de sorprender, es que por regla general el criminal no parece muy distinto del resto de los mortales, cualquiera de nosotros podr¨ªamos serlo.
La fotograf¨ªa criminal despliega as¨ª la dignidad y la quietud propia de cualquier rito eterno, envuelta en un enigma: aquel que se esconde debajo de la piel.
Crime Stories: Photography and Foul Play. Metropolitan Museum of Art. Nueva York. hasta el 31 de julio
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