El imperialismo matem¨¢tico
'El hombre que conoci¨® el infinito' intenta aglutinar las peligrosas particularidades que rodearon la situaci¨®n en uno de los templos de la educaci¨®n universitaria
Las pel¨ªculas sobre el ingenio nunca deber¨ªan ser convencionales. Y, sin embargo, cada vez que Hollywood o el cine brit¨¢nico m¨¢s acad¨¦mico se acercan a la existencia de una mente privilegiada, de un trabajo que trascendi¨® su tiempo y abri¨® caminos para el arte o la ciencia, el miedo acecha a sus autores. Demasiado dif¨ªcil para el espectador. Bajemos el list¨®n o no lo entender¨¢n. Es lo que ocurre, una vez m¨¢s, con El hombre que conoci¨® el infinito, biograf¨ªa cinematogr¨¢fica del matem¨¢tico indio Srinivasa Ramanujan, un autodidacta sin apenas educaci¨®n, pobre como una rata, que en los primeros a?os del siglo XX desarroll¨® importantes contribuciones al an¨¢lisis matem¨¢tico, inspiradoras de posteriores investigaciones.
'El hombre que conoc¨ªa el infinito'
Direcci¨®n: Matt Brown.
Int¨¦rpretes: Dev Patel, Jeremy Irons, Toby Jones, Jeremy Northam, Stephen Fry.
G¨¦nero: drama. R U, 2015.
Duraci¨®n: 114 minutos.
Segundo largometraje de Matt Brown, ambientado en la provincia de Madras, en la India a¨²n en poder del Imperio Brit¨¢nico, y en el Trinity College de Cambridge, al que Ramanujan acudi¨® invitado por un profesor que crey¨® en su excelencia por encima de sus condiciones sociales, econ¨®micas y culturales, El hombre que conoci¨® el infinito intenta, con buen criterio, aglutinar las peligrosas particularidades que rodearon la situaci¨®n en uno de los templos de la educaci¨®n universitaria. Sin embargo, mientras la descripci¨®n de los hallazgos del genio, diferenciando muy bien el establecimiento de las f¨®rmulas matem¨¢ticas frente a la necesidad de su demostraci¨®n (sin ¨¦sta, no hay hallazgo que valga), est¨¢n bastante lograda, tanto la descripci¨®n del imperialismo brit¨¢nico como el componente racista de las altas instituciones y del pueblo llano ingl¨¦s se describen a trav¨¦s de puntuales y muy gruesos sucesos, sin trascendencia a pesar de su gravedad.
Mientras, en la puesta en escena, Brown apenas hace nada para levantar una pel¨ªcula de inmensas posibilidades. Y casi mejor. Porque, cuando lo intenta, como en la c¨¢mara lenta en el ataque del zeppelin durante la guerra, convierte su interesante pero acad¨¦mico e ins¨ªpido producto en el a?ejo simulacro de una buena pel¨ªcula de los a?os 80.
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