¡°El peque?o Nicol¨¢s¡¯ naci¨® pasado de moda¡±
El ilustrador franc¨¦s Jean-Jacques Semp¨¦, cr¨ªtico afilado del mundo en el que vive, regresa a las librer¨ªas espa?olas con 'Marcel¨ªn'
La suya es una silueta oronda e impecablemente vestida que inhala con vehemencia su cigarrillo electr¨®nico: tuvo que dejar de fumar hace algunos meses por los achaques de la edad. A punto de cumplir 84 a?os, Semp¨¦ aparece sentado en un rinc¨®n del peque?o espacio que su galerista tiene en Saint-Germain, el barrio parisiense donde ha transcurrido buena parte de su existencia, donde cuenta con Catherine Deneuve y Patrick Modiano como vecinos m¨¢s ilustres. Gran figura del dibujo del ¨²ltimo siglo, autor de centenares de vi?etas entra?ables pero incre¨ªblemente afiladas, Semp¨¦ obtuvo la fama en los sesenta ilustrando El peque?o Nicol¨¢s, de Ren¨¦ Goscinny.
Desde entonces, se ha pasado media vida diseccionando las rid¨ªculas costumbres del tiempo que le ha tocado vivir, trazando a oficinistas deprimidos, esforzados ciclistas, m¨²sicos sin la partitura aprendida, astronautas pol¨ªgamos y otros hombrecillos con diversas inquietudes metaf¨ªsicas (adem¨¢s de numerosos gatos, en un gesto de inaudita modernidad). Responsable de una treintena de ¨¢lbumes y de un centenar de codiciadas portadas de The New Yorker, Semp¨¦ regresa a las librer¨ªas espa?olas con Marcel¨ªn, uno de sus vol¨²menes de los sesenta, que ahora recupera Blackie Books.
PREGUNTA. Su biograf¨ªa empieza con una recompensa: gan¨® un premio al beb¨¦ m¨¢s guapo de Burdeos, su ciudad natal.
RESPUESTA. Vaya a saber qu¨¦ quer¨ªa decir eso en aquella ¨¦poca. Deb¨ªa ser el beb¨¦ m¨¢s gordo, porque entonces un beb¨¦ ten¨ªa que rebosar por todas partes¡
P. ?A qu¨¦ se dedicaban sus padres?
R. Tuvieron vidas dif¨ªciles. Hicieron lo que pudieron. Mi padre adoptivo, Monsieur Semp¨¦, era representante comercial. Vend¨ªa latas de conserva. Mi madre cos¨ªa y limpiaba. No ten¨ªan nada, lo que comportaba muchas peleas, entre ellos y contra m¨ª.
P. Usted fue hijo ileg¨ªtimo. ?Nunca supo nada de su padre biol¨®gico?
R. Nunca quise saber. No quer¨ªa poner a nadie en aprietos. No deseaba presentarme en casa de una familia bien asentada y preguntar: ¡°?Vive aqu¨ª mi padre?¡±. No, nunca lo fui a buscar. Hubiera sido un jaleo.
P. ?C¨®mo lleg¨® al dibujo?
R. Era m¨¢s f¨¢cil encontrar un folio y un l¨¢piz que un avi¨®n o un piano Steinway, por citar mis dem¨¢s pasiones. En realidad, estaba loco por la m¨²sica. Especialmente por el jazz, que ha sido la m¨²sica del siglo XX. Hubiera hecho cualquier trabajo, pero todo el mundo me rechaz¨®.
P. ?Cu¨¢l fue su primer dibujo publi?cado?
R. No quiero hablar de ¨¦l. Lo publiqu¨¦ a los 18 a?os en Sud-Ouest, el diario de Burdeos. Era una cat¨¢strofe. Si me lo publicaron fue por pura amabilidad, tal vez esperando que alg¨²n d¨ªa lograra hacer algo digno.
P. Se le suele tratar de nost¨¢lgico. ?Qu¨¦ hay de cierto?
R. Es verdad. Hay varias cosas que echo de menos. El papel, las plumas y la tinta que ya casi no se fabrican. O la Francia de otro tiempo, un pa¨ªs agradable y campechano que ha desaparecido. Ahora ya no hay sentimientos¡
¡°La amistad es algo maravilloso, pero fr¨¢gil. Igual que el resto de sentimientos humanos. A excepci¨®n de la barbarie¡±
P. ?En qu¨¦ sentido?
R. La vida se ha vuelto muy dura. Solo consiste en trabajar y consumir. Todo va a una gran velocidad. Los pueblos se expanden y los pa¨ªses se entremezclan. Es una sociedad violenta, en la que cuesta hacerse un lugar. Los fuertes aplastan a los d¨¦biles y ya casi no existe la piedad. Lo llevo mal, porque esa brutalidad no me gusta.
P. Siempre ha sido un gran defensor de la bondad.
R. Pienso lo mismo que Vasili Grossman, el autor de Vida y destino. Tuvo una existencia infernal, pero al final de su libro afirma: ¡°Solo creo en la bondad¡±. Yo dir¨ªa lo mismo.
P. En Francia se le suele tildar de moralista. ?Se lo toma como un insulto?
R. No s¨¦ qu¨¦ querr¨¢n decir con eso¡
P. Tal vez que sigue creyendo en el bien y en el mal.
R. Es as¨ª, por desgracia. Ya no est¨¢ muy de moda ser as¨ª. Es como de otro tiempo.
P. ?Es conservador?
R. No entiendo cu¨¢l es la relaci¨®n. A uno le puede gustar la m¨²sica cl¨¢sica o la arquitectura del siglo XVII sin ser un retr¨®grado, ?verdad? Pues con este tema sucede lo mismo¡
P. ?Usted vota?
R. Claro, pero no le voy a decir por qui¨¦n. De eso no hablo.
P. ?Qu¨¦ es para usted dibujar?
R. Es un oficio que parece sencillo, pero no lo es. Es como cuando veo a los trapecistas de un circo. Me digo que lo que hacen es muy f¨¢cil, pero si decidiera subirme al trapecio me dar¨ªa un tortazo importante. Con el dibujo sucede exactamente lo mismo.
P. ?Cree en la inspiraci¨®n?
R. Solo cuando llega. Cuando no llega, dejo de creer en ella.
P. ?Qu¨¦ hace cuando no llega?
R. En realidad, solo cuenta el trabajo, por mucho que me fastidie. La inspiraci¨®n hay que ir a buscarla.
P. ?Le ayuda observar la vida de sus semejantes?
R. Darme un paseo por mi barrio me ayuda a vivir y, por consiguiente, a dibujar. Pero no existe una relaci¨®n directa. Nunca me he nutrido de mi biograf¨ªa. En realidad, no puedo contarle c¨®mo funciona, porque no tengo la menor idea. Es un misterio bastante desesperante. Si alguien le da la receta, d¨ªgale que me llame.
P. ?Qu¨¦ ha aprendido en estos 50 a?os largos de carrera?
R. Que soy m¨¢s tonto de lo que cre¨ªa. Que soy torpe, perezoso y desordenado. Que soy un hombre aturdido.
P. ?Sigue dibujando?
R. S¨ª, pero ya no todos los d¨ªas. Me resulta extra?o, porque antes lo hac¨ªa sin parar. Ahora soy un hombre viejo. Me siento cansado. Ya ni puedo ir en bicicleta, una de mis grandes pasiones, porque se me estrope¨® una pierna tras un accidente vascular¡
¡°La caricatura pol¨ªtica no me gusta, no me interesa y no s¨¦ hacerla. La actualidad me importa poco¡±
P. ?Por qu¨¦ no le gusta la palabra obra?
R. Resulta demasiado pretenciosa. En el fondo, usted y yo no dejamos de ser personas corrientes. Cuando veo a un tipo que habla de su obra como si fuera La Gioconda, me entra la risa.
P. Es por modestia, entonces.
R. No, m¨¢s bien por un deseo de ser preciso respecto a lo que pienso de mi trabajo. Llamarlo trabajo, oficio o incluso curro me parece bien. Cualificarlo de obra, no.
P. ?Firmar su primera portada para The New Yorker fue uno de los grandes orgullos de su vida?
R. Fue un enorme placer, se lo confieso. Pero no me haga describ¨ªrsela; mejor se la ense?o¡ [abre un libro que contiene el dibujo: un oficinista con cuerpo de p¨¢jaro que duda en salir volando por la ventana]. Este buen hombre podr¨ªa escapar, porque lo tiene todo para poder hacerlo, pero no se decide. Esa es la condici¨®n de muchos seres humanos.
P. ?Todos somos prisioneros?
R. Eso parece. Tanto si hemos elegido nuestra vida como si no. Pero no me haga hablar de estas cosas. Mejor preg¨²nteselo a Nietzsche o a Pascal.
P. Ya, pero est¨¢n muertos.
R. Ah. Por eso nunca responden cuando los llamo.
P. ?Dir¨ªa que la amistad ha sido su tema principal?
R. Nunca fui consciente de ello. A fuerza de escucharlo, un d¨ªa me puse a mirar mis dibujos y me di cuenta de que era verdad. Me parece un elemento muy importante en la vida. La amistad es algo maravilloso, a la vez que extraordinariamente dif¨ªcil¡
P. ?La considera ef¨ªmera?
R. No, la considero fr¨¢gil. Igual que el resto de sentimientos humanos, a excepci¨®n de la barbarie.
P. ?La amistad sustituy¨® a los afectos que no tuvo de ni?o?
R. S¨ª, sin lugar a dudas. Le contar¨¦ otra an¨¦cdota: mi m¨²sico favorito, Duke Ellington, que es un hombre que logr¨® todas las recompensas y sedujo a todas las mujeres que uno pueda imaginar, sol¨ªa decir, al final de su vida, que lo que hab¨ªa contado m¨¢s era encontrarse en los brazos de su madre cuando era peque?o¡
P. ?Por qu¨¦ nunca le interes¨® la caricatura pol¨ªtica, tan de moda en la Francia de los sesenta y setenta?
R. Porque no me gusta, no me interesa y no s¨¦ hacerla. La actualidad me importa poco, y en la caricatura pol¨ªtica solo suele haber buenos y malos. La realidad es m¨¢s complicada, a no ser que aparezcan Hitler, Stalin o Mao. A m¨ª me gustaban esos estadounidenses de origen jud¨ªo centro?europeo, como Chas Adams o Saul Steinberg, que practicaban el arte de la l¨ªtote, esa figura ret¨®rica que consiste en decir poco y expresar mucho.
P. ?Qu¨¦ relaci¨®n mantuvo con sus compa?eros de revistas sat¨ªricas como Le Canard Encha?n¨¦ o Charlie Hebdo?
R. ?ramos colegas. Debutamos a la vez, pero nunca nos llevamos bien. ?ramos demasiado distintos¡
P. ?Ideol¨®gicamente?
R. No, yo dir¨ªa que m¨¢s bien biol¨®gicamente [risas].
P. ?C¨®mo fue trabajar con Ren¨¦ Goscinny, con quien cre¨® El peque?o Nicol¨¢s?
R. Lo conoc¨ª a los 20 a?os. No le puedo explicar por qu¨¦ nos ca¨ªmos tan bien. Ser¨ªa como detener a una pareja por la calle y preguntarles: ¡°?Por qu¨¦ se aman? ?Qu¨¦ le encuentra usted a este tipo?¡±. Es imposible describirlo¡
P. ?Por qu¨¦ tuvo tanto ¨¦xito El peque?o Nicol¨¢s?
R. Muy f¨¢cil: porque naci¨® pasado de moda.
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