Un baile de palabras y gestos
El montaje de 'Letter to a man' se ide¨® para el Teatro Caio Melisso. La magia de la perspectiva teatral no se logra en la sala roja del Canal (Madrid)
Los diarios son el motivo, pero no el objetivo de este espect¨¢culo. Debe seguirse mencionando el testimonio fundamental en el destino de los diarios de Nijinski, y es el de Georges de Chapowalenko. En su d¨ªa, a ra¨ªz del estreno de Letter to a man?en Spoleto, escrib¨ª: ¡°La autenticidad de los diarios completos de Nijinski sigue estando abierta. La ¨²nica foto tomada en Budapest de R¨®mola, Nijinski y su tutor de entonces, Georges de Chapowalenko, no apareci¨® hasta hace muy poco y est¨¢ en la colecci¨®n personal del cr¨ªtico y editor italiano Alfio Agostini: se encontr¨® en un libro de homenaje a Nijinski de varios autores. R¨®mola no pod¨ªa ser en Budapest la tutora del Nijinski demente e incapacitado porque no lo permit¨ªan las leyes de la ¨¦poca, y es Chapowalenko quien asume este rol y quien lo relata con todo detalle y de viva voz a Agostini.
Chapowalenko, a pesar de la estrecha relaci¨®n con R¨®mola, nunca pudo ver de cerca los diarios que se mantuvieron en la caja fuerte de un banco de Z¨²rich m¨¢s de cuarenta a?os. Todav¨ªa se discute la verdad que encierran esos escritos, y lo que s¨ª es incontestable es que R¨®mola no hablaba, ni mucho menos escrib¨ªa, ruso; ella siempre se entend¨ªa con Vaslav en franc¨¦s y se neg¨® durante d¨¦cadas y repetidamente a mostrar a Chapowalenko los diarios de marras que despu¨¦s se han editado con el marchamo de no estar censurados, como s¨ª suced¨ªa en las impresiones precedentes, donde R¨®mula obcecadamente intentaba ocultar las referencias a la homosexualidad, a Diaghilev y al sexo. Pero no hay a d¨ªa de hoy nada concluyente de las pruebas caligr¨¢ficas ni la dataci¨®n de los cuadernos¡±. Barishnikov ha insistido en que no hay danza como tal en Letter to a man, pero se trata de ¨¦l mismo, que gestiona como una linfa poderosa el tiempo, lo recorre y lo dinamiza. Su madurez es oro, como en esa antigua tradici¨®n japonesa donde se usa el preciado metal para unir los trozos de un cacharro de porcelana roto, entonces las caprichosas nervaduras son una nueva lectura, pasan de cicatrices a m¨¦rito.
Con toda probabilidad, este espect¨¢culo sobrio y contenido, amargo y milim¨¦trico, habla tambi¨¦n de la intolerancia, la incomprensi¨®n, la marginaci¨®n alienante de los enfermos mentales, los prejuicios en cuanto sexualidad de los que fueron v¨ªctimas y protagonistas en su tiempo tantos seres humanos, no solamente artistas notorios. Con toda seguridad esta obra tambi¨¦n esboza un planteamiento serio y contundente sobre la manipulaci¨®n de que puede ser v¨ªctima cualquiera en su legado, memoria o a trav¨¦s de los elementos documentales.
'Letter to a man'
Direcci¨®n, escenograf¨ªa y concepto de luces: Robert Wilson; con Mijail Barishnikov; texto: Christian Dumais-Lvowski; colaboraci¨®n movimiento: Lucinda Childs; m¨²sica: Hal Willner; vestuario: Jacques Reynaud.
Barishnikov se mostr¨® en el estreno madrile?o contenido, y como siempre, profesional al m¨¢ximo en su pulcritud expositiva. Es verdad que este montaje se ide¨® para el Teatro Caio Melisso, coliseo coqueto y recoleto, de mediados del siglo XIX (la historia misma del teatrito es fascinante, y fue Gian Carlo Menotti quien lo resucit¨® primero en los a?os cincuenta del siglo XX, cuando era una sala de cine), con su acogedora disposici¨®n en herradura capaz de crear un marco, una cornisa c¨¢lida y proporcional al casi siempre solitario bailar¨ªn sobre la escena. Y esta magia de las proporciones y las escalas, de la perspectiva teatral, no se consigue del todo en la sala roja del Canal. Es lo que tienen los teatros modernos con respecto a los antiguos. Aun as¨ª la obra funciona por sus valores esenciales y el p¨²blico se mostr¨® entregado.
El let¨®n posee, con creces, eso que da en llamar im¨¢n esc¨¦nico, bordando una atm¨®sfera opresiva y con un crescendo sobre la angustia que debi¨® de seguro sentir el m¨ªtico bailar¨ªn que era Nijinski. Sin haber un relato como tal, la superposici¨®n de las voces masculina y femenina y la aparici¨®n en forma de sombras o siluetas de otros casi abstractos personajes teje una trama; el ¨²nico otro ser de cart¨®n identificable es Diaghilev en un barquito de papel, remedo de las g¨®ndolas venecianas a las que ten¨ªa aut¨¦ntico pavor. La cruz arde en gesto b¨ªblico, la s¨¢tira a ritmo de foxtrot sustituye toda decadencia y esmalta la leyenda, y all¨ª dejamos a un Nijinski esquem¨¢tico y cerebral, fuera de la realidad, pero espej¨¢ndola con una brutal desnudez.
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