Ucrania gana Eurovisi¨®n con un alegato pol¨ªtico
Barei, la representante espa?ola, acaba el concurso en la 22? posici¨®n
Tensi¨®n hasta el final en Estocolmo. El nuevo sistema de votaci¨®n, que dejaba a las puntuaciones otorgadas por el p¨²blico para el postre, provoc¨® que hasta el ¨²ltimo momento no se supiese el nombre del ganador de esta edici¨®n. Cuando parec¨ªa que Australia pod¨ªa alzarse con el premio en su segunda participaci¨®n, finalmente fue Ucrania la que se llev¨® el micr¨®fono de cristal que acredita al ganador de Eurovisi¨®n. La cantante Jamala, con una canci¨®n (titulada 1944) sobre la deportaci¨®n del pueblo t¨¢rtaro a manos del gobierno de Stalin, super¨® a sus vecinos rusos en la recta final. Espa?a, representada por Barei, tuvo que conformarse con el puesto 22 (de 26 participantes).
Precisamente, esta rivalidad comenz¨® antes incluso de empezar a contabilizar los votos. La referencia de la composici¨®n ucrania no fue buen recibida en Rusia, que quiso recordar que en Eurovisi¨®n no est¨¢n permitidas las canciones con tem¨¢tica pol¨ªtica. No fue, desde luego, la ¨²nica sombra que se cerni¨® sobre esta edici¨®n. En las ¨²ltimas semanas hemos asistido a la petici¨®n de boicot a Rusia por parte de asociaciones a favor de los derechos de los homosexuales, como protesta a la pol¨ªtica antigay de Putin, as¨ª como a la prohibici¨®n ¨Cluego revocada- de ciertas banderas, y las cada vez m¨¢s habituales filtraciones de algunas de actuaciones. Como Rajoy, Eurovisi¨®n 2016 ha vivido en el l¨ªo.
Todo eso, como era de esperar, pas¨® a segundo plano cuando M?ns Zelmerl?w, ganador del a?o pasado por Suecia, y la presentadora Petra Mede echaron a andar una gala con una audiencia estimada de 200 millones de espectadores, y que este a?o se ha emitido por primera vez en EE UU. Desde el momento en el que los participantes comenzaron a salir por una pasarela futurista, en un arranque a medio camino entre Zoolander, un desfile de Victoria¡¯s Secret y un festival de electr¨®nica de masas tipo Tomorrowland, entramos en el territorio grandilocuente de Eurovisi¨®n, donde la forma fagocit¨® hace mucho al fondo.
Como buen opi¨¢ceo, la gala funciona como un inhibidor del sentido cr¨ªtico. Ver Eurovisi¨®n para buscar riesgo, innovaci¨®n musical o revelaciones profundas es tarea in¨²til. En su lugar, hay que encontrar pasatiempos m¨¢s ligeros, a menudo relacionado con los aspectos cercanos a lo m¨¢s cuestionable en t¨¦rminos est¨¦ticos de la ceremonia (es decir, lo hortera). Sin embargo, este a?o la producci¨®n sueca no carg¨® las tintas en exceso, como hemos visto en ediciones anteriores. M¨¢s cercano que nunca a las galas de premios MTV o a los Oscar, el espect¨¢culo fue tecnol¨®gico y as¨¦ptico, representado por ese escenario con pantallas de alta definici¨®n por todos lados, suelo incluido. En Eurovisi¨®n 2016 ni hubo concursantes que se tomasen a broma el certamen, ni sorpresas como Lordi (los monstruosos metaleros finlandeses), ni freaks demasiado evidentes (suponemos que la secta/banda de rock chipriota no convalida en ese apartado), ni siquiera un personaje carism¨¢tico al estilo de Conchita Wurst. Es decir, que en general todo fue bastante m¨¢s aburrido.
Al menos quedaba otro divertimento eurovisivo cl¨¢sico: jugar a detectar, Twitter en mano, la influencia del pop masivo en las canciones de los participantes. As¨ª, a la italiana Francesca Michelini le llovieron las comparaciones con Laura Pausini, mientras que al sueco Frans le colgaron el sambenito de Justin Bieber escandinavo, aunque musicalmente est¨¢ mucho m¨¢s cercano a Ed Sheeran. En este contexto, el efecto ¡°esta canci¨®n ya la he escuchado¡±, m¨¢s que un dem¨¦rito resulta una virtud. Otras veces se trataba m¨¢s bien de relacionar estilismos, como ese vestido de Nina Kralji?, que ser¨¢ recordada por siempre como la Bj?rk croata. Pero ni siquiera en este apartado tuvimos grandes alegr¨ªas. Esta edici¨®n pareci¨® secuestrada por la discreci¨®n ¨Centendiendo la discreci¨®n en t¨¦rminos eurovisivos-, como si le hubiesen extirpado toda su capacidad de generar momentos grandiosamente rid¨ªculos. Incluso hubo una estrella del pop contrastada: un Justin Timberlake que actu¨® en calidad de invitado (?por esa retransmisi¨®n estadounidense?) para interpretar Rock your body y un tema nuevo, Can¡¯t stop the feeling.
Quiz¨¢s por ese clima descafeinado general, la actuaci¨®n del representante ruso destac¨® por lo visual. Con una canci¨®n que parece generada cient¨ªficamente para ser olvidada a los pocos minutos, la puesta en escena de Sergey Lazarev jugaba con las perspectivas y lo presentaba con grandes alas de ¨¢ngel o subido a un asteroide. Pero ni eso le vali¨® para superar a Ucrania. Justo despu¨¦s de Lazarev, Barei dio durante unos minutos la esperanza de protagonizar la sorpresa de la noche. Su interpretaci¨®n de Say Yay!, posiblemente la canci¨®n espa?ola m¨¢s ajustada a los par¨¢metros de Eurovisi¨®n en a?os, provoc¨® que su nombre subiese en las casas de apuestas hasta el cuarto lugar. Por un momento parec¨ªa posible. Sin embargo, una vez que comenzaron los votos, pronto se vio claro que quedar¨ªa lejos de la cabeza. Finalmente, se situ¨® en el puesto 22.
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