Los piratas estaban organizados
El periodista Stephen Witt narra el ocaso de la industria musical a trav¨¦s de la historia cruzada del inventor del mp3, un alto ejecutivo discogr¨¢fico y un 'filtrador' de ced¨¦s
Stephen Witt se identifica como miembro de la ¡°generaci¨®n pirata¡±. De esa generaci¨®n que a finales del siglo pasado y principios de este abraz¨® la descarga de archivos sujetos a derechos de autor como un acto transgresor, contracultural, propio de outsiders. ?l estaba convencido de que esas canciones que se descargaba de manera casi compulsiva en el disco duro de su ordenador ¨Cacumul¨® 100.000 canciones a lo largo de 17 a?os, s¨ª, 100.000¨C eran contribuciones desinteresadas de internautas comprometidos con un Internet abierto y libre. Tras escribir C¨®mo dejamos de pagar por la m¨²sica: el fin de una industria, el cambio de siglo y el paciente cero de la pirater¨ªa (Contra), una vibrante y documentada investigaci¨®n sobre la revoluci¨®n digital en el mundo de la m¨²sica, lleg¨® a la conclusi¨®n de que la cuesti¨®n de las descargas no hab¨ªa sido fruto de desinteresadas y entusiastas aportaciones de particulares que se intercambiaban canciones. Detr¨¢s de todo aquello hab¨ªa bandas organizadas que hicieron negocio.
Su trabajo de investigaci¨®n ha sido de largo aliento. Le llev¨® de Erlangen (Alemania) a Shelby (Carolina del Norte, EE. UU.), pasando por Sarasota, Oslo y Los ?ngeles, entre otras muchas ciudades. Solo en ganarse la confianza de uno de los tres personajes que vertebran su relato, un trabajador de una planta de impresi¨®n de ced¨¦s en Carolina del Norte que result¨® ser parte de una organizaci¨®n que diseminaba material en Internet, emple¨®, seg¨²n cuenta, m¨¢s de tres a?os.
Witt (New Hampshire, 1979) estudi¨® un centenar de informes del FBI que le dieron varias pistas e hilos de los que tirar para construir la historia de ese grupo organizado y secreto que obedec¨ªa al nombre de The Scene. Al cuarto mes de investigaci¨®n, dio con el dossier de un tipo que suministraba material, que se llevaba los discos de la f¨¢brica ocultos bajo un cintur¨®n ancho XXL, un joven de mirada perpetuamente indiferente fascinado por las llantas de coches: Bennie Lydell Glover, Dell para los amigos.
¡°Cuando empec¨¦ a leer su informe, me dije: ¡®Este t¨ªo ha hecho m¨¢s da?o que nadie, ?quieres hablar de pirater¨ªa?, ?este es el tipo!¡±. Witt se r¨ªe al otro lado del hilo telef¨®nico, habla desde su apartamento en Brooklyn. Es la una de la tarde en Nueva York y acaba de despertarse. Dice que siempre le gust¨® levantarse tarde. Por eso, entre otras cosas, se hizo escritor.
Al cuarto mes de investigaci¨®n, dio con el dossier de un tipo que suministraba material, que se llevaba los discos de la f¨¢brica ocultos bajo un cintur¨®n ancho XXL
Con la ayuda de algunos compa?eros, Glover coordin¨® a lo largo de once a?os la extracci¨®n de cerca de 2.000 ced¨¦s de la planta en que la discogr¨¢fica Universal fabricaba sus discos: Kanye West, Queens of the Stone Age, Bjork, Jay Z... Los comprim¨ªa y los pon¨ªa al servicio de The Scene -y, m¨¢s concretamente, de Rabid Neurosis, plataforma ilegal de intercambio de archivos-. ¡°The Scene fue un grupo peque?o y secreto, de unas mil personas", explica. "A lo largo de dos d¨¦cadas, antes de que se reparara en su existencia, colocaron la mayor parte del material pirateado que hab¨ªa en Internet. Situaban a esp¨ªas en la industria del entretenimiento y de ese modo consegu¨ªan filtrar material¡±. Entre ellos hab¨ªa periodistas musicales que acced¨ªan a los discos con antelaci¨®n y programadores de la radio.
El reportero norteamericano construye su libro cruzando la historia de Dell Glover con la de Doug Morris, presidente de Universal Music entre 1995 y 2011, que personifica las malas decisiones y la lentitud de reflejos de las discogr¨¢ficas, que no supieron reaccionar ante el tsunami que se cocinaba en la Red; y con la de Karlheinz Brandenburg, matem¨¢tico genial, inventor del mp3, que vio c¨®mo la industria despreciaba su formato en favor del mp2 y acab¨® liberando en Internet el L3enc, software que permit¨ªa transformar las canciones de los ced¨¦s en peque?os archivos f¨¢cilmente compartibles online.
¡°The Scene fue un grupo peque?o y secreto. Situaban a esp¨ªas en la industria del entretenimiento y de ese modo consegu¨ªan filtrar material¡±
Witt, que fue matem¨¢tico antes que periodista y tiene un pasado en el mundo de las finanzas ¨Ctrabaj¨® en un hedge fund (fondo de capital riesgo) y se sentaba cerca de Steve Eisman, el tibur¨®n que encarna Steve Carell en la pel¨ªcula La gran apuesta-, expone los errores de una industria que dirigi¨® el tiro hacia los usuarios que intercambian archivos ¨Cen EE. UU., el proyecto Hubcap llev¨® a los tribunales a 17.000 personas- y que lo acab¨® pagando. ¡°La persecuci¨®n no funcion¨®, fue absolutamente rid¨ªcula, no evit¨® las descargas e hizo que todo el mundo odiara a las discogr¨¢ficas. A la industria, ir¨®nicamente, el da?o real se lo caus¨® gente de dentro, gente como Dell Glover¡±.
Tras terminar la escritura de su libro, Witt se abon¨® a una plataforma de streaming y se llev¨® sus discos duros, con 100.000 canciones, a un viejo almac¨¦n en Queens, Nueva York, donde se destruye material inform¨¢tico. Con unas aparatosas gafas protectoras, asisti¨®, solemne, a la destrucci¨®n de su arsenal.
Comentando la postura de artistas como Thom Yorke, de Radiohead, que claman contra los exiguos dividendos que estas plataformas generan para los m¨²sicos, Witt ¨Cque afirma pagar por el 90% de la m¨²sica que escucha ahora, y defiende los derechos de autor, aunque no a riesgo de que Internet acabe siendo patrullado por la polic¨ªa (¡°Soy un firme defensor de un Internet abierto¡±)¨C, hace una ¨²ltima confesi¨®n antes de cerrar la conversaci¨®n: el ¨²ltimo disco de Radiohead, se lo ha bajado. ¡°S¨ª, lo pirate¨¦ porque no lo encontraba en ning¨²n sitio¡±.
El genio, el pirata y el lento
El libro elaborado por Stephen Witt, matem¨¢tico con un pasado en el mundo de las finanzas que abraz¨® la escritura como forma de vida, se construye con la intersecci¨®n de tres biograf¨ªas.
Karlheinz Brandenburg es el matem¨¢tico alem¨¢n que dio con la f¨®rmula que ha definido el devenir de la distribuci¨®n musical: el mp3. Inicialmente, la industria no hizo caso de su invento, por lo que decidi¨® liberar el software que transformaba las canciones de los ced¨¦s en la Red. El mp3 se extendi¨® como la p¨®lvora.
Bennie Lydell Glover trabajaba en una f¨¢brica deced¨¦s de Carolina del Norte (EE?UU). Ten¨ªa ganas de ponerle unas llantas nuevas a su coche y la extracci¨®n de discos se convirti¨® en su modelo de negocio. Pas¨® a formar parte de The Scene, plataforma que coloc¨® canciones pirateadas en la Red a lo largo de dos d¨¦cadas.
Doug Morris fue presidente de la compa?¨ªa Universal desde 1995 a 2011, en plena era de la explosi¨®n de las descargas. En el libro, Witt personifica las malas decisiones de una industria lenta de reflejos que no supo enfrentarse al tsunami que se estaba cocinando en la Red. Morris no cuidaba el contenido, solo adoptaba decisiones en funci¨®n del tir¨®n comercial de los artistas, sostiene Witt. El ejecutivo tambi¨¦n estuvo al frente de la compa?¨ªa Sony.
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