¡°El teatro y el arte danzan con la muerte¡±
El director italiano presenta ma?ana ¡®Mois¨¦s y Aar¨®n¡¯ en el Teatro Real
Romeo Castellucci (Cesena, Italia, 1960) sobrelleva con desconcierto este periodo de ins¨®lita sobreexposici¨®n taurina. Tanto por el toro de 1.500 kilos que ha incorporado al montaje de Mois¨¦s y Aar¨®n¡ªla ¨®pera de Sch?nberg se presenta ma?ana en el Teatro Real de Madrid¡ª como porque se ha iniciado en los tendidos de la Feria de San Isidro, una experiencia ¡°intensa, fuerte, incluso extrema¡± que ha llegado a estremecerle y reconciliarle con la devoci¨®n de una misa pagana.
¡°Me ha maravillado la corrida¡±, explica el dramaturgo. ¡°He visto una ceremonia que ritualiza la muerte, que convierte al toro en un t¨®tem y que en absoluto degrada al animal. Al contrario, la corrida es una eucarist¨ªa circular [el ruedo] donde el toro adquiere una presencia absoluta y donde se produce una dial¨¦ctica entre el erotismo y la muerte, con todos los matices lit¨²rgicos y desde una celebraci¨®n popular¡±. Semejantes conclusiones van a provocar que arrecien las cr¨ªticas de los animalistas. Ya lo han estigmatizado por utilizar a una colosal res en su versi¨®n de Mois¨¦s y Aar¨®n; incluso lo han acusado de drogar al animal o de someterlo a un maltrato.
Y no parece impresionado con el acoso. Considera que el animalismo ¡°es un dogmatismo que diagnostica la neurosis y el histerismo de la sociedad actual, definida en dos extremos: la muerte industrial de los animales y su antropomorfismo¡±.
Se refiere italiano al criterio hiperb¨®lico con que se dota a los animales de psicolog¨ªa, alma, conciencia de la muerte, ¨¦tica y hasta est¨¦tica, suscit¨¢ndose un ¡°delirio de humanizaci¨®n¡± que discrimina la sensibilidad hacia nuestros semejantes. ¡°Somos capaces de acariciar a una mascota con una mano y de matar a un hombre con otra. Respeto los animales. Mucho. He convivido con ellos en el campo, porque mis padres eran campesinos y ganaderos. El sujeto urbanita se relaciona con los animales de manera artificial y enfermiza¡±, dice.
El toro de Castellucci se llama Easy Rider y adquiere poder dramat¨²rgico en el primer acto de Mois¨¦s y Aar¨®n. Un contraste carnal a la g¨¦lida legislaci¨®n del Talmud. Un contrapeso ritual que redunda en su concepci¨®n primitiva de la ¨®pera.
¡°Sch?nberg escribe la ¨®pera tras sufrir una reacci¨®n antisemita y el hecho de no terminarla se convierte freudianamente en un acto fallido. Y esto no impide que el libreto adquiera plena actualidad contempor¨¢nea ni que la m¨²sica nos resulte exigente, dif¨ªcil de disfrutar, como si hall¨¢ramos una rosa en el desierto¡±.
Habla de perfil Castellucci. Medita las palabras. Y le ensimisman sus reflexiones sobre la religi¨®n y el arte, ¡°que se producen como reacci¨®n a la conciencia de la muerte y de la fragilidad. La religi¨®n pretende resolver el problema. El arte extrapola la duda al ¨¢mbito est¨¦tico. La muerte nos define y el arte es la respuesta a la fragilidad de la vida. El teatro y el arte danzan con la muerte. No lo digo desde presupuestos s¨¢dicos, sino desde el lenguaje de Esquilo o la pintura de Goya¡±.
Es la raz¨®n por la que Castellucci considera que toda experiencia est¨¦tica sobrelleva e implica un pasaje de dolor. El arte inocula un veneno en el cuerpo y en el esp¨ªritu. Proporciona un desasosiego, precisamente por cu¨¢nto descubre vulnerable al individuo.
¡°El arte siempre aloja un pesimismo, un pesimismo antropol¨®gico. Y tanto vale la evidencia para una tragedia de Shakespeare como para una comedia de Moli¨¨re. El arte tiene una gran capacidad perturbadora y est¨¢ obligado a contaminarnos. Es una forma de conocimiento¡±.
Y no tanto en el plano colectivo, como desprende la comuni¨®n de una corrida de toros o de una tragedia de Esquilo, como en la perspectiva de la ¡°epifan¨ªa individual¡±. ¡°Ser¨ªa presuntuoso que los espectadores vieran Mois¨¦s y Aar¨®n seg¨²n mi punto de vista. Cada lectura tiene un sentido y un valor. Lo demuestra Hamlet. Las maneras de interpretar la obra son tantas como espectadores haya. Eso conlleva un ejercicio de humildad. Nos obliga a aceptar los abucheos cuando se producen¡±, concluye sin ¨¢nimo de ser premonitorio.
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