El confesionario y el p¨²lpito
En la raya de los 70 a?os de vida y medio siglo de escritura, Antonio Colinas publica sus memorias. El escritor leon¨¦s acaba de obtener el Premio Reina Sof¨ªa de Poes¨ªa
Aunque Memorias del estanque es un recuento de vida presidido por la serenidad y la voluntad de comprender, Antonio Colinas (La Ba?eza, 1946) expresa su rechazo de algunos pensadores y ciertos usos culturales. Entre los primeros, aquellos que ¡°sangran por la herida de su malestar¡± (Nietzsche) y hacen de la filosof¨ªa el alba?al de ese ¡°potaje amargo¡± de la existencia (Kierkegaard). Entre los segundos, los borborigmos de una sociedad ruidosa, acelerada y banal. Tambi¨¦n la p¨¦rdida de los maestros, pues los que podr¨ªan serlo hoy no est¨¢n en condiciones de disputar la consideraci¨®n de los disc¨ªpulos a los mercaderes medi¨¢ticos que vocean su g¨¦nero, como asnos coceando ante un pesebre vac¨ªo, seg¨²n ejemplificaba Chamfort el mundillo literario. De sus maestros destaca a Aleixandre, mentor en todo tiempo, y a Mar¨ªa Zambrano, con quien presenta una afinidad espiritual manifestada a veces en la sincronicidad junguiana.
En estas memorias hay sucesos, pero m¨¢s a¨²n iluminaciones, remansos l¨ªricos, di¨¢logo con autores de todas las ¨¦pocas y lugares, pero no de todas las sensibilidades. De hecho, la suya se funda inicialmente en el alto romanticismo europeo, lejos de la iron¨ªa deformadora, el ludismo experimental y la desconfianza en la sublimidad del arte que dominaban en la antolog¨ªa de sus coet¨¢neos nov¨ªsimos, en la que ¨¦l no figura por ¡°demasiado cl¨¢sico¡±, como confesar¨ªa m¨¢s tarde el ant¨®logo. Ah¨ª deja ver alg¨²n resquemor Colinas; asimismo cuando se refiere al Premio Nacional de Traducci¨®n que le concedi¨® Italia por su versi¨®n de Salvatore Quasimodo ¡°en los mismos d¨ªas en que el premio se [me] negaba en Espa?a¡±, o cuando, aludiendo al acc¨¦sit del Adon¨¢is que obtuvo, se?ala que ni siquiera puede recordar el nombre del galardonado. Tanto esto como, en sentido contrario, los testimonios de elogios ajenos sobre su obra llaman antes la atenci¨®n por su candidez que por una hipot¨¦tica vanidad, y debieran entenderse como muestras de una vocaci¨®n altiva solo en cuanto que se cumple en ella misma.
Justificaba Unamuno el abandono de su fiebre epistolar porque no pod¨ªa ser simult¨¢neamente escritor de p¨²lpito y de confesionario. Asumiendo la dimensi¨®n p¨²blica de Colinas, escritor ¡°profesional¡± amarrado al duro banco de la traducci¨®n y de los peri¨®dicos, es, sin embargo, autor de confesionario m¨¢s que de p¨²lpito, pues habla sotto voce a cada lector. En estas memorias, que se cierran con un ap¨¦ndice de aforismos y poemas en prosa, escoge el monodi¨¢logo con (ante) un estanque, en cuyo fondo se reflejan fluctuantes las im¨¢genes de una vida entregada a la poes¨ªa, la maceraci¨®n interior, la b¨²squeda de lo sagrado, y ello en los varios parajes donde ha plantado su tienda: La Ba?eza, C¨®rdoba, Italia, Ibiza, el ¡°monasterio pobre¡± de su casa salmantina¡, y entre medias, el ancho mundo.
Aun cuando Colinas niega ser un m¨ªstico, su libro da cuenta de alguna revelaci¨®n que remite a Noche m¨¢s all¨¢ de la noche o a Jard¨ªn de Orfeo: la vivida en un pueblecito lombardo junto al lago Iseo, o en un antiguo monasterio franciscano frente a Sierra Nevada, o la deambulaci¨®n por Jerusal¨¦n una noche en que no sab¨ªa, como el santico de Fontiveros, ¡°por d¨®nde iba y ad¨®nde me dirig¨ªa¡±, en el espacio uno ¡ªPlotino¡ª en que se disuelven las tres fronteras.
El libro recorre los hitos de una vocaci¨®n po¨¦tica orientada al misterio. Pero no se confunda este misterio con los razonamientos tortuosos o la oscuridad a?adida. Al contrario, se trata de un misterio claro, lavado por una lluvia como la que ba?a el cereal y de la que un d¨ªa, ante las quejas del poeta por su mansa persistencia, dijo una campesina en huelga forzada de labores agr¨ªco?las: ¡°Hoy le toca trabajar a Dios y a nosotros descansar¡±.
Memorias del estanque. Antonio Colinas. Siruela. Madrid, 2016. 400 p¨¢ginas. 21,95 euros
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