El horror, el horror...
A Ryan Murphy no hay quien le tosa. Primero fue Nip/Tuck, aquella serie con cirujanos pl¨¢sticos que se pasaban el juramento hipocr¨¢tico por el arco del triunfo; luego lleg¨® Glee, una especie de circo teen que demostr¨® que el hombre tiene buen ojo para las formulas; finalmente llega, con fanfarria de fondo, su ¨²ltimo invento: American Horror Story.
AHS (como la llamaremos a partir de ahora para ahorrarnos espacio) arranca este mismo lunes en Fox (dial 21 de Digital +) su andadura ib¨¦rica. De momento en Estados Unidos la cosa no pod¨ªa ir mejor aunque m¨¢s que buenas cr¨ªticas lo que ha presidido el panorama ha sido el desconcierto: nadie sabe exactamente hacia d¨®nde va o qu¨¦ quiere contar AHS pero ¨Ceso s¨ª- el envoltorio es espectacular.
Lo ¨²ltimo de Murphy empieza con un precioso trabajo de c¨¢mara (que incluye gr¨²a para que no falte de nada) y que nos presenta una casa con un curr¨ªculum desastroso en la que uno no vivir¨ªa ni aunque le dijeran que el alquiler es gratis. Naturalmente seremos testigos de una mala noticia (como en cualquier pel¨ªcula de terror que se precie) y la ¨Cno menos cl¨¢sica- elipsis que nos transporta hasta el presente.
Los ¨Cimpresionantes- t¨ªtulos de cr¨¦dito de AHS ya muestran que Murphy no est¨¢ de broma. Se los ha encargado a Prologue, la compa?¨ªa de Kyle Cooper. Cooper, que estuvo hace poco en el AGI Barcelona (donde ense?¨® sus hiper-radicales t¨ªtulos de cr¨¦dito ¨Crechazados- para The Kingdom, unos cr¨¦ditos que dejaron boquiabiertos a la audiencia del evento en cuesti¨®n) es el mejor sustituto de genios como Saul Bass o Stephen Frankfurt. ?l ha sido el responsable de los trabajos de apertura de Seven, El club de la lucha, El negociador, Hellboy o X-Men. Su labor para AHS (que recuerda al de Matt Mulder y Rama Allen para True Blood en intenci¨®n y tono) es de una maldad conceptual remarcable, dicho de otra manera: el espectador se pone en guardia en cuesti¨®n de segundos ante el cat¨¢logo de horrores que se despliega ante ¨¦l.
Despu¨¦s, el delirio. AHS bebe de Tod Browning pero tambi¨¦n de David Cronenberg, de David Lynch, de Tobe Hooper y hasta de Joel-Peter Witkin. Su trama, m¨¢s que en casas encantadas se mueve en torno a las peripecias una familia disfuncional con vecinos disfuncionales en entorno disfuncional y nos cuenta la historia de marido, mujer e hija y su mudanza a un casopl¨®n lleno de malos augurios.
El se?or de la casa, Dylan McDermott, es un psic¨®logo bastante m¨¢s tocado que sus pacientes, que se dedica a pasearse en pelotas por la casa a la menor ocasi¨®n buscando no se sabe muy bien qu¨¦. Su mujer, que pill¨® al esposo retozando con una jovenzuela en su propia cama, tampoco est¨¢ del todo bien. La hija adolescente, aficionada a autolesionarse, es el complemento perfecto para el matrimonio. En la casa tambi¨¦n habita alguien que luce un traje de latex y se pasea por ah¨ª con ¨¢nimo libidinoso.
Luego est¨¢ la vecina, una Jessica Lange en plena forma que da vida a esa se?ora intrigante que se preocupa de dar de comer a los gatos del barrio pero que ser¨ªa capaz de estrangular a su hija y quedarse tan ancha. Por otro lado est¨¢ la criada, una alucinante Frances Conroy (qu¨¦ camale¨®nica es esta se?ora) con un papel tan aterrador que casi da miedo mirarla de reojo y que juega un rol importante en el desarrollo de la trama a juzgar por lo visto hasta ahora.
Todo ello da pie a una narraci¨®n que juega con el espectador, que mezcla g¨¦neros como si fuera una batidora y que es francamente dif¨ªcil de digerir tras un primer visionado. Poco tiene que ver AHS con el cuento g¨®tico excepto por ciertos delirios est¨¦ticos, es m¨¢s bien una historia barroca, oscura, ininteligible en ciertos pasajes (la improbable relaci¨®n entre el ¨Cchalad¨ªsimo- paciente adolescente y la hija del protagonista, por ejemplo) que basa todo su poder en un potente empaque visual m¨¢s que en la solidez del gui¨®n. Hay momentos en los que Murphy parece estar pas¨¢ndoselo de f¨¢bula desconcertando al espectador a base de golpes de efecto (la visita de la abusona de la clase al s¨®tano de la familia), cambios de perspectiva (el personaje de Conroy a ojos de McDermott) o el uso del zoom y el montaje como armas de destrucci¨®n masiva. Hasta se permite la utilizaci¨®n de la banda sonora de V¨¦rtigo, una partitura que el maravilloso Bernard Hermann escribi¨® para Alfred Hitchcock y que no s¨¦ si interpretar como una pista sonora o un homenaje a un filme que tambi¨¦n juega al despiste con el espectador.
Las intenciones de AHS parecen indescifrables: por un lado es sumamente atractiva esa idea de la anarqu¨ªa narrativa que se despliega en cada esquina de la serie; por otro parece dif¨ªcil seguir con el tono inicial sin acabar d¨¢ndose con el muro del nihilismo. Si Murphy consigue hilar ¨Ccomo m¨ªnimo- un arco argumental m¨¢s o menos claro AHS podr¨ªa ser una gozada. Si por el contrario el creador deja que las acciones (y no los personajes) presidan la trama corre el peligro de acabar nadando en el pantano fangoso donde viven series como la mencionada True blood.
El delirio es divertido (mucho), pero solo un rato.
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