Agridulce fiesta moderna
El presidente ¡®saca a hombros¡¯ a L¨®pez Sim¨®n, y Manzanares protagoniza su mejor tarde en Las Ventas con un toreo solemne a un toro bonancible
Hasta el propio L¨®pez Sim¨®n se qued¨® sorprendido cuando el alguacilillo le entreg¨® las dos orejas del tercer toro; pero no las solt¨®, como hubiera hecho una aut¨¦ntica figura. Las mostr¨® al p¨²blico y cuando algunos espectadores protestaban por lo que consideraban un premio abusivo, el torero hizo un gesto como diciendo: "Pero si me las han dado¡ Qu¨¦ quieren ustedes que haga".
Pues tirarlas al callej¨®n porque no las merec¨ªa. Pase¨® las orejas por un error garrafal del presidente que sac¨® los dos pa?uelos sin motivo que lo justificara. El us¨ªa se gan¨® una merecida bronca de campeonato, gran parte del p¨²blico core¨® con energ¨ªa "Fuera del palco", pero el da?o ya estaba hecho. El presidente acababa de dar un puntillazo a la fiesta.
Del R¨ªo / Castella, Manzanares, L¨®pez Sim¨®n
Toros de Victoriano del R¨ªo, muy justos de presencia, mansos, blandos y nobles. Destac¨® el quinto por su calidad en la muleta.
Sebasti¨¢n Castella: estocada tendida y baja, un descabello -aviso-, cinco descabellos (silencio); pinchazo, casi entera ca¨ªda -aviso- (ovaci¨®n).
Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares: estocada (silencio); estocada -aviso-, (dos orejas).
L¨®pez Sim¨®n: estocada (dos orejas); estocada tendida (ovaci¨®n). Junto a Manzanares sali¨® a hombros por la puerta grande.
Plaza de toros de Las Ventas. Corrida extraordinaria de Beneficencia. 1 de junio. Lleno de "No hay billetes". Presidi¨® el Rey Don Juan Carlos desde el palco real.
Sin embargo, L¨®pez Sim¨®n continu¨® la vuelta al ruedo como si tal cosa, como un triunfador caricaturizado por una autoridad incompetente. El torero se hab¨ªa ganado el favor del p¨²blico con varias tandas hilvanadas de pases insulsos con la mano derecha, perfileros y destemplados, ejecutados con las plantas asentadas, pero siempre al hilo del pit¨®n y en l¨ªnea recta. Una voltereta sin consecuencias a la hora de matar a?adi¨® inter¨¦s a la faena, y los tendidos pidieron la oreja para el valeroso joven. La sorpresa de todos, y del propio torero, fue que el presidente le concedi¨® las dos. Dicho en cristiano: un bajonazo en los maltrechos costillares de la fiesta.
Pero hubo m¨¢s.
La corrida fue a la postre un espejo en el que se mira con orgullo la descafeinada tauromaquia moderna. V¨¦anse los toros: justitos de trap¨ªo, con las fuerzas cogidas con alfileres, simplones, mansos y bonancibles. Toros con los que el propio L¨®pez Sim¨®n no se entendi¨® en el cierre del festejo, y fracas¨® sin paliativos Sebasti¨¢n Castella, que ha finalizado una triste feria para la reflexi¨®n. Es un torero desconocido. Dio pases sin alma, sin gracia, a un animal noblote y sin codicia -el primero-, con el que ofreci¨® una imagen de vulgaridad impropia del triunfador del a?o pasado. No mejor¨® ante el quinto, del mismo tenor, que brind¨® al p¨²blico, y no fue capaz de justificarse siquiera.
Y un toro de almibarada condici¨®n propici¨® el triunfo de Manzanares, que sali¨® por la puerta grande a hombros de un toreo exquisito, henchido de lentitud y buen gusto, elegante y templado, que conmovi¨® a los tendidos, que en pie le rindieron admiraci¨®n cuando el toro cay¨® fulminado de un estoconazo cobrado a paso de banderillas.
Es verdad que el torero se luci¨® con unas sabrosas ver¨®nicas y una media de categor¨ªa al recibir a ese quinto toro de la tarde, que no causaba respeto alguno por su escasa estampa. Era, sin duda, un toro bonito de Sevilla antes que un serio ejemplar para Madrid.
Brill¨®, despu¨¦s, en un quite de tres chicuelinas y una media ejecutadas con las manos muy bajas, que deleitaron al respetable, al que brind¨® la faena cuando ya se sab¨ªa que el toro pod¨ªa ser de triunfo.
La corrida de hoy
Martes, 2 de junio. Vig¨¦sima octava corrida de feria. Toros de Hijos de Celestino Cuadri, para Luis Miguel Encabo, Fernando Roble?o y Rub¨¦n Pinar.
El inicio con la muleta fue espectacular; dos trincherazos, un par de recortes, abrochados con el de pecho, cargados todos ellos de una pasi¨®n desbordante. Un redondo, un molinete y otro de pecho largo y eterno, de pit¨®n al rabo, provocaron el entusiasmo; y, a continuaci¨®n, toreo al natural, dos tandas de muletazos lent¨ªsimos, pre?ados de elegancia y est¨¦tica, y el toro bueno embebido en el enga?o. Fue el colof¨®n de una tarde agridulce de la fiesta moderna: toros bonitos, toreros elegantes, un presidente lastimoso y un p¨²blico generoso y feliz.
Por cierto, se ech¨® de menos, y mucho, el jefe del estado, habitual en esta corrida, por lo que su presencia hubiera significado de apoyo a la fiesta, patrimonio cultural de este pa¨ªs. El rey Felipe VI lo es de todos los espa?oles, y espa?oles son, al igual que los aficionados al f¨²tbol, la mayor¨ªa de los espectadores que acudieron a la plaza de Las Ventas. Don Juan Carlos fue muy aplaudido, pero, a estas alturas, no es lo mismo.
Babelia
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