El misterio de los ¡®victorinos¡¯
Varios toros de una bien presentada corrida repartieron orejas que la terna fue incapaz de aceptar
El misterio de los victorinos es que no se supo lo que llevaban dentro porque sus lidiadores se mostraron incapaces de colocarse donde dicen los c¨¢nones que hay que citar, jugarse el tipo, exprimir las embestidas y poner la plaza boca abajo con el toreo aut¨¦ntico. Pero nada de eso es posible cuando los toreros se presentan con la moral por los suelos, cuando no pueden, aunque quieran, asentar las zapatillas en la arena, cuando se muestran temerosos de lo que tienen delante, cuando dudan y dan el paso atr¨¢s a las primeras de cambio; en fin, cuando el coraz¨®n sue?a con el triunfo, pero la cabeza retrocede ante el peligro.
Ya se sabe que el toro de Victorino Mart¨ªn no suele ser bobalic¨®n, por lo que exige conocimiento y actitud de torero de verdad; no acepta las medias tintas, huele la desconfianza y es implacable con los que no hacen las cosas como es debido.
Mart¨ªn / Uceda, El Cid, Abell¨¢n
Toros de Victorino Mart¨ªn, bien presentados, de bonitas hechuras; peligroso el primero; manso y complicado el segundo; bravo y noble el tercero; soso el cuarto; manso y noble el quinto, y manso y venido a menos el sexto.
Uceda Leal: pinchazo y casi entera (bronca); bajonazo y cuatro descabellos (silencio).
Miguel Abell¨¢n: dos pinchazos, estocada trasera y un descabello (silencio); pinchazo -aviso-, dos pinchazo y un descabello (silencio).
Manuel Jes¨²s El Cid: bajonazo (ovaci¨®n); estocada ca¨ªda (silencio).
Plaza de toros de Las Ventas. 3 de junio. Vig¨¦sima novena corrida de feria. Lleno de "No hay billetes". Se guard¨® un minuto de silencio en memoria de Rodolfo Rodr¨ªguez El Pana, torero mexicano fallecido.
El Cid, que es un buen hombre y ha sido un gran torero, lo intent¨®, pero no le sali¨® nada a derechas. Le toc¨® el mejor toro de la tarde, el tercero, -que brind¨® al veterano Victorino-, quiso cuajarlo, pero todo qued¨® en un intento bald¨ªo. Pero ¨¦l hizo como si no se hubiera dado cuenta. De hecho, cuando el animal cay¨® fulminado por un bajonazo infame, se puso de puntillas y levant¨® el brazo derecho con energ¨ªa en se?al de victoria. No contento con el gesto corri¨® hacia el centro del ruedo y all¨ª levant¨® los dos en una singular arenga torera para pedir los trofeos. ?No hab¨ªa visto el bajonazo? ?No era consciente de que hab¨ªa estado muy por debajo de la noble y encastada condici¨®n de un toro que hizo una buena pelea en varas, de la mano del picador Juan Bernal, que fue justamente aplaudido, y embisti¨® con codicia, recorrido, fijeza y humillaci¨®n en la muleta? Pues no lo ser¨ªa porque la impresi¨®n que dio es que estaba muy satisfecho con su actuaci¨®n.
Era toro de dos orejas y las dos se las llev¨® al otro mundo; como El Cid, que fue figura grande y hoy es un torero que no se encuentra a s¨ª mismo. Desconfiado y acelerado, dej¨® pasar una oportunidad de triunfo, y lo peor fue que el animal no pudo lucirse como merec¨ªa por la nula disposici¨®n de El Cid para el arte heroico.
La corrida de hoy
S¨¢bado, 4 de junio. Trig¨¦sima corrida de feria. Espect¨¢culo de rejoneo. Toros despuntados de Ferm¨ªn Boh¨®rquez, para Hermoso de Mendoza, Leonardo Hern¨¢ndez y Lea Vicens, que confirmar¨¢ la alternativa
Brind¨® el sexto a la concurrencia, pero pocos cre¨ªan a esas alturas en el milagro que, efectivamente, no se produjo. Ten¨ªa ese menos calidad, aunque tambi¨¦n se llev¨® el misterio a la carnicer¨ªa porque el torero se coloc¨® mal, mulete¨® despegado y todo se desinfl¨®. ?Por qu¨¦ brind¨®? Otra inc¨®gnita.
Una historia muy parecida sucedi¨® en el quinto, otro animal de buena condici¨®n que dio lo mejor de s¨ª cuando Abell¨¢n se coloc¨® adecuadamente; surgieron entonces brillantes naturales, que hubieran emocionado a la concurrencia si el torero no se empe?a en perder unos pasos entre uno y otro. El toro ten¨ªa fijeza y embest¨ªa humillado -que se quer¨ªa comer la muleta, vamos-, pero el torero tampoco tuvo su d¨ªa. Muy desconfiado se le vio ante el segundo, con la muleta retrasada, inseguro, y a merced de un toro complicado que se hizo con el mando de la situaci¨®n ante la inhibici¨®n del lidiador.
Y Uceda pas¨® entre una bronca ruidosa en su primero y un conformista silencio ante el cuarto. El toro que abri¨® plaza fue muy mal picado -buena reprimenda se llev¨® el piquero-, busc¨® con sa?a en banderillas y lleg¨® a la muleta sin un pase. Uceda no quiso ni verlo y, tras limitarse a tocarle los bajos, mont¨® la espada y acab¨® con el molesto contrincante. Al p¨²blico no le gust¨® tal decisi¨®n y le dedic¨® una exagerada pitada de ¨¦poca.
Muy soso era el cuarto, pero no menos que el propio torero, sin ganas, sin ning¨²n esp¨ªritu combativo, sin una gota de ilusi¨®n. ?Hombre, Jos¨¦ Ignacio, que est¨¢ usted en Madrid¡!
Babelia
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