La ligereza del caballo de fuego
Lo que define a esta actriz y cantante es ese toque de distinci¨®n brit¨¢nico de no darle demasiada importancia a las cosas
Tiene una voz oscura, que le sirve para cantar lo mismo en una iglesia que en un burdel, en una plazoleta inici¨¢tica con devotos emporrados sentados en el suelo, en un sucio bar de copas o en un teatro lleno de gente fina bajo l¨¢mparas de mil l¨¢grimas. Puede ser sofisticada y, a la vez, un poco canalla. En cualquier caso, cuando el concierto va a empezar, alguien en la oscuridad anuncia: con todos ustedes Leonor Watling y el grupo Marlango. El cono de luz la ilumina junto al piano de Alejandro Pelayo, y Leonor Watling, alta, muy bella y carnal, con los labios casi pegados al micr¨®fono comienza a susurrar con una languidez reptiliana una queja en ingl¨¦s, o en castellano, que ella misma ha escrito en un cuaderno durante los descansos de los rodajes o en los momentos en que se siente m¨¢s sola y desconsolada. Canta blues y un pop elegante. El nombre de Marlango lo tom¨® Leonor Watling de una canci¨®n que su admirado Tom Waits dedic¨® a un amor de 14 a?os, una adolescente mexicana llamada Suzie Montelongo, un apellido que mal pronunciado en ingl¨¦s se convirti¨® euf¨®nicamente en Marlango. Hay errores que son diamantes.
Un d¨ªa, en uno de sus conciertos, mientras Leonor Watling con una melancol¨ªa muy gutural iba narrando alg¨²n desgarro interior: Qu¨¦ quieres de mi, qu¨¦ quieres que yo haga, y el p¨²blico muy entregado la aplaud¨ªa, yo recordaba aquel verano en que escrib¨ª la historia de amor de una muchacha que se mov¨ªa por detr¨¢s de la barra de una cantina del puerto en un pueblo del mediterr¨¢neo, sin saber los estragos que en los marineros anclados en el mostrador causaba la inocencia provocativa de su cuerpo. Un ricach¨®n la adoraba, la requer¨ªa obsesivamente con toda clase de promesas, pero ella estaba enamorada de un joven profesor de literatura solo porque le contaba historias de h¨¦roes del pasado. Bigas Luna quiso llevar esta historia al cine. Como cualquier escritor, tambi¨¦n yo hab¨ªa puesto rostro, cuerpo, gestos y miradas a aquella chica limpia y voluptuosa con la imaginaci¨®n, mientras Bigas Luna, por su parte, llegado el caso, buscar¨ªa a la actriz que encarnara a la protagonista de ese relato, Son de Mar.
Un d¨ªa el director me dijo que la hab¨ªa encontrado. Es este aspecto era muy fiable. Ya hab¨ªa descubierto a Pen¨¦lope Cruz, a Javier Bardem y a Jordi Moll¨¢ en Jam¨®n Jam¨®n, de una sola tacada. Leonor Watling hab¨ªa hecho peque?os papeles en televisi¨®n y en cine, incluso hab¨ªa optado a un Goya, pero la revelaci¨®n se produjo cuando Bigas la invit¨® a su mas¨ªa de Torredembarra, en Tarragona, y durante una cena la grab¨® un poco a traici¨®n ante unas gambas rayadas con su c¨¢mara digital. Ella se ruboriz¨®. Fue ese rubor natural el que decidi¨® la elecci¨®n. Luego Bigas trat¨® de convencerla de que har¨ªa de sus senos desnudos todo un mar, y la envolvi¨® en la propia fiesta de vivir los placeres en la que este director era un maestro. Cuando conoc¨ª personalmente a Leonor Watling, supe que era la Martina de la novela que hab¨ªa imaginado. Claro, eras t¨², le dije.
Poco despu¨¦s la tom¨® Almod¨®var para someterla al tormento de interpretar a una chica en coma, en la pel¨ªcula Hable con ella, en la cual la actriz deb¨ªa permanecer inm¨®vil durante varios minutos interminables sin tragar aire ni mover los p¨¢rpados mientras la c¨¢mara se cern¨ªa en un largo primer plano sobre su rostro. Luego llegaron m¨¢s papeles, m¨¢s ¨¦xitos, con la seguridad por parte de los directores de que es una actriz que nunca falla, pero aqu¨ª se trata de saber en qu¨¦ consiste su aura m¨¢s all¨¢ de la pantalla, qu¨¦ la hace una mujer singular.
Naci¨® en Madrid en 1975, se cri¨® entre hermanos mayores, con posters y m¨²sica estridente en las habitaciones, y de muy peque?a percibi¨® que la religi¨®n era una ficci¨®n aleatoria, puesto que su madre era una anglicana inglesa y se llevaba muy bien con su marido cat¨®lico gaditano, y aunque iba al colegio de monjas Madre de Dios, siempre supo que eso de la fe es una cuesti¨®n privada, sin intermediarios. Quiso ser bailarina, pero una lesi¨®n de rodilla la apart¨® de esta su primera vocaci¨®n. La vida la ha llevado a vivir entre m¨²sicos, primero con su compa?ero sentimental, el pianista compositor Alejandro Pelayo, que despu¨¦s se ha convertido en compa?ero profesional en Marlango, y ahora la historia de su coraz¨®n la vive con su marido, el cantante y autor uruguayo Jorge Drexler, de la que han nacido dos hijos, Luca y Lea.
Lo que define a Leonor Watling es ese toque de distinci¨®n brit¨¢nico de no darle demasiada importancia a las cosas que comparte con la sensaci¨®n de que lleva dentro un caballo de fuego a la espa?ola. Se mueve con soltura entre hombres con un feminismo real, pero le agota el laberinto de las mujeres, exigir mucho sin exigir, decir una cosa y pensar que el compa?ero va a entender que est¨¢s diciendo otra. Puede ser ligera o intensa, de cara lavada o con unas suaves ojeras de madre con hijos de andar por casa. Tambi¨¦n puede mostrar un lado oscuro, como su voz, ligeramente g¨®tica, que se expresa en ese anillo en forma de calavera engarzada en el dedo del amor. "Me gusta, no s¨¦ por qu¨¦", dice.
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