Los chicos que saben bailar y planchar
Two Door Cinema Club aporta una gran dosis de diversi¨®n elegante a la ¨²ltima madrugada del Mad Cool
Minutos antes de encaminarse hacia el escenario principal del Mad Cool, los muchachos de Two Door Cinema Club extendieron la tabla de planchar en mitad de su camerino y le dieron un ¨²ltimo repasito al vestuario. Una buena met¨¢fora, ahora que caemos: los irlandeses son bailongos, divertidos e ideales para el p¨²blico saltar¨ªn, pero nunca olvidan que detr¨¢s de un dos por cuatro implacable debe latir una canci¨®n resultona. L¨¢stima que no se apliquen el cuento de la plancha (entre otras cosas, porque algunos comparecen descamisados) los integrantes de Biffy Clyro, una de esas bandas de estadio que suplen cualquier atisbo de imaginaci¨®n por una colecci¨®n infinita de ooohhh ooohhhs y dem¨¢s interjecciones de f¨¢cil seguimiento. En Escocia y otros rincones del orbe enloquecen con ellos; aqu¨ª, por esta vez, vamos a proclamarnos aislacionistas.
El cataclismo que Neil Young provoc¨® en la clausura de esta primera edici¨®n (35.473 espectadores en la tercera jornada, una cifra espectacular) hubo de ser gestionado con escapadas multidireccionales. Quedarse frente a los Clyro y procesar lo que acababa de suceder pocos metros m¨¢s all¨¢ era la alternativa m¨¢s c¨®moda: despu¨¦s del inolvidable concierto del ermita?o canadiense, la irrelevancia de los escoceses serv¨ªa para ponerle rostro a la vieja comparaci¨®n entre Dios y tu cu?ado. Pero la alternativa seductora para el p¨²blico menos rockero la ofrec¨ªa Flume en el escenario 3, que se qued¨® peque?¨ªsimo. Las colas de admiradores que no lograban acceder al pabell¨®n fueron incesantes durante la hora larga de sesi¨®n y a¨²n se manten¨ªan cuando lleg¨® el acorde final. Si es que en esta cosa de la electr¨®nica se puede hablar de acordes.
La expectaci¨®n en torno a este querub¨ªn australiano ya era enorme al principio del Mad Cool, pero se multiplic¨® con las buenas referencias generadas tras su paso de la v¨ªspera por el Sonar. Y Harley Streten se dej¨® la piel, ciertamente, suponiendo que ello sea posible subiendo y bajando potenci¨®metros frente a una mesa de mezclas. Lo cierto es que el nuevo ¨¢lbum, Skin (¡°piel¡±, eureka), incluye algunos ritmos narc¨®ticos muy bien entremezclados con sensuales voces de r&b. Y la simpat¨ªa que genera el personaje hace el resto: ayuda la cara de ni?o bueno con la melenita revuelta, esa sensaci¨®n de que a Streten le quedan telares abundantes donde trasquilar con sus tijeras a lo largo de los pr¨®ximos a?os.
El fest¨ªn de Two Door Cinema Club, pasada ya la una de la madrugada y con curro a destajo en todas las barras del recinto, result¨® desaforado
El fest¨ªn de Two Door Cinema Club, pasada ya la una de la madrugada y con curro a destajo en todas las barras del recinto, result¨® ya desaforado del todo. Los norirlandeses se gu¨ªan por un patr¨®n sonoro muy definido, con ese chaston a discreci¨®n en la bater¨ªa que tanto ha influido a los granadinos Ni?os Mutantes, pero multiplican su encanto cuando se atreven a subirle el volumen a las guitarras (This is the life).
Cuatro a?os despu¨¦s de Beacon, adem¨¢s, anoche era el momento de dar a conocer por d¨®nde ir¨¢n los tiros del tercer ¨¢lbum, previsto para octubre. Gameshow, el tema central, arranca con una caja de ritmos y se antoja m¨¢s oscuro y afilado que de costumbre. Y Are we ready, primer sencillo, nace a partir de unos coros infantiles pregrabados e insin¨²a un arrebato funk antes de derivar en un estribillo marca de la casa. No se asusten por lo de los coros: la cosa tiene buena pinta.
Y justo antes de que Neil Young impartiera su estratosf¨¦rica lecci¨®n de country, folk, rock y devoci¨®n por el oficio, el siempre estimulante John Grant se plantific¨® en el escenario 5 para hacer exactamente lo que anunci¨® y sugiri¨® en perfecto castellano: ¡°?Vamos a mover el culo!¡±. Se trata de una opci¨®n leg¨ªtima; incluso (si no lo impide el pudor) muy disfrutable. El problema es que el antiguo l¨ªder de The Czars no parec¨ªa el artista m¨¢s indicado a tal fin; no ya para hacerlo, a sabiendas de que su sensualidad queda lejos de su encanto y carisma, sino para propiciarlo.
El concierto fue breve y a ratos desconcertante, con la sospecha creciente de que al de Michigan se le est¨¢ yendo de las manos esa s¨²bita fascinaci¨®n por los ritmos bailables. Grant debut¨® en solitario con el maravilloso Queen of Denmark; se reinvent¨® con Pale green ghosts, que era electr¨®nico pero absorbente, y ahora se nos est¨¢ echando a perder. El exceso actual le afea no ya por sus escasas dotes coreograf¨ªas, que abonan la an¨¦cdota, sino porque dinamita su voz primorosa y hasta ahora catalizadora de dolor, ternura, autodestrucci¨®n, arrebatos y dem¨¢s emociones.
Que su teclado se averiase justo cuando se dispon¨ªa a interpretar el tema central de aquel primer disco no supimos si atribuirlo a una premonici¨®n o a una maldici¨®n. Y que el concierto terminase sin escuchar la devastadora GMF (Greatest motherfucker) pareci¨® todo un indicio de que nuestro encantador genio barbado atraviesa una fase de confusi¨®n estil¨ªstica. Pasajera, esperemos.
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