El mundo en el jard¨ªn
El libro Jardinosof¨ªa y una muestra sobre Burle Marx reivindican un vergel ¨¦tico como escuela para la felicidad cotidiana
En una ¨¦poca de huertos urbanos en solares descuidados, el jard¨ªn contin¨²a siendo un espacio ut¨®pico. Mantiene vivo el ideal de un mundo mejor y, retratando las prioridades de su tiempo, simboliza otro tipo de poder: el de la democracia de los jardines p¨²blicos, el de los titanes financieros o el del activismo que une a ciudadanos en torno a un descampado.
Naturaleza domesticada, obra de arte viva, imagen del mundo, muestra del refinamiento cultural y de la violencia que el hombre ejerce sobre la naturaleza, que el jard¨ªn invita al florecimiento personal es algo sabido desde la antig¨¹edad. No en vano, las primeras escuelas filos¨®ficas ¡ªde la Academia de Plat¨®n al jard¨ªn de Epicuro, pasando por el Liceo aristot¨¦lico¡ª se desarrollaron en ¨¦l. El jard¨ªn es una escuela para la felicidad cotidiana. No hay mejor lugar para pasear, contemplar o perderse ni para desarrollar la paciencia, la humildad, la perseverancia o la gratitud. Por eso el antrop¨®logo y fil¨®sofo Santiago Beruete (Pamplona, 1961) ha estudiado su importancia en la historia de las ideas planteando su dimensi¨®n ¨¦tica en el libro Jardinosof¨ªa (Turner).
Si en Oriente fil¨®sofos, poetas y pintores eran los art¨ªfices de los jardines, los occidentales quedaron en manos de paisajistas y arquitectos cuyos vergeles retrataron la sociedad enclaustrada del medievo o la absolutista francesa del XVII. Beruete considera que el pensamiento racionalista de Descartes est¨¢ en el orden y la simetr¨ªa de Versalles ¡ªreflejando una monarqu¨ªa que tiraniza la naturaleza¡ª, mientras que los jardineros ingleses ¡ªautores de parques ¡°naturalistas¡±, aparentemente espont¨¢neos¡ª se apoyan en la defensa de Francis Bacon del conocimiento a partir de las impresiones sensoriales.
?Existe un jard¨ªn moral? ?Un espacio sostenible con la naturaleza, la geograf¨ªa, la econom¨ªa y la sociedad? Aunque las prioridades de los jardines ingleses no se pueden disociar de las ideas de la Ilustraci¨®n, hist¨®ricamente se ha considerado ¡°humanizaci¨®n del paisaje¡± su sometimiento a la geometr¨ªa para favorecer el rendimiento de las tierras. Por eso, el retorno a la naturaleza defendido por Rousseau se antoja m¨¢s una po¨¦tica que una ¨¦tica: aunque no se viera la mano del jardinero, no hab¨ªa nada que ¨¦l no hubiera ordenado.
As¨ª, siendo dif¨ªcil discernir qui¨¦n controla a qui¨¦n entre un jard¨ªn y un jardinero, Beruete recuerda que los seres humanos y las plantas se han amaestrado mutuamente. La descarnada sociedad capitalista, por ejemplo, tiene una rom¨¢ntica sensibilidad paisaj¨ªstica: ¡°Muchos de los arist¨®cratas brit¨¢nicos involucrados en el desarrollo de la revoluci¨®n industrial ¡ªy en el consiguiente deterioro de la campi?a inglesa¡ª promovieron la est¨¦tica paisajista que caracteriza el id¨ªlico jard¨ªn ingl¨¦s tratando de recrear la Arcadia que estaban destrozando¡±.
Todos los jardineros lo saben: ¡°La ¨²nica manera de controlar la naturaleza es obedeci¨¦ndola¡±. Ella indica el camino
Todos los jardineros lo saben: ¡°La ¨²nica manera de controlar la naturaleza es obedeci¨¦ndola¡±. Ella indica el camino, aunque en la jardiner¨ªa intervenga la vanidad del jardinero tanto como su sabidur¨ªa y ese control implique poder. ¡°No tiene la misma experiencia del jard¨ªn quien lo siembra y cuida que quien lo mira y pasea¡±. Por eso, frente al jard¨ªn como mascota o la jardiner¨ªa como ¡°arte de la crueldad¡± si atendemos a que una hermosa alfombra de c¨¦sped puede interpretarse como un desierto biol¨®gico, Beruete defiende otro jard¨ªn m¨¢s: el que es remedio para los conflictos de clase, fortalece el car¨¢cter, acalla el ego y remueve la conciencia. Algo que lleva a que nos planteemos qu¨¦ papel guarda el siglo XXI para el jard¨ªn.
En un tiempo en el que de un vertedero es posible sacar un jard¨ªn, el paisaje exige ir m¨¢s all¨¢ de los ojos y lograr una traducci¨®n ¨¦tica. Algo de eso hab¨ªa en el trabajo de Roberto Burle Marx al que el Museo Jud¨ªo de Nueva York rinde homenaje. Y es que, m¨¢s all¨¢ de traducir la pintura biom¨®rfica de Jean Arp a parque, el paisajista brasile?o fue un creador responsable, es decir: consciente de las implicaciones sociales y ecol¨®gicas de su trabajo.
Burle Marx (S?o Paulo, 1909-R¨ªo, 1994) cre¨® a la manera de Frank Lloyd Wright ¡ª?que defend¨ªa que un edificio no deb¨ªa estar ¡°sobre¡± la colina sino ¡°en¡± ella¡ª el marco para el Centro Gubernamental de Brasilia. Pero tambi¨¦n transform¨® un vertedero junto al puerto de R¨ªo de Janeiro en el Parque Brigadeiro Eduardo Gomes, adem¨¢s de dise?ar el paseo mar¨ªtimo de Copacabana en el que las palmeras parecen bailar samba.
Sus trabajos m¨¢s conocidos coronan, como quer¨ªa Le Corbusier, las azoteas del Banco Safra de S?o Paulo o del Ministerio de Educaci¨®n y Salud de R¨ªo, pero m¨¢s all¨¢ de pintar con plantas, Burle Marx reivindic¨® la necesidad de cuidar y trabajar con lo aut¨®ctono. Hijo de padre alem¨¢n, se trat¨® la miop¨ªa en Berl¨ªn y all¨ª, en el jard¨ªn bot¨¢nico, descubri¨® at¨®nito la flora aut¨®ctona de su pa¨ªs que nunca hab¨ªa visto en Brasil. Por eso, su trabajo ser¨ªa un jard¨ªn ¨¦tico de los que busca Beruete: entra por los ojos y arraiga en la raz¨®n. El propio Burle Marx, que dio nombre a varias plantas, dedic¨® parte de su vida a estudiarlas, criarlas y clasificarlas. Hoy la vegetaci¨®n aut¨®ctona se ha impuesto sobre el sinsentido de un exotismo importado.
¡°Mitificamos el desarrollo sostenible instalados en la arrogancia de nuestro insostenible crecimiento¡±, protesta Beruete, que, como ant¨ªdoto contra la avidez consumista, defiende la hortiterapia frente a la lucropat¨ªa y aboga por una relaci¨®n con la naturaleza no basada en la explotaci¨®n y la codicia, sino en el respeto y el aprendizaje.?
Jardinosof¨ªa. Una historia filos¨®fica de los jardines. Santiago Beruete. Turner. Madrid, 2016. 536 p¨¢ginas. 29 euros.
Roberto Burle Marx: Brazilian Modernist. Museo Jud¨ªo Nueva York. Hasta el 18 de septiembre.
The Garden, An Illustrated History. Julia S. Berrall. (The Viking Press, 1966).
El jard¨ªn en la arquitectura del siglo XX. Dar¨ªo ?lvarez. (Revert¨¦, 2007). Complementario del anterior.
El jard¨ªn de la metr¨®poli. Del espacio rom¨¢ntico al espacio libre para una ciudad sostenible. Enric Batlle. (Gustavo Gili, 2011).
Paisaje y pensamiento, Paisaje y arte, Paisaje y territorio y Paisaje e historia. Javier Maderuelo (editor). (Abada, 2006 a 2009).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.