La pasi¨®n Stanislavski
Cada d¨ªa admiro m¨¢s a Stanislavski. ?Hizo tanto y sigue siendo tan denostado! Hoy cualquier lelo que acaba de salir del cascar¨®n actoral suelta la repetida gansada de ¡°A m¨ª lo que me va es el m¨¦todo Stolisnaya¡± y se queda tan ancho. A?os atr¨¢s, por pura falta de conocimiento, me pareci¨® que Mamet ten¨ªa raz¨®n al criticarle en Verdadero y falso, aquel libro donde el dramaturgo combinaba, como suele ser su costumbre, notables intuiciones con abundantes muestras de ¡°porque lo digo yo¡±.
Juan Carlos Corazza me dijo un d¨ªa: ¡°Lee m¨¢s a Stanislavski. L¨¦elo mejor¡± e intent¨¦ seguir met¨®dicamente (nunca mejor dicho) su consejo. Devor¨¦ todas las ediciones en Alba y estos d¨ªas estoy disfrutando mucho con Cuaderno de direcci¨®n, una antolog¨ªa reci¨¦n publicada por la benem¨¦rita Pajarita de Papel, donde vuelve a quedar clara la vastedad de su influencia. Son textos fechados entre 1905 y 1922, a?os en los que el actor, director, investigador y pedagogo ruso comienza a afianzar las bases de su b¨²squeda de la verdad interpretativa (o, como dec¨ªa, de ¡°la vida del alma¡±). El libro alterna notas sobre ensayos, an¨¢lisis de textos y planes de puesta en escena (Espectros, de Ibsen) con escritos sobre la cr¨ªtica, exhortaciones a los actores y apuntes sobre el mundo del teatro ruso de la ¨¦poca.
Muchos le acusaron de diletante (¡°ni?o rico¡±) y dogm¨¢tico, pero dir¨ªa que, como a menudo ocurre con los visionarios, confundieron sus ense?anzas con las reducciones formuladas por sus disc¨ªpulos. ?Stanislavski dogm¨¢tico? Recuerdo estas frases a sus alumnos, que me hacen pensar en Juan de Mairena: "No s¨¦ais esclavos de mis palabras. Aprovechadlas para crear algo que funcione para cada uno de vosotros, y desechad todo aquello que no os sirva. Un actor ha de aprender de la tradici¨®n para romperla y superarla". Leo a Stanislavski y veo a un hombre que se equivoc¨® muchas veces (algunos de sus enfoques de la obra de Ch¨¦jov, por ejemplo) pero que amaba el teatro por encima de todas las cosas. Veo un pensamiento apasionado en evoluci¨®n constante que, como dice Corazza "cambia de libro en libro, de ¨¦poca en ¨¦poca, y que se revela, como con la pintura impresionista, al tomar la distancia justa del cuadro".
Pienso ahora en la historia de Stella Adler, la ¨²nica actriz estadounidense que recibi¨® clases directas del maestro. Viaja a Par¨ªs en 1934 para trabajar con ¨¦l cinco semanas y se encuentra a un Stanislavski enfermo y paral¨ªtico pero lleno de vigor, que le sorprende al decirle, entre otras cosas, que ya ha dejado atr¨¢s sus teor¨ªas sobre memorias emocionales y sensoriales, que lo fundamental es definir las necesidades y objetivos de los personajes. Ese viaje y lo que el maestro le dijo en Par¨ªs generan, a su vuelta a Nueva York, la gran escisi¨®n en el Group Theater entre las dos grandes corrientes: los stanislavskianos ortodoxos, con Lee Strasberg a la cabeza, y los renovadores, encabezados por Adler, Sanford Meisner y Robert Lewis. Pero esa es otra historia. A?os fundacionales, a?os fervientes, como escribi¨® Harold Clurman. Ojal¨¢ se publiquen m¨¢s entregas de estos Cuadernos. ?Queda tanto por leer de Stanislavski!
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