El error lo pagan los lectores
Gay Talese ha tenido una excepcional carrera que no puede quedar autom¨¢ticamente destruida por lo ocurrido
Desde un punto de vista puramente humano cabr¨ªan dos actitudes ante la desgracia monumental acaecida a Gay Talese, icono hasta hoy indestructible del mejor periodismo norteamericano. La primera ser¨ªa comprender que nadie est¨¢ exento de error, que, en principio, la buena fe del autor deber¨ªa estar fuera de toda duda, que le enga?aron y que el que est¨¦ libre de pecado que tire la primera piedra. La segunda es que quienes pagan el error son los lectores, a los que, cualesquiera que sean las mejores intenciones de Talese, se est¨¢ enga?ando, aunque en este caso la pifia se haya reconocido antes de que apareciera, dentro de unas semanas, el libro,?El motel del voyeur, y el periodista entone un mea culpa.
Pero hay leyes sin piedad en esto del periodismo como la de que si del ¨¦xito el autor es el gran beneficiario, del fiasco tiene que ser igualmente responsable. Un hecho anecd¨®tico aunque menor puede poner los puntos sobre las ¨ªes. Un equipo espa?ol de f¨²tbol jugaba en un pa¨ªs de Europa del Este, en un encuentro que para la ¨¦poca pre-Champions era importante. El enviado de un rotativo espa?ol no pudo llegar a tiempo para hacer la cr¨®nica por razones log¨ªsticas enteramente ajenas a su voluntad. Y, pese a ello, el fracaso ten¨ªa padres entre los que figuraba el frustrado cronista. Era un caso infinitamente menos significativo que el que nos ocupa, pero con el lector como perjudicado.
Talese es inevitablemente responsable de no haber hecho las indagaciones y corroboraciones que tocaban en una historia que, presumiblemente, le habr¨ªan hecho desistir de su prop¨®sito, como que el propietario del motel que espiaba las expansiones ¨ªntimas de la clientela, no estuviera en el establecimiento en parte del tiempo al que correspond¨ªan algunas de sus confesiones. Y tanto es as¨ª, como que Talese reconoc¨ªa en el libro que no pod¨ªa garantizar la exactitud de todo lo all¨ª expuesto.
El gran periodista norteamericano, el autor del Resfriado de Frank Sinatra, ha tenido una excepcional carrera que no puede quedar destruida por lo ocurrido, y ser¨¢ el lector el que tenga la ¨²ltima palabra sobre el da?o sufrido a su trayectoria por el error con el que la cierra. Y el epitafio de esta historia deber¨ªa ser, a mi juicio, que el libro no viera nunca la luz. Pero eso ya es harina de otro costal.
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