El encierro de San Ferm¨ªn, una catarata de miedos
El 54% de los corredores lo hace por primera y ¨²nica vez. El riesgo de morir es del 0,017%
El encierro de San Ferm¨ªn es una locura. Vallar cuatro calles, abrir las puertas a seis toros de 600 kilos, elegidos entre los de m¨¢s trap¨ªo de las ganader¨ªas bravas, para que se abran paso entre unos dos mil mozos que los esperan masticando el miedo, y materialmente petrificados contra la pared, corren delante o detr¨¢s de ellos, los tocan, entorpecen su hu¨ªda, buscan un hueco entre la manada arrolladora, tratan de driblar el empuj¨®n de un compa?ero, la huella sangrienta de un pit¨®n astifino o el doloroso pisot¨®n de una pezu?a, y salir indemne del encuentro, cual sin¨®nimo de victoria, carece de una l¨®gica explicaci¨®n racional.
El encierro es una locura; y ah¨ª est¨¢ la hoja de servicios, te?ida de luto por la muerte de 16 corredores que se dejaron la vida en el empe?o, y cientos de heridos por asta de toro o traumatismos que, a?o tras a?o, engrosan la lista de damnificados de una fiesta que no tendr¨ªa ning¨²n sentido si no estuviera apegada al riesgo y al peligro que supone la fuerza descomunal de un toro asustado que a?ora la paz de la dehesa y busca zafarse de corredores multicolores que lo acosan sin motivo.
Ciertamente, el encierro no es un juego de ni?os. M¨¢s bien, es una fiesta en la que flota el fantasma de la tragedia, una catarata de miedos en la que los mozos se exponen a morir para sentirse vivos.
Pero el encierro es el cimiento de San Ferm¨ªn; el cimiento y el alimento sin cuyo concurso no pasar¨ªa de ser una bacanal de bebida y comida. Por eso, porque es una prueba de m¨¢ximo riesgo, cuyo misterio muchos llevan incrustada en lo m¨¢s hondo del sentimiento, y otros, llegados desde lejos, pretenden descubrirlo en la cercan¨ªa del toro, re¨²ne a miles de personas en el corto plazo de ocho d¨ªas que suena a eternidad.
Todo comienza el 7 de julio, festividad de San Ferm¨ªn, patr¨®n de Navarra, ante la hornacina del santo, en la Cuesta de Santo Domingo, cuando faltan tres minutos para las ocho de la ma?ana y un grupo de mozos, peri¨®dico en mano, reza en voz alta: "A San Ferm¨ªn pedimos, por ser nuestro patr¨®n, nos gu¨ªe en el encierro d¨¢ndonos su bendici¨®n". E instantes despu¨¦s, salen los toros y el santo hace lo que puede. Muchas cornadas evita para ser tan peque?o de estatura.
De tal modo se hace presente una tradici¨®n cuyo origen que se pierde en el siglo XIV, cuando ya se celebraban festejos taurinos y los animales eran conducidos a pie desde el campo a la ciudad y el ¨²ltimo tramo lo hac¨ªan de madrugada para no molestar al vecindario. Aquellas?entradas, como entonces se las denominaba, han derivado en los encierros actuales, que hasta la mitad del XIX conclu¨ªan en la plaza del Castillo, acondicionada temporalmente como plaza de toros para los Sanfermines; despu¨¦s, el encierro tuvo hasta cuatro recorridos diferentes en funci¨®n de la ubicaci¨®n de las distintas plazas que hubo en Pamplona, hasta que el 1992 se inaugur¨® la actual y elev¨® a la fama la Cuesta de Santo Domingo, Mercaderes, Estafeta, tramo de Telef¨®nica y la entrada a la plaza de toros. En total, 875 metros, que cada ma?ana durante ocho d¨ªas, se convertir¨¢ en un hervidero humano con miedosas ansias de averiguar a qu¨¦ huelen los toros.
Por esas calles pasar¨¢n este a?o, y por orden de lidia, las reses escogidas de Fuente Ymbro, que har¨¢n su duod¨¦cima carrera; Cebada Gago, que vuelven desde 2012 y har¨¢n su 28 encierro; Jos¨¦ Escolar, que corren por segunda vez; Pedraza de Yelt¨¦s, que debutan; Jandilla, que han visitado la ciudad en 16 ocasiones; Victoriano del R¨ªo, seis, al igual que N¨²?ez del Cuvillo, que vuelven desde 2011, y Miura, los m¨¢s veteranos, que har¨¢n su carrera n¨²mero 36.
Entre todos han dejado innumerables cicatrices en los cuerpos de los mozos m¨¢s temerarios, m¨¢s inexpertos o con peor suerte.
Para evitar en lo posible que corra la sangre, m¨¢s de cien personas formar¨¢n el dispositivo sanitario de los encierros de este a?o. El dispositivo lo forman 16 ambulancias medicalizadas, 9 m¨¦dicos, 9 enfermeros, 21 t¨¦cnicos de transporte, 47 socorristas, 9 operarios de comunicaci¨®n y 8 coordinadores. En total, 9 puestos de atenci¨®n sanitaria, y otros 8 de apoyo, lo que supone uno por cada 53 metros del recorrido.
Los mozos y mozas menos arriesgados puede ver la carrera por televisi¨®n, desde un balc¨®n, ¡ªa 85 euros por persona se puede alquilar uno de un tercer piso con derecho a caf¨¦ y pastas para endulzar la espera¡ª, o aguardar que los toros lleguen al ruedo de la plaza, cuyas puertas se abren a las seis de la ma?ana, y quince minutos m¨¢s tarde comienza un animado espect¨¢culo de m¨²sica y baile al precio de seis euros.
Sea como fuere, el encierro es una locura. De hecho, el 54% de los corredores lo hace por primera y ¨²nica vez; quiz¨¢, es que saben que el riesgo de morir es del 0,017%. Pocas posibilidades, pero existen¡
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