Son molinos
Los grandes aspavientos que espantan el panorama enrevesado de las noticias nos parecen gigantes de un solo ojo, melena rubia y verborrea amenazante
Ahora que ya pasaron los dizque festejos oficiales (en tanto, el gobierno de Espa?a es s¨®lo un ente en funciones) y obviando que el cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes concluy¨® cronom¨¦tricamente con las horas del pasado d¨ªa de San Jorge en 23 de abril, no est¨¢ de m¨¢s ocuparnos del mero placer de la lectura de la mejor historia jam¨¢s contada y considerar una enorme minucia. Sucede que Cervantes escribe que la primera salida del hidalgo demediado ocurre en el an¨®nimo amanecer de un d¨ªa de julio. Alonso Quijano, en la ¨²ltima madrugada entregada exclusivamente a la lectura ha decidido poner en marcha su propia imaginaci¨®n ya contagiada y sale de ese lugar de la Mancha de cuyo nombre yo tampoco quiero acordarme. All¨ª va el hombre, leyendo la realidad en cada sombra que se extiende sobre los campos de Montiel, y a¨²n antes del amanecer ¨Cayer como hoy¡ªse percibe el bochorno de un calor que ha de volverse insoportable conforme avancen los p¨¢rrafos o las horas del d¨ªa. ?Qui¨¦n se atrever¨ªa a salir hoy mismo, escap¨¢ndose el grupo de turistas japoneses, enfundarse en una oxidada armadura de morri¨®n de encaje y cart¨®n sudado y dejarse llevar bajo el Sol quemante por los rumbos sin br¨²jula que elija un caballo flaco en busca de pienso y agua fr¨ªa? ?Qui¨¦n no caer¨ªa en la confusi¨®n por calores?
Hoy mismo con un Madrid que transpira todos sus jornadas por encima de los treinta y hasta treinta y cinco grados hay quienes confunden la opini¨®n con aforismo, el insulto con comentario y la burla de toda muerte (ajena) en declaraci¨®n humanitaria. Hoy que las estatuas sudan cemento y las calles se vuelven chiclosas tenemos el escenario ideal para imaginar el contexto probable de lo inveros¨ªmil: el hombre que ha decidido armarse caballero andante, cambiando su nombre por apodo y su biograf¨ªa por leyenda, ve de pronto por primera vez en su vida los molinos de viento que hac¨ªa muy poco tiempo que se trajeron de Holanda. Al parecer, el rey Felipe qued¨® pasmado con la fama del artefacto mec¨¢nico popular en Flandes y no tardaron en sembrarse los paisajes de la Mancha con esos armatostes absolutamente ajenos para un hidalgo que llevaba a?os encerrado en sus lecturas, mas no desconocidos para el humilde escudero que estaba acostumbrado a recoger costales de harina con los novedosos molineros. Sin embargo, con el calor que confunde y las armaduras que en el fondo no hacen sino estorbar las ideas, no es raro que sigamos a la fecha confundiendo molinos con gigantes, o al rev¨¦s.
Los grandes aspavientos que espantan el panorama enrevesado de las noticias nos parecen gigantes de un solo ojo, melena rubia y verborrea amenazante que de pronto se callan, ya sin viento o velas en las lenguas, y se muestran como lo que son: fanfarrones enloquecidos que, ciertamente, pueden volver a volar alto en cuanto quedan insuflados con nuevas ¨ªnfulas. Lo mismo al rev¨¦s: esos molinos o artilugios de una modernidad trastocada que se nos revelan como simples casitas para trillar el trigo pueden convertirse en la electr¨®nica pesadilla de nuestros temores m¨¢s ¨ªntimos: ?qu¨¦ ser¨¢ del mundo moderno sin los correos electr¨®nicos y qu¨¦ ser¨¢ de la ni?a si se le cae el feis? ?hay vida o veracidad allende el tuit?
De la primera salida, a¨²n sin escudero, volvi¨® el hombre adolorido por qui¨¦n sabe cu¨¢ntos golpes. Su caballo iba sin rienda, guiado por la pura br¨²jula de su querencia, directo al rumbo del establo de donde hab¨ªan salido en esa madrugada, ya acalorada, de un an¨®nimo amanecer de julio. Al verlo, un vecino quiere recordarle a la fuerza que ¨¦l se llama Alonso Quijano, que no es en verdad el Caballero de la Triste Figura, ni Don Quijote ni nada¡ pero ¨¦l no duda en espetarle Yo s¨¦ qui¨¦n soy. Somos los que so?amos leer la novela que muchos mientan sin haber le¨ªdo y somos los que vivimos la realidad enrevesada donde es f¨¢cil confundir las amenazas de monstruos desconocidos con las novedades impredecibles de los molinos ya conocidos en la memoria que se marea con el calor, que se confunde con las fechas, donde un hombre escribe hoy mismo los cuentos que van hil¨¢ndose en eso que ahora llaman novela y que quiz¨¢ no sea m¨¢s que el retrato m¨¢s fiel de lo que pasa por delante de la ventana, lo que viaja entre nubes cercanas al atardecer o todo lo que dicen los dem¨¢s sin imaginar que confeccionan los di¨¢logos del inmenso teatro del mundo.
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