Taj Mahal y Joshua Redman triunfan en el Festival de Vitoria
El certamen, que celebra 40 a?os de existencia, muestra una gran variedad de propuestas
Un festival de jazz son muchas cosas juntas. Hay jazz y lo que no es jazz. Un festival de jazz es un tutti frutti con sabor a chocolate y vainilla. Al cr¨ªtico corresponde poner las cosas/los sabores en su debido orden y, de ¨¦sta guisa, d¨¢rselas a conocer al lector, inform¨¢ndole de que, en tal fecha como el pasado martes, d¨ªa 12, dio comienzo la 40 edici¨®n del Festival de Jazz de Vitoria con el boato y la pompa que suelen acompa?ar ¨¦ste tipo de asuntos, o sea, ninguno. ¡°Un, dos tres¡±, y ya ten¨ªamos a Pablo Caminero ¨Cvitoriano de pro- y Chris Cheek ¨Cneoyorquino de no menos pro- sac¨¢ndole el brillo a una ¡°Sole¨¢ de Gasteiz¡± que no se la salta un galgo, pero s¨ª una chicharra, empe?ada en hacerse escuchar por encima del sonido del contrabajo. Caminero manda parar: muerte al bicho, y a otra cosa. Con esto que a uno le hubiera gustado escuchar a Caminero con sus flamenquer¨ªas por reguet¨®n, o al norteamericano con lo que sea que haga, cada uno por su lado. Pero bueno.
Esto fue el martes. Al d¨ªa siguiente, volvimos al mismo escenario del Teatro Principal para escuchar al consellher de la Generalitat Valenciana, Ximo Tebar, celebrando los 25 a?os de su ¡°Son Mediterr¨¢neo¡±, esa cosa que nadie sabe qu¨¦ es, salvo ¨¦l. Ximo tiene disco nuevo y una biograf¨ªa que le ha escrito un alumno suyo. Es un guitarrista estupendo, y tiene una versi¨®n del Concierto de Aranjuez que, cosa extra?a, era del gusto del maestro Rodrigo. La estren¨® aqu¨ª mismo, en Vitoria, hace un mill¨®n de a?os. Luego que, en medio de uno de sus solos, el cable de su guitarra dijo hasta aqu¨ª hemos llegado, y nos quedamos tal que as¨ª. La maldici¨®n del festival de jazz, o sea.
Mismo d¨ªa, diferente escenario. El pabell¨®n de Mendizorrozta a tope, o casi, para escuchar a la blueswoman Ruthie Foster y, m¨¢s luego, al arque¨®logo m¨²sico-rural Taj Mahal. Un tipo raro de bluesman de camisa hawaiana y elegante sombrero panam¨¢. Eran los primeros setenta, y el as¨ª llamado dio su primer concierto en Madrid, en un solar abandonado del barrio de Orcasitas (hablo de memoria, puedo equivocarme). Luego volvi¨® para cantar junto a Eric Burdon y ya no volvi¨® (a Madrid). Mahal, si se le puede llamar as¨ª, no es un gran cantante, ni un gran guitarrista o compositor. En realidad, no es un gran nada. Y, sin embargo, da gusto escucharle. Su m¨²sica dibuja una l¨ªnea imaginaria entre el bayou de la Luisiana y el Oriente africano. M¨²sica con aroma a las finas hierbas afro caribe?as. Sentado en medio de sus guitarras y sus 2 acompa?antes, saca a ¡°la ni?a¡± (especie de ukelele) para interpretar un reggae en un criollo arcaico que nadie, seguramente, entiende, sino ¨¦l.
Con lo que nos vamos a la noche del jueves 14, con la doble actuaci¨®n del trompetista Tom Harrell y el saxofonista Joshua Redman al frente de sus respectivos cuartetos; el primero, presentando sus ¡°Aventuras de un car¨¢cter quijotesco¡±, que los del jazz no vamos a ser menos en esto de celebrar el aniversario del ingenioso hidalgo. Algo de quijotesco tiene la figura enjuta y ensimismada de Harrell; su fragilidad, a veces, perturbadora; lo cual no le impide tocar un ¡°Body & Soul¡± a d¨²o con el contrabajista digno del mejor trumpet hero.
Y vino Joshua Redman con sus maneras de rock & roll star; que el hombre sabe c¨®mo hacer para que la audiencia se levante de sus asientos ¨Cy mira que es dif¨ªcil levantar al p¨²blico vitoriano de ning¨²n sitio- y le pida ¡°otra¡±, por amor de Dios. Toca con un contrabajista en calcetines y con el mejor bater¨ªa del mundo, llamado Jorge Rossy.
Joshua Redman interpreta una balada apasionada seguida de un ¡°Scrapple from the Apple¡± con otro t¨ªtulo; desea cumplea?os feliz al festival en su 40 aniversario, y a la joven cr¨ªtica no le gusta lo que toca, por considerarlo ¡°comercial¡±, pero ese es su papel.
Babelia
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