El adorable. El adorado
El genio neoyorquino sale triunfador del Teatro Real incluso en formato solista y su enorme repertorio le permite sobreponerse a una mala noche con la guitarra

Mencionaba Rufus Wainwright poco tiempo atr¨¢s que le aburrir¨ªa dedicarse a grabar solo discos de pop, puesto que es mucho m¨¢s rico y diverso todo cuanto bulle en su cabeza. Aplicando ese mismo razonamiento, algo bien parecido deber¨ªamos decir de sus conciertos solistas. Pudimos este s¨¢bado disfrutar como nunca de su portentoso torrente de voz y de una t¨¦cnica m¨¢s que sobrada al piano, pero la comparecencia en el Teatro Real nos priv¨® de la prodigiosa riqueza arm¨®nica y r¨ªtmica de uno de nuestros grandes compositores contempor¨¢neos. Tocaba disfrutar a Wainwright en estado virginal, y al neoyorquino le sobra repertorio y carisma para engatusarnos durante 105 minutos sin otra compa?¨ªa que sus canciones desnudas. Pero todos sab¨ªamos que all¨ª, enfrentados a uno de los autores m¨¢s imaginativos y complejos que ha dado la m¨²sica popular durante las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, est¨¢bamos resign¨¢ndonos a prescindir de oropeles y ropajes, de una parte significativa de la informaci¨®n.
No se puede tener todo, as¨ª que nos conformaremos recalcando que este s¨¢bado tuvimos nada menos que a Rufus. Esplendoroso. Locuaz. Cautivador. En su salsa. Y, por supuesto, plet¨®rico de inspiraci¨®n. Apareci¨® con una prudente camisa blanca y ese pelazo alborotado que despierta suspiros de envidia, pero el ingrediente estrafalario proven¨ªa esta vez de sus inenarrables mallas violetas con jaspeado color mostaza. Y nos suministr¨® 20 canciones exactas en las que hizo hueco para casi todo: los ¨¦xitos, las debilidades personales, alguna rareza, su faceta cl¨¢sica y, ?oh!, un tema in¨¦dito. ¡°S¨ª, me he puesto a escribir canciones nuevas¡±, anunci¨® antes de dar cuenta a la guitarra de Only The People That I Love, una preciosa balada de acordes oscuros y tesitura contenida. Y la noticia son¨® a gloria, teniendo en cuenta que su ¨²ltimo disco, digamos, convencional (Out Of The Game) se remonta ya a 2012.
Conste que Wainwright sigue siendo mucho Wainwright en su discograf¨ªa menos complaciente, como ese reciente Take All My Loves que le dedica a sus sonetos favoritos de Shakespeare. ¡°Voy a tocar dos temas del nuevo ¨¢lbum porque a m¨ª me encanta¡±, anunci¨®, casi desafiante, antes de ofrecernos When Most I Wink y A Woman¡¯s Face y reivindicar la enriquecedora convivencia entre las formas cl¨¢sicas y las populares. El problema es que el p¨²blico oper¨ªstico, por ejemplo, sigue aceptando solo a rega?adientes su Prima Donna, mientras nosotros nos derretimos en cuanto escuchamos el patr¨®n de piano en tres por cuatro de Vibrate.
Esa sencilla canci¨®n de amor, una de las m¨¢s emotivas que ha conocido el siglo XXI (incluso con sus alusiones a Britney Spears y el karaoke), abri¨® un tarro de las esencias en el que no faltaron Out Of The Game, 11.11, la enorme The Art Teacher, la ic¨®nica Gay Messiah o, como segundo e inesperado bis, la bell¨ªsima Poses. A?adamos la vieja y ya poco transitada Danny Boy, la estremecedora tristeza de Zebulon o la olvidada y muy reivindicable Jericho, y deduciremos, claro est¨¢, que este s¨¢bado volvimos a enfrentarnos a un cancionero inmenso.
El resto fue puro Rufus: la promesa de que aprender¨¢ espa?ol junto a su marido cuando se muden en oto?o a Los ?ngeles, el homenaje reiterado a las v¨ªctimas de la barbarie en Niza, los piropos a Pl¨¢cido Domingo o la advertencia de que no pensaba hablar del Brexit ¡°aunque In a graveyard me acaba de quedar muy escocesa¡¡±. Todo eso y, por supuesto, el desparpajo arrollador.
Este s¨¢bado, por ejemplo, anduvo algo torpe con la guitarra, que le cerdeaba con demasiada frecuencia; err¨® una cejilla en Gay Messiah y olvid¨® por completo la letra de California, una canci¨®n repleta de acordes e inflexiones incluso en su vocaci¨®n soleada. Cualquier otro habr¨ªa querido que le tragara la tierra. ?l se rio, nos hizo re¨ªr, sali¨® del trance, se granje¨® una de las grandes ovaciones de la noche. Rufus es as¨ª: El adorable en la inmensidad de sus cosas buenas, El adorado incluso cuando se le tuerce alg¨²n rengl¨®n. Una grandeza y un encanto como hemos conocido en muy pocos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.