S¨²bita aparici¨®n de Nunes
Conclu¨ªa el a?o de 1970 y trescientos ¡°intelectuales¡± se hab¨ªan encerrado en Montserrat en protesta contra el gobierno franquista por el Proceso de Burgos. Acab¨¢bamos de decidir que terminaba el encierro de dos d¨ªas, y nos ¨ªbamos a identificar ante la guardia civil, que esperaba afuera. Y en esto observ¨¦ que no todos dej¨¢bamos el monasterio, pues los monjes hab¨ªan apartado a un peque?o grupo, dentro del cual estaba el cineasta Jos¨¦ Mar¨ªa Nunes, al que pregunt¨¦ c¨®mo era que se quedaba. ¡°No voy a salir con esto¡±, dijo, mostr¨¢ndome un pistol¨®n que ocultaba debajo de su gabardina. Parec¨ªa disfrutar de la situaci¨®n, todo lo contrario de algunos circunspectos intelectuales del encierro, llenos en aquel momento de temores. A Nunes, en cambio ¡ªel outsider de aquella Escuela de Barcelona que formaron Joaquim Jord¨¢, Jacinto Esteva, Jaime Camino, Gonzalo Su¨¢rez, Carles Dur¨¢n y Ricardo Bofill, entre otros¡ª, se le ve¨ªa en su salsa, en su propio ambiente. Creo que era valiente, extremado, extremista, loco cuerdo, o m¨¢s bien loco tremendo.
Creo que era valiente, extremado, extremista, loco cuerdo, o m¨¢s bien loco tremendo¡±
Loco del cine, en cualquier caso; eso siempre todos lo tuvimos claro. Ahora, comisariada por Joan M. Minguet, se inaugur¨® el pasado jueves en Barcelona en Arts Santa M¨°nica una exposici¨®n que se propone reivindicarle como realizador de culto (Noches de vino tinto, Sexperiencias) y como pensador libertario. Para Minguet, el cine de Nunes, desprovisto de una narrativa argumental, se acercaba a la abstracci¨®n: ¡°Ten¨ªa la voluntad de romper todo argumento para hablar de los temas que le interesaban: la libertad, el suicidio, la amistad¡±.
Su filmograf¨ªa no se sosten¨ªa demasiado entonces, ni tampoco demasiado ahora, pero s¨ª en cambio tiene inter¨¦s para la propia memoria de Barcelona esta s¨²bita reaparici¨®n de la ideolog¨ªa de Nunes, que a fin de cuentas fue en su momento todo un personaje de una ciudad que bate r¨¦cords mundiales a la hora de olvidar su pasado.
La ¨²ltima vez que le vi fue en la zona del Carmel de Barcelona, en la biblioteca Juan Mars¨¦, en una exposici¨®n sobre las escasas fotos de los a?os sesenta que se hab¨ªan podido encontrar de aquel barrio desdichado. Tomamos unas copas en el r¨²stico bar del centro cultural y, en conversaci¨®n con Mars¨¦ y otros, empez¨® ¨¦l de pronto a despacharse a gusto, en forma de repentino mon¨®logo, contra ¡°la sociedad del espect¨¢culo¡±. Era el anarquista de toda la vida, s¨®lo que ahora aseguraba leer casi ¨²nicamente a Guy Debord, ¡°el primero que supo ver por d¨®nde iban a ir las cosas¡±.
En la ¨²ltima imagen que conservo de ¨¦l, Nunes est¨¢ en el centro de aquel bar, medio subido a una silla, dici¨¦ndonos a todos que la f¨®rmula para transformar el mundo no la buscaba Debord en los libros, sino vagando a trav¨¦s de sus c¨¦lebres ¡°derivas sistem¨¢ticas¡±. Y recuerdo que le escucho, medio at¨®nito, y pienso en las tabernas de Noches de vino tinto, filme cargado de vagabundeos y de m¨²ltiples derivas que adoptaban la forma de interminables mon¨®logos que siempre sospech¨¦ que, con dos tintos de m¨¢s, seguro que pod¨ªan llegar a ser m¨¢s soportables.
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