Animalismo, nazismo, izquierda
Una persona que no haya visto torear a la ver¨®nica a Morante de la Puebla no entender¨¢ jam¨¢s por qu¨¦ los aficionados hablamos del Arte del Toreo
M¨¢s del 90% de los llamados ¡°animalistas¡± no ha visto nunca una corrida de toros. Tampoco los nazis hab¨ªan le¨ªdo los libros que lanzaban a la hoguera. Y era m¨¢s que improbable que las brujas que quemaban los inquisidores fueran propietarias de flipantes escobas voladoras. Por eso se puede afirmar que una de las caracter¨ªsticas de los individuos sectarios es su agresividad y otra su desconocimiento.
Una persona que no haya visto torear a la ver¨®nica a Morante de la Puebla no entender¨¢ jam¨¢s por qu¨¦ los aficionados a las corridas de toros hablamos del Arte del Toreo. Y lo m¨¢s probable es que un animalista del com¨²n ignore que Adolf Hitler y su lugarteniente Himmler publicaron las primeras leyes animalistas del continente europeo. Ambos, siguiendo la inspiraci¨®n de locuelos posdarwinistas como Davenport o Madison Grant, creyeron a pies juntillas en la igualdad de animales y personas, que es el primer paso para tratar a las personas como animales.
Hitler, cuando termino de leer La Ca¨ªda de la Gran Raza, de Madison Grant, dijo: ¡°Este libro es mi Biblia¡±. Y en un rapto de sinceridad animalista le confes¨® a uno de sus ayudantes favoritos, el arquitecto Albert Speer, que su perra ¡°merec¨ªa vivir mucho m¨¢s que la mayor¨ªa de sus partidarios, e incluso que el propio pueblo alem¨¢n¡±. Ten¨ªa m¨¢s derecho a vivir, vamos.
?Ah! Serio asunto este del derecho de los animales. Por ejemplo, ?una gamba o una mosca son sujetos de derecho? ?Y un centollo? ?Solo tienen derecho al Derecho los favoritos de la secta animalista? Uno, para salir de dudas, acude a la inteligencia de Fernando Savater. Y el maestro nos aclara en su libro Tauro¨¦tica que ¡°la inocencia y la culpabilidad est¨¢n ligadas a la conducta interesada, no meramente a la instintiva. Es pueril decir que los animales son 'inocentes' puesto que no pueden ser 'culpables': solo los imb¨¦ciles o los pedagogos edificantes que envidian la pureza del comportamiento animal ¡ªes decir: que a?oran el Jard¨ªn del Ed¨¦n antes del pecado original, y, por tanto, del comienzo de la libertad humana¡ª olvidan esta verdad elemental¡±.
Pero aqu¨ª se trata de buscar culpables para encender de nuevo las hogueras inquisitoriales. Por eso, la conexi¨®n nazistoide encuentra tambi¨¦n enchufes de alto voltaje en nuestros d¨ªas. V¨¦anse las opiniones de Peter Singer, autor de Liberaci¨®n Animal, con participaci¨®n prohibida en actos culturales en las universidades alemanas por sus teor¨ªas filonazis, considerado como padre del animalismo contempor¨¢neo y que se?ala, siguiendo la estela de Davenport y Grant, a los culpables del maltrato animal en el cap¨ªtulo 4? de Liberaci¨®n Animal: los responsables hist¨®ricos del maltrato animal, son ¡°los jud¨ªos, los cristianos, Grecia, Roma, la cultura occidental¡±. Ah¨ª est¨¢n identificados, por fin, los monstruos: a orillas del Mediterr¨¢neo. Y, encarriladas las argumentaciones en la direcci¨®n necesaria: ?hay dudas de que las corridas de toros son el espect¨¢culo diab¨®lico por excelencia? Ninguna duda. Cosas propias de espa?oles son las corridas, s¨ª, abandonados a las malas tendencias de sus genes hisp¨¢nicos, tan distintos de otros como, por ejemplo, ¡°el gen Carolingio de los catalanes¡±, seg¨²n aclar¨® en su d¨ªa el l¨ªder de Esquerra Republicana, Oriol Junqueras, genetista al por mayor en sus ratos libres.
Hoy, los intereses de las multinacionales del espect¨¢culo, de la alimentaci¨®n, de los accesorios para las llamadas mascotas, lideran un negocio mundial que mueve m¨¢s de 20.000 millones de dolares al a?o. A su servicio, una potente penetraci¨®n cultural centroeuropea, germ¨¢nica y anglosajona, ha colapsado la conciencia anal¨ªtica y cr¨ªtica de muchos ciudadanos del Sur de Europa. Transform¨¢ndolos en adolescentes emocionales y haciendo del animalismo uno de los abalorios sentimentales que movilizan con m¨¢s ¨¦xito el histerismo colectivo.
Las plazas de toros se convierten en espacios para la especulaci¨®n urban¨ªstica (caso de la de Barcelona) mientras el espect¨¢culo taurino, pura creaci¨®n popular, revolucionario, dram¨¢tico, veraz, de fusi¨®n entre m¨²sica, ballet, pl¨¢stica, ¨¦tica y est¨¦tica, se ve acosado sin que la izquierda espa?ola mueva un dedo en su favor. Una izquierda que desconoce el origen de la fiesta taurina como victoria popular de los mozos que auxiliaban a los arist¨®cratas en su deporte de alancear toros desde sus caballos. Ellos, los mozos del pueblo, desarrollaron frente al toro estrategias creativas que entusiasmaron a los p¨²blicos. Y rompieron las normas que encorsetaban a las clases populares, utilizando el oro, la plata, y la seda, en sus vestimentas, materiales prohibidos al pueblo llano, adem¨¢s, por ejemplo, de hacer el pase¨ªllo sin destocarse aunque el Rey estuviera presente en la plaza.
?Ojal¨¢ la muerte de Victor Barrio sirva para iluminar el m¨¦rito extraordinario de quienes, como los toreros, arriesgan su vida para levantar esculturas ef¨ªmeras frente al toro, y apuestas radicales sobre el doble valor, humano y humanista, de la existencia¡!
Francisco L¨®pez Barrios es escritor, periodista y novelista.
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