Realidad aumentada
Cualquier hecho desagradable o circunstancia hist¨®rica molesta pueden ser corregidos por el nuevo Photoshop de las fantas¨ªas ideol¨®gicas
La interpretaci¨®n de lo real est¨¢ sometida a continuas incertidumbres y malentendidos. El sonido de los disparos y el de los fuegos artificiales se parecen mucho. La noche del 14 de julio en Niza la gente que volv¨ªa a casa por el Paseo mar¨ªtimo pens¨® al principio que hab¨ªan empezado de nuevo a explotar cohetes. Horas m¨¢s tarde un superviviente contaba que se hab¨ªa sentido como si viviera en una pel¨ªcula de zombies. Para aceptar una realidad tan atroz que soprepasaba la comprensi¨®n humana le hac¨ªa falta recurrir al ejemplo de una pel¨ªcula de terror futurista. En las im¨¢genes documentales de la televisi¨®n y en las tomadas tr¨¦mulamente por tel¨¦fonos m¨®viles la gente inerme huye sin destino como empujada por el mismo terror que se ve en el cine de desastres apocal¨ªpticos, robots extraterrestres que aniquilan las ciudades o calamidades clim¨¢ticas o impactos de asteroides. Vimos una noche a deshoras a la gente que hu¨ªa por el paseo mar¨ªtimo de Niza y a la noche siguiente vimos en el mismo canal y a la misma hora a la multitud que se acumulaba en las plazas o que sal¨ªa corriendo bajo puentes de autopista en Estambul. Ahora no es seguro si el golpe militar en Turqu¨ªa sucedi¨® de verdad o si fue una escenificaci¨®n que abarcaba el pa¨ªs entero y en la que los personajes reales interpretaban papeles voluntarios o asignados y la gente com¨²n cumpl¨ªa su tarea decorativa de extras, de posible carne de ca?¨®n.
Los carros de combate daban la impresi¨®n de ser m¨¢s lentos y menos mort¨ªferos que el cami¨®n de alquiler del terrorista de Niza. Las noches de verano en ciudades junto al mar son ideales para cometer atentados. Las plazas y los paseos est¨¢n llenos de un gent¨ªo indolente. Los infieles salen a divertirse con su conocida frivolidad, toman helados en las sillas met¨¢licas de las terrazas, beben alcohol y conversan hasta muy tarde. Sus mujeres llevan los hombros desnudos y cruzan las piernas con sandalias y u?as pintadas en las terrazas de los caf¨¦s. De un momento a otro el modesto ed¨¦n de las noches de verano se puede convertir en infierno. Los m¨¢rtires disparan desde sus coches o los lanzan contra la multitud como los jinetes del apocalipsis lanzan al galope sus caballos en los grandes cuadros de mortandad medieval de Brueghel el Viejo. Los m¨¢rtires ya no necesitan entrenarse durante a?os en campamentos guerrilleros en medio del desierto, bebiendo agua con sabor a gasolina y aprendiendo a manejar cinturones de explosivos y viejos fusiles autom¨¢ticos robados hace treinta a?os al ej¨¦rcito sovi¨¦tico en Afganist¨¢n. El Para¨ªso del Cor¨¢n est¨¢ tan cerca como esos para¨ªsos a todo color que se anuncian por esta ¨¦poca en los escaparates de las agencias de viajes. El futuro m¨¢rtir alquila un cami¨®n refrigerado tan c¨®modamente como si contratara un pack tur¨ªstico y no tiene m¨¢s que conducirlo a una cierta velocidad por el paseo mar¨ªtimo. Antes de arrancar se encomienda a Dios y se hace un selfie.
Otra noche se ve en las noticias otra multitud que corre, en direcciones dispares, tambi¨¦n bajo una claridad de farolas veladas por la humedad caliente del verano. No estamos en Par¨ªs ni en Niza ni en Estambul sino en Central Park, en el calor de jungla del verano en Manhattan. Como el terrorista de Niza, como la gente que aguardaba en las plazas de Estambul, como cualquiera de nosotros en cualquier momento, cada una de estas personas que corren como perseguidas o aturdidas de un lado a otro bajo las farolas de Central Park mira la pantalla de un tel¨¦fono m¨®vil. Es la luz de las pantallas lo que ilumina individualmente cada una de las caras. No huyen de ning¨²n terrorista. No llaman por tel¨¦fono para informar de que est¨¢n fuera de peligro o para buscar informaci¨®n sobre una realidad de repente desquiciada que no pueden entender. Lo que los arrastra de un lado a otro a esa hora por un parque que se va volviendo un bosque a medida que cae la noche no es la realidad real, por llamarla de alg¨²n modo, sino lo que ahora llaman la realidad aumentada, que es uno de esos t¨¦rminos fraudulentos cada vez m¨¢s habituales que pasan de golpe de lo inaudito a lo cotidiano. Realidad aumentada es mirar en el tel¨¦fono el mismo lugar que ver¨ªas si levantaras un momento los ojos pero verlo mejorado, animado, enhanced, por usar un eufemismo muy querido por los torturadores, mejor todav¨ªa con sus iniciales, EIT, Enhanced Interrogation Technique. Los lugares que cada uno ve a simple vista en su vida diaria tienden a ser penosamente rutinarios, una realidad disminuida por comparaci¨®n con los universos vibrantes de los anuncios, los efectos especiales y los videojuegos. Gracias a la realidad aumentada, el bosque de Central Park, habitado en la medianoche de criaturas nocturnas, se vuelve tan masivamente divertido como un parque de atracciones. Seg¨²n censos recientes, en Central Park hay m¨¢s de trescientas especies de animales: 46 de aves, 7 de mam¨ªferos, 102 de invertebrados, 78 de mariposas, 10 de ara?as, 3 de tortugas, 2 de ranas. De noche se ven ojos y hocicos, se escuchan cantos y rumores en la oscuridad. Todos esos animales saldr¨ªan huyendo ante la invasi¨®n repentina de la multitud humana con sus tel¨¦fonos como linternas fantasmales. La realidad aumentada es buscar por el parque a un mu?equito de Pok¨¦mon.
Quiz¨¢s por contagio de esta nueva realidad los titulares del peri¨®dico parecen anuncios de pel¨ªculas o de quimeras publicitarias y los esl¨®ganes de la publicidad del cine cobran una elocuencia de titulares amenazantes: "Personajes de Star Wars hacen su aparici¨®n en el aeropuerto de Bruselas", dice uno de ellos. Pero ese es el mismo aeropuerto en el que unos meses atr¨¢s hicieron su aparici¨®n personajes de una guerra santa. El anuncio de la nueva Independence Day suena como un aviso muy pertinente en estos tiempos de alarmas: "Siempre supimos que volver¨ªan". Millares de polic¨ªas con armamento de guerra patrullan por Niza o Par¨ªs o Baton Rouge o Cleveland. "Millones de jugadores de todo el mundo salen a cazar monstruos por las calles". Casi en cada parada de autob¨²s hay un cartel de una pel¨ªcula jovial de animaci¨®n que se parece mucho a los titulares sobre el cambio clim¨¢tico: El gran cataclismo (ahora en 3D). No hay que preocuparse. Especies extinguidas y bosques talados podr¨¢n ser sustituidos ventajosamente por monigotes y escenarios de realidad aumentada. Cualquier hecho desagradable o circunstancia hist¨®rica molesta pueden ser corregidos por el nuevo Photoshop de las fantas¨ªas ideol¨®gicas. La antigua realidad no aumentada solo parece que la reivindican o la ven ya algunos visionarios mis¨¢ntropos, o esos viejos deslumbrantes que dicen sin miramiento lo que piensan. En una entrevista memorable de Anatxu Zabalbaescoa con el dise?ador Milton Glaser, que tiene 87 a?os, las fotos de Michael Somoroff retratan una cara gastada y ennoblecida por el tiempo y una mirada en la que hay una agudeza ir¨®nica como de personaje de Tiziano o de Rembrandt. ¡°Nos cegamos con los prejuicios que permean todo lo que observamos¡±, dice Glaser. ¡°Una de las cosas m¨¢s dif¨ªciles de la vida es ver las cosas cuando las tienes delante¡±.
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