Un actor espera
Pedro Casablanc encarna a un actor veterano que lucha por seguir en escena en 'Yo, Feuerbach', de Tankred Dorst, uno de los ¨¦xitos del Grec barcelon¨¦s
La primera frase quintaesencia al protagonista: ¡°?Luz! ?Luz! ?Alguien me ve?¡±. Feuerbach, un actor veterano de capa ca¨ªda, emerge de la oscuridad. Ha llegado a un teatro para pasar una prueba con el famoso director Lettau, que al parecer le dirigi¨® tiempo atr¨¢s. Pronto sabremos que lleva siete a?os sin pisar escenario. Yo, Feuerbach, de Tankred Dorst, es el emocionante retrato de un c¨®mico y una obra de lucimiento (con mucho trabajo dentro) para un primer actor. Pedro Casablanc ya hab¨ªa dado un do de pecho con el mon¨®logo Hacia la alegr¨ªa, de Olivier Py, en la Abad¨ªa, y aqu¨ª vuelve a caminar por una maroma elevada, muy bien secundado por Samuel Viyuela Gonz¨¢lez, en el rol del ayudante de direcci¨®n que ha de aguantar el envite de esa bestia imprevisible, megal¨®mana y quebradiza.
Feuerbach, primo hermano del Minetti que retrat¨® Thomas Bernhard, es un personaje que se revelar¨¢ por estratos. Un laberinto ps¨ªquico: eso es lo que va a irnos mostrando Casablanc. Ese hombre que se presenta como ¡°una cumbre de intensidad¡±, es un actor que espera, que se ha pasado la vida esperando, humillado por directores desp¨®ticos, pero tambi¨¦n ha conocido la gracia, el estado de gracia, ¡°del que no se puede descender¡±. Minetti esperaba para volver a representar Lear ante un director esquivo; Feuerbach quiere hacer lo propio con un mon¨®logo del Torcuato Tasso de Goethe, centrado en la locura de los ¨²ltimos a?os del poeta italiano. Los dudosos r¨¦ditos del pasado de Feuerbach son sus muletas, porque su bast¨®n esencial, el talento, no siempre cotiza en bolsa, como bien demuestra su zigzagueante carrera.
No ha de ser f¨¢cil encarnar a ese personaje, que utiliza un lenguaje muy elaborado lleno de puntos de fuga, meandros, resquebrajaduras. Pienso en Bernhard pero tambi¨¦n en Nabokov: esas criaturas desorbitadas, entre el parloteo y el genio, entre la untuosidad y la daga, como Kinbote en P¨¢lido fuego o Quilty en Lolita. La imaginaci¨®n esc¨¦nica de Feuerbach es absoluta, instant¨¢nea. Una silla desnuda se transforma ante sus ojos y revela su alma: ¡°?La silla de la taberna de Falstaff! ?Un trono real! ?Un sal¨®n rococ¨® en Par¨ªs! ?La silla de un parque, hacia finales del oto?o, con las hojas cayendo y yo sentado esperando, con mi reloj en la mano! ?En el asilo, la etapa final de una existencia rota!¡±. Acaba de mostrarnos su espejo, su enemigo y tambi¨¦n su regalo, porque imaginar y hacer imaginar es su talism¨¢n y su gran fuerza. Feuerbach es un artista atormentado que conoce los des¨¦rticos silencios de la vida y de la escena; un fil¨®sofo delirante y certero que dice que los c¨®micos inventan a Dios y no a la inversa: el actor como demiurgo o como loco que interpreta a un demiurgo. Y tampoco est¨¢ lejos de ese perro metaf¨®rico que ronda, suelto y perdido, por los pasadizos del teatro. En sus hombros pesan los a?os, las crecientes dificultades para memorizar un texto, los problemas que acarrea la salida del circuito, y un secreto. El admirable Casablanc me pareci¨®, quiz¨¢s, un poco joven para el papel. En 1990 lo estren¨® Robert Hirsch en Par¨ªs, en el Th¨¦?tre Jean Vilar, y fue su consagraci¨®n. O mejor, su reconsagraci¨®n, porque era una estrella de la Com¨¦die desde finales de los cincuenta. Cuando Hirsch interpret¨® a Feuerbach ten¨ªa 65 a?os. Es un personaje que ha de recorrer una senda que va de la extrema arrogancia del mattatore a lo Gassman, hasta una vulnerabilidad bellamente pat¨¦tica en la lejana estela de Burgess Meredith. Casablanc tiene y despliega esa paleta expresiva, con hondura y elasticidad constantes, y hace suyo el personaje, que trufa con el gui?o de su propio repertorio: el Kent a las ¨®rdenes de Vera, el De Caro con Alfaro, el Falstaff con Lima. Rememorando su trabajo pienso ahora que tal vez no importe tanto la edad madura, porque lo que cuenta es la distancia que le separa del ayudante, el abismo generacional entre ambos.
Feuerbach desprecia (o finge despreciar) al muchacho. Hay desprecios defensivos: por ego herido, por miedo, para hacerse valer. El actor le necesita por partida doble: es su puente con el director que no llega, pero sobre todo es su interlocutor, su oyente, su ¨²nico p¨²blico. El joven ayudante no sabe nada de Feuerbach, nunca ha o¨ªdo hablar de ¨¦l ni del pleistoc¨¦nico texto que ha elegido para la prueba. Le parece un ser desaforado, irrisorio, varado en otro tiempo: la sensaci¨®n que a veces acomete al adolescente cuando escucha hablar a su padre.
Cre¨ª advertir en la pieza de Dorst un cierto baj¨®n, una fase de meseta en la que la situaci¨®n parece estancarse, pero en seguida llega la escena casi cham¨¢nica en la que Feuerbach hace volar su vieja magia como un personaje de Bruno Schulz cruzado (y no dir¨¦ m¨¢s) con el mism¨ªsimo Francisco de As¨ªs, y ese gran galope, seguido de su alucinado desbocamiento y la confesi¨®n de su pasado te parten el coraz¨®n.
Hay que aplaudir, por supuesto, la ce?id¨ªsima puesta en escena de Antonio Sim¨®n. Y la versi¨®n de Jordi Casanovas, que ha condensado los otros personajes (muy epis¨®dicos) del original llev¨¢ndolos al fuera de campo: solo escuchamos la voz de la regidora (N¨²ria Garc¨ªa) y es buena idea para no dispersar la acci¨®n. Yo, Feuerbach se ha estrenado en el Lliure de Montj¨¹ic, dentro del Grec barcelon¨¦s. Como es habitual en la muestra, ha estado pocos d¨ªas en cartel (del 14 al 17 de julio), pero en octubre se ver¨¢ en Madrid, en la Abad¨ªa. No hay que perderse esta funci¨®n, a la que no cuesta augurar un gran ¨¦xito. Y muchos premios.
Hablando de retornos, tambi¨¦n aplaud¨ª L¡¯infram¨®n (The Nether), de Jennifer Haley, que inaugurar¨¢ temporada en el Lliure de Gr¨¤cia. La vi har¨¢ un par de a?os en Londres y ha vuelto a impresionarme. Es un texto tan brillante como perturbador, de dur¨ªsimo tema (pederastia y mundo virtual) en el que asoma, contra todo pron¨®stico, la poes¨ªa. Lo dirige Juan Carlos Martel, con Andreu Benito, Mar Ulldemolins, Joan Carreras, V¨ªctor Pi y, en alternancia, Gala Marqu¨¦s y Carla Schilt. Hablar¨¦ de L¡¯inframon la primera semana de septiembre. Hasta entonces.
Yo, Feuerbach, de Tankred Dorst. Lliure/Grec (Barcelona). Director: Antonio Sim¨®n. Int¨¦rpretes: Pedro Casablanc, Samuel Viyuela Gonz¨¢lez. 14 al 17 de julio (Lliure) y del 6 al 23 de Octubre en el Teatro de la Abad¨ªa (Madrid)
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