Nunca vi a Urdapilleta
Me acuerdo de Alejandro Urdapilleta, al que nunca vi en escena. No hay teatrero argentino que no te hable de ¨¦l. A primera vista crees atrapar el perfil de un maldito, pose¨ªdo por calambrazos de genio, ingobernable, sobre todo por s¨ª mismo, pero hay varios Urdapilleta. Todo lo que he visto de ¨¦l viene de YouTube. Filmaciones de sus loqu¨ªsimas improvisaciones en el under de los ochenta, en el Parakultural de Buenos Aires, con Humberto Tortonese y Batato Barea. Y luego en el programa de televisi¨®n de Antonio Gasalla, donde parec¨ªa una mu?equita de ojos desorbitados, con un eco de las grandes damas terribles de Copi. Me part¨ªa de risa con ¨¦l y a la vez me daba aut¨¦ntico miedo, sobre todo en aquel episodio de Tiempo final con Enrique Pinti: el tipo que iba a un casting para interpretar a un psic¨®pata, y le humillaban, y se vengaba salvajemente.
Un actor con peligro no es frecuente. ¡°Furioso, riente y desesperado¡±. As¨ª le describi¨® Pablo Zunino en una larga y memorable entrevista en Rolling Stone, de las pocas que dio. Mucho dolor, cuentan. Tras una ¨¦poca de alcohol, droga dura e ingresos psiqui¨¢tricos, se limpi¨®. ¡°Era imposible vivir y era imposible memorizar¡±, dec¨ªa, y solo era realmente feliz en escena, ¡°con la electricidad del teatro¡±. Y escribiendo: mon¨®logos, poemas, relatos. En el circuito oficial interpret¨® a Shakespeare (el Hamlet de Bart¨ªs, el Lear de Lavelli) y a Bernhard. Hizo cine y televisi¨®n. De ¡°artista inconmensurable¡± le calific¨® Jorge Dubatti.
Claudio Tolcachir, que le dirigi¨® en Atendiendo al se?or Sloane, de Orton, me dijo: ¡°A Urda se le miraba como se mira la luna, sin saber si existe, si es real. Su intensidad no ten¨ªa l¨ªmites porque todo en ¨¦l era al l¨ªmite. Buscaba el fuego y se quemaba. Pod¨ªa transformar una cena de amigos en un espect¨¢culo teatral ¨²nico e inolvidable. No me perd¨ªa ninguno de sus trabajos. Am¨¦ su talento, su libertad, su vulnerabilidad, su humor¡±. Cecilia Rossetto, que trabaj¨® a su lado en Mein Kampf: una farsa, de George Tabori, dirigida por Lavelli en el San Mart¨ªn, recuerda a un actor muy serio, distante, extraordinariamente profesional: ¡°Deslumbraba en el escenario, no pod¨ªas dejar de mirarlo. Parec¨ªa que improvisaba pero su actuaci¨®n era exacta, perfecta¡±. Heidi Steinhardt, que tambi¨¦n estuvo en aquel montaje, a?ade: ¡°Verle ensayar durante dos meses era conmovedor hasta las l¨¢grimas. Era mi debut como actriz y ten¨ªamos varias escenas juntos. Fue un regalo de pasi¨®n, de alegr¨ªa, de generosidad. Era un mago que trabajaba en otra dimensi¨®n. Antes de cada funci¨®n me hac¨ªa subir con ¨¦l al escenario para repetir tres veces el nombre de Pugliese, su conjuro para no olvidar la letra. Una sola vez no pude subir a hacerlo y tuve la fuga de letra m¨¢s horrorosa de mi vida¡±.
Mercedes M¨¦ndez escribi¨®: ¡°Su aspiraci¨®n era ser un hombre libre. No le gustaban los premios, odiaba la fama, no quer¨ªa que le considerasen actor o escritor, solo quer¨ªa reconocerse a s¨ª mismo. Dec¨ªa: ¡®Soy actor solamente en lo alto del escenario". Alejandro Urdapilleta fue encontrado muerto en su casa de Buenos Aires el 1 de diciembre de 2013, a los 59 a?os.
Babelia
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