El Metropolitan de Nueva York reinicia la leyenda de Diane Arbus
El museo expone decenas de im¨¢genes in¨¦ditas de los primeros siete a?os de la carrera de la fot¨®grafa, una artista perturbadora que se quit¨® la vida a los 48
Hace nueve a?os que Doon y Amy, las hijas de la fot¨®grafa Diane Arbus (Nueva York, 1923 ¡ª Nueva York, 1971), cedieron el archivo de su madre ¡ªque se quit¨® la vida en 1971¡ª al museo Metropolitano de Nueva York. Lo hab¨ªan encontrado en cajas en el s¨®tano de la casa del Greenwich Village, donde fue hallado su cuerpo sin vida 48 horas despu¨¦s de dar su ¨²ltimo latido, y en ellas hab¨ªa miles de documentos: fotograf¨ªas in¨¦ditas, cuadernos de notas y correspondencia.
¡°La explicaci¨®n de la foto siempre es m¨¢s interesante, o al menos m¨¢s compleja, que la foto en s¨ª¡±, dec¨ªa la retratista del anonimato m¨¢s extraordinario. Una fot¨®grafa que lleg¨® demasiado tarde (a los 33 a?os) y se fue demasiado pronto (a los 48), casi sin dar tiempo al mundo para descubrir su talento. Ahora, en 2016, todav¨ªa queda tanto por explicar que en el Met, tras a?os ordenando su legado, han decidido empezar simplemente por el principio con la exposici¨®n Diane Arbus: In the Beginning, que desde el 12 de julio hasta el 27 de noviembre estar¨¢ abierta en el edificio Breuer de la calle Madison.
Son m¨¢s de 100 fotos, dos tercios de las cuales jam¨¢s se hab¨ªan publicado ni exhibido. Todas ellas de entre 1956 y 1962, y muchas reveladas e impresas por ella misma. Arbus consider¨® su debut como fot¨®grafa en ese 1956, aunque no era una ne¨®fita. Su marido, Allan Arbus, le hab¨ªa regalado una c¨¢mara en 1934 y hab¨ªa trabajado para revistas de moda como Vogue y Harper's Bazaar. Pero ella sab¨ªa que era otra cosa, por eso el recorrido empieza en el momento en el que pint¨® un #1 en uno de sus carretes. ¡°Esta exposici¨®n es una representaci¨®n de c¨®mo un artista se convierte en lo que realmente quiere ser¡±, explica a EL PA?S el comisario de la muestra y encargado del departamento de fotograf¨ªa del Met, Jeff Rosenheim.
Entonces Diane Arbus hizo la metamorfosis hacia s¨ª misma. Sali¨® a buscar a la calle los lugares nuevos en los lugares comunes, a separar a los individuos de sus rutinas y captarlos en ese mismo instante. No a sorprenderlos, sino a mirarlos fijamente hasta dejar todas sus capas y sus colores condensados en las dos dimensiones y en la escala de grises. ¡°La c¨¢mara, de alguna manera, los arregla¡±, dec¨ªa sobre sus criaturas hermosamente desgarradoras, y esta exposici¨®n est¨¢ llamada, seg¨²n los organizadores, a ¡°reflexionar sobre el papel de una c¨¢mara en nuestra sociedad¡±.
En un mundo obsesionado con embellecer, que filtra compulsivamente en Instagram, ella echaba un manto de humanidad sobre sus fotografiados. Un flash que en realidad no iluminaba, sino que escuchaba. Disparaba sentimiento contra esa anciana en un hospital, pero no compasi¨®n. Dejaba al natural a un ba?ista de Coney Island o no dejaba escapar esa curiosidad en la mirada de ni?os desarrapados del Lower East Side. Tambi¨¦n captaba la evasi¨®n de los momentos de cultura popular, como un beso de la pel¨ªcula Baby Doll, de Elia Kazan, o unos artistas de circo. Quiz¨¢ una morgue donde un cuerpo abierto espera con cierta impaciencia a que llegue un forense. Hasta los retratos de las se?oras con pieles de la Quinta Avenida ten¨ªan un eco de empat¨ªa. Hasta la hipocres¨ªa parece ante sus ojos m¨¢s aut¨¦ntica, aunque ella misma siempre dijo que la realidad le llegaba en el revelado por sorpresa. ¡°La foto nunca es lo que hab¨ªa pensado. Siempre es o mejor o peor¡±, aseguraba. Ella acab¨® hart¨¢ndose, precisamente, de fluctuar tambi¨¦n en su ¨¢nimo en ese peor y ese mejor y se acab¨® llenando la boca de barbit¨²ricos.
En la selecci¨®n que ha hecho el Met de sus fotograf¨ªas iniciales (siete a?os que, en realidad, suponen la mitad de su trayectoria) priman las realizadas en 35 mil¨ªmetros, aunque los comisarios no pueden resistirse a dejar para el final algunas de sus im¨¢genes m¨¢s ic¨®nicas. Eso s¨ª, han preparado la exposici¨®n de manera audaz: al salir del ascensor de la segunda planta de la antigua sede del Whitney Museum, el visitante se topa con un bosque de pilares, cada uno de los cuales tiene su propia foto. Como si fueran las calles de esa ciudad por la que Arbus vagaba de barrio en barrio. Como si cada fotograf¨ªa quisiera dar esquinazo a todas las dem¨¢s. Cada retrato busca desnudar su alma de manera ¨ªntima en el formato por definici¨®n exhibicionista que supone un gran museo. Y el visitante puede intercambiar susurros con la imagen.
¡°Es como una ciudad con todos sus individuos luchando por una identidad, buscando su futuro. Es como si salieras de un portal y te encontraras con esta gente. Cuando sales de tu casa en una ciudad, ah¨ª est¨¢n. ?Qui¨¦nes son? ?C¨®mo llegaron hasta aqu¨ª?¡±, concluye Rosenheim. Como si se recreara esa sensaci¨®n de encuentro fortuito que buscaba Arbus, quien dec¨ªa: "Nada es tal y como me hab¨ªan contado. Lo ¨²nico que reconozco es lo que no conozco".
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