Recuerdo de una noche de cante
Unos amigos nos acercamos a La Puebla de Cazalla porque cantaba un hijo grande del pueblo: Jos¨¦ Menese
El 66 ser¨ªa, y tambi¨¦n en una noche de verano, cuando en La Puebla de Cazalla se anunciaba un festival de cante. Y all¨ª que nos acercamos unos amigos de Sevilla porque entre los cantaores figuraba un hijo grande del pueblo, Jos¨¦ Menese, de quien ya se dec¨ªan maravillas. Y fue en verdad una noche de las que ah¨ª quedan, de las que nunca se olvidan. Porque adem¨¢s del delirio de la concurrencia cuando Jos¨¦ cerr¨® el festival cantando, como es obligado, por martinete, luego, esos amigos lo acompa?amos a su casa, nos sentamos en torno a la mesa del comedor y all¨ª, con otros familiares, y haci¨¦ndose un poco de rogar, sigui¨® el cante que desbordaba de su poderosa garganta, por todos los palos habidos y por haber. Maestro en la sole¨¢ y la seguiriya, era due?o de un decir con gracia inigualable en los cantes menores y el golpe de su palabra y la potencia y hondura de su voz eran sobrecogedoras en el martinete. Tal vez en la memoria se magnifican los momentos inolvidables pero recuerdo bien que aquella noche volvimos a Sevilla, las del alba tal vez ser¨ªan, con la piel todav¨ªa de gallina.
La m¨²sica callada del toreo, dec¨ªa otro amigo, otro Jos¨¦, Bergam¨ªn. Yo recuerdo ahora a Jos¨¦ Menese como la fuerza silenciosa del cante grande. Nadie respiraba al escucharlo, de tan profunda como era la emoci¨®n, todo el mundo no ya callado, sino en silencio, acompa?ando si acaso con alguna palma sorda, la voz que lo llenaba todo. Es cierto que en el 66, siendo verano o invierno, rondaba tambi¨¦n en el aire aquella tensi¨®n de la protesta por la libertad arrebatada y los derechos conculcados que escritores como Francisco Moreno Galv¨¢n llevaron a las letras de amor y pena del cante para ampliar su alcance a la lucha pol¨ªtica: el cante como arma de aquel antifranquismo de Triunfo o Cuadernos, de comunistas y cristianos en una irrepetible compa?¨ªa de viaje. Pero no era esa la fuente de la suspensi¨®n del alma que Jos¨¦ provocaba nada m¨¢s arrancar por lo que fuera, por peteneras o por sole¨¢s, con un tango o una ton¨¢. La fuente era su voz, que ven¨ªa de lejos, de lo jondo, en la estela de Juan Talega o de Antonio Mairena. Y aquella voz, siempre por encima, o por abajo, de las letras, que escuch¨¦ por primera vez en La Puebla de Cazalla hace ahora 50 a?os es lo que nunca ha ca¨ªdo, nunca caer¨¢, de mi recuerdo.
Babelia
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