Un d¨ªa cualquiera en una ciudad romana
Paseo por el yacimiento arqueol¨®gico de C¨¢parra (C¨¢ceres), una ciudad que explica la vida cotidiana en la Lusitania del Imperio
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La antig¨¹edad romana ha dejado suntuosos teatros de m¨¢rmol, vestigios de templos soberbios, arcos victoriosos y cientos de huellas de ciudades, como M¨¦rida, dise?adas con lujo para una poblaci¨®n sobrada de sestercios y de honras b¨¦licas. As¨ª viv¨ªan los pudientes, pero por toda la pen¨ªnsula se extend¨ªan pueblos sin m¨¢s gloria que la cotidianidad. Pongamos la lupa de Ast¨¦rix en una de aquellas aldeas, C¨¢parra, al norte de C¨¢ceres. No estaban tan locos aquellos romanos. Vean, si no, a uno de ellos pasando en este preciso instante por un paso de cebra, mientras el carro de trigo espera c¨ªvicamente...
Desde la ¨¦poca de Augusto hasta finales del Imperio, entre los siglos IV y V, se acomete en Hispania una organizaci¨®n territorial dise?ada con escuadra y cartab¨®n. Se trataba de tender una red de comunicaciones que permitiera viajar de un lado a otro intercalando los descansos oportunos. C¨¢parra nace con ese cometido en la v¨ªa de la Plata, que un¨ªa M¨¦rida con Astorga. Su ubicaci¨®n es perfecta para el objetivo, a 22 millas de otras mansiones en todos los puntos cardinales, es decir, de otras paradas con ¨¢rea de servicios, lo que hoy ser¨ªan moteles o ventorrillos de carretera.
El programa electoral de los ¡®ev¨¦rgetas¡¯
"C¨¢parra es una poblaci¨®n normal, de gente normal, de vida cotidiana, que empez¨® siendo una venta de carretera y acab¨® igual, en el siglo XVIII. En la Edad Media se hab¨ªa fundado Plasencia y las comunicaciones se desviaron...". As¨ª concluy¨® lo que quedaba de poblaci¨®n. Pero mucho tiempo antes, el municipio romano tambi¨¦n hab¨ªa sucumbido: se sabe porque las cloacas colapsaron. No es que hubiera acabado la obsesi¨®n por el saneamiento de las aguas fecales; pero s¨ª hab¨ªa deca¨ªdo el inter¨¦s, o carec¨ªan de medios, para mantener el caser¨ªo. En los buenos tiempos, la ciudad estuvo bajo el mecenazgo de los ev¨¦rgetas locales, que paseaban airosos sus t¨²nicas por el foro. El profesor Cerrillo lo explica as¨ª: "Los ciudadanos que ten¨ªan posibles pensaban en las necesidades de la ciudad y dise?aban una especie de programa electoral. Financiaban obras p¨²blicas, como las canalizaciones o el gran arco que a¨²n se conserva. Con su programa ya ejecutado se presentaban a las elecciones y si los ciudadanos estaban satisfechos les eleg¨ªan. M¨¢s o menos en eso consiste el evergetismo.
Ellos no ten¨ªan un sueldo como alcaldes o concejales, pero ganaban honra p¨²blica, fama pol¨ªtica". El dinero privado financiaba lo p¨²blico y daba vida a las ciudades. Si esta fuente se secaba las ciudades desaparec¨ªan. Y as¨ª ocurri¨®.
El yacimiento se ha conservado razonablemente bien, enterrados entre olivares y encinas los restos de las casas, de las tiendas, las calles, los peque?os templos y el sal¨®n de reuniones del? Ayuntamiento (la Curia), las termas y el gimnasio (palestra), las canalizaciones de agua, el anfiteatro, en fin, todo un relato, ahora al aire libre, de c¨®mo se desenvolv¨ªan aquellos caparenses un d¨ªa cualquiera. Incluidos los pasos de peatones. Pero lo que m¨¢s impresiona de esta mediana ciudad de provincias es el gran arco tetrapilo, una construcci¨®n de cuatro arcos unidos y enfrentados dos a dos que sostienen una b¨®veda de arista bajo la cual se cruzaban las dos principales v¨ªas de paso de la ciudad, el Kardo y el Decumano. No se conserva en Espa?a otra obra de estas caracter¨ªsticas y los siglos no han podido con ella: siempre permaneci¨® en pie y al aire libre. Los dibujos que trazaron los viajeros, desde el siglo XVI al XIX, del imponente arco ya pronosticaban, a ojos expertos, la ciudad que hab¨ªa enterrada a sus pies.
A unos pocos kil¨®metros de Plasencia, el conjunto ha tenido pocas intervenciones en su larga existencia, m¨¢s all¨¢ de la depredaci¨®n cl¨¢sica de los lugare?os del entorno que, en algunos casos, ha permitido conservar piezas de valor. Desde un ¨¢ngulo acad¨¦mico, fue el arquitecto Vicente Paredes Guill¨¦n, nacido en el cercano pueblo de Garg¨¹era, quien dirigi¨® la reconstrucci¨®n de la b¨®veda del arco cuadrifonte a comienzos del siglo XX. En 1928 excav¨® Antonio Floriano, por cuenta de la Diputaci¨®n de C¨¢ceres, y por 900 pesetas. Tres a?os despu¨¦s lleg¨® la declaraci¨®n de monumento nacional, que le concedi¨® alguna protecci¨®n y en 1963 se encarg¨® del conjunto Jos¨¦ Mar¨ªa Bl¨¢zquez, a cargo de la Universidad Complutense de Madrid.
Hoy nos acompa?a en este paseo por C¨¢parra Enrique Cerrillo, el catedr¨¢tico de Arqueolog¨ªa de la Universidad de Extremadura que inici¨® en 1990 las excavaciones y dio vida de nuevo a estas ruinas tan elocuentes que se inauguraron en 2003. En este periodo, la Junta de Extremadura? ha desempe?ado el papel institucional m¨¢s relevante en la recuperaci¨®n del conjunto, recuerda Cerrillos, quien ahora ve con satisfacci¨®n c¨®mo los muchos a?os de vida y trabajo que ha entregado a este espacio tienen el reconocimiento de 30.000 visitas al a?o. No son muchas, para las que el entorno merece, sumido a¨²n en el desconocimiento tur¨ªstico. El festival de teatro cl¨¢sico de M¨¦rida podr¨ªa impulsarlo si instala all¨ª, como est¨¢ evaluando, su cuarto escenario.
La ciudad conserva un gran arco tetrapilo, una construcci¨®n ¨²nica en Espa?a
Las termas, detiene el paso Cerrillo, han sido protegidas de la intemperie con una plataforma que no impide su vista. "Los romanos ten¨ªan obsesi¨®n con el agua, con el caudal limpio y con el de desecho", dice se?alando las canalizaciones que salen de cada casa hacia el desag¨¹e general. Y muestra los pozos, y los basamentos de las columnas que sosten¨ªan el piso ardiente de la sauna. "Eran salut¨ªferas, el m¨¦dico pod¨ªa recetar ba?os de agua fr¨ªa y caliente como terapia", afirma Cerrillo. Y sigue la ruta por la ciudad, que adquiri¨® categor¨ªa de municipio en los a?os setenta del primer siglo de nuestra era. El arque¨®logo muestra las hileras de piedra que delimitan las casas como si se tratara de un plano sobre el suelo: "Hay algunas construcciones de 1.000 metros cuadrados y otras m¨¢s modestas. Pero toda la ciudad repite el mismo patr¨®n: filas de viviendas rematadas en su parte delantera con un peque?o local comercial, que pod¨ªa explotar el due?o o alquilarlo. Estas tabernae, como se llamaban, estaban resguardadas a lo largo de toda la calle con una cubierta porticada, igual que ocurre hoy d¨ªa en tantas plazas. Es un invento mediterr¨¢neo, que protege de las inclemencias estacionales. En paralelo a esos soportales corren las calles". Y por ellas los carros.
La Junta estudia instalar all¨ª una de las sedes del festival de teatro de M¨¦rida
La ciudad estuvo amurallada, como muestran a¨²n algunos vestigios. No hab¨ªa mucho de lo que defenderse pero siempre se controlan mejor el comercio o las plagas. "El orden siempre era el mismo: intramuros, los vivos; fuera, los muertos".
El profesor, cubierto con sombrero de gabardina y una mochila al hombro, se detiene ahora en medio de una calzada. La v¨ªa esta atravesada por unas enormes losas de granito dispuestas en paralelo... Y ah¨ª est¨¢ nuestro romano, dispuesto a cruzar... "Esto se llamaba crep¨ªdine, que es lo mismo que un paso de cebra, permit¨ªa a los peatones pasar a la otra acera sin que les arrollaran los carros y sin embarrarse los pies". Est¨¢n locos estos romanos...
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