Una Beyonc¨¦ pasmosa
La cantante deslumbra en Barcelona con un espect¨¢culo que a¨²na grandiosidad y sutileza
Para pasmar. El espect¨¢culo que Beyonc¨¦ ofreci¨® anoche en Barcelona, en un Estadio Ol¨ªmpico que alberg¨® a unas 46.000 personas, parec¨ªa pensado para hacer que la multitud se sintiese embobada, reducida a una min¨²scula masa de espectadores inermes ante el tama?o descomunal del elemento central del show, un enorme rect¨¢ngulo que dominaba el escenario girando sobre su eje. Y ante ¨¦l, una mujer que sali¨® a matar, pisando las tablas con decisi¨®n marcial, segura de s¨ª misma hasta el punto de imponerse al tama?o del rect¨¢ngulo, que pod¨ªa empeque?ecerla tambi¨¦n a ella. Pero los cuatro lados de la figura geom¨¦trica eran otras tantas pantallas que hac¨ªan de Beyonc¨¦ una diosa tama?o Olimpo. Juego de dimensiones para decirle al mundo entero que ella est¨¢ aqu¨ª solo para ser la m¨¢s grande.
En la primera de las seis partes del espect¨¢culo las cartas quedaron expuestas: fuegos artificiales, lenguas de fuego tan intensas que su calor se sent¨ªa en las gradas, sonido contempor¨¢neo y duro, de club, con dos piezas de su ¨²ltimo disco abriendo fuego, Formation y Sorry, adem¨¢s de Bow Down y Run The World. Ella, escotada, melena a merced de los ventiladores, vestido negro con brillantes, micro de oro en plan Midas, botas y 14 bailarinas comandadas por sus firmes pasos.
Sonido excelente, potente pero matizado, y temas no atropellados como en el caso de Rihanna, sino expuestos con parsimonia, como las propias piernas de la estrella, que tambi¨¦n mostr¨®, ya en la segunda parte, con escueto traje blanco. Y, por cierto, nada de bajones en los interludios como en anteriores shows. Todo el espect¨¢culo fue din¨¢mico, sin apenas respiros pero tampoco a velocidad megamix. Las piezas se un¨ªan, pero se pod¨ªan disfrutar, de la dulce Mine a Baby Boy y al latido jamaicano de Hold Up sin soluci¨®n de continuidad. Y para la vista unas nalgas batidas por el ritmo. Las de ella, la reina, mostr¨¢ndose de espaldas. Pobre Jay Z, a su lado una mascota, un Pescadilla junto a Lola.
Y la voz. Porque Beyonc¨¦ no s¨®lo bailaba, ya que se mostraba insultantemente segura, hasta el punto de marcarse una balada como Me, Myself And I sola ante la multitud, engrandecida m¨¢s por su registro vocal, negro, de horas de gospel y discos de soul, que por la propia enormidad de la pantalla. Y luego salto al Runnin' de Naughty Boy en versi¨®n reducida con una voz que hac¨ªa temblar el alma.
Menudo poder¨ªo, llevado de nuevo a Jamaica con All Night. Parec¨ªa que pod¨ªa cantarlo todo y hacerlo bien. Alimento para los o¨ªdos, gusto para los ojos, est¨ªmulos para el cuerpo. La multitud asombrada, en especial los que tras pagar una fortuna (1.200 euros) la ve¨ªan desde el mismo escenario, mientras actuaba con la naturalidad de quien canta a su hija cuando se despierta. Sin esfuerzo, sin alharacas, sin sobreactuaciones. Como quien respira.
De hecho, el concierto result¨® tan categ¨®rico que no se dir¨¢ que el p¨²blico no gritaba y mostraba su j¨²bilo aplaudiendo y silbando, pero hab¨ªa un algo de asombro que parec¨ªa cortarle, como temeroso a perderse alg¨²n detalle o a despertar de aquel manual de m¨²sica comercial negra para estadio, de rhythm and blues de bajos gordos hip-hoperos, pop, baladas, coreograf¨ªas y lustrosas piernas en danza. Es m¨¢s, pareci¨® que se grababa menos que otras veces, como si aquello no cupiese, que no lo hac¨ªa, en la peque?ez de un m¨ªsero m¨®vil.
Era chicle para los ojos y solo los ojos merec¨ªan mascar aquel espect¨¢culo m¨¢s sensual que sexual, a veces oscuro aunque asequible, enorme y a¨²n con todo sutil. Y, tras dos horas, Halo marc¨® el final tras una ¨²ltima parte con agua en el escenario secundario en Freedom y gui?o a Destiny¡¯s con Survivor. Solo falt¨® eso para aguar a sus competidoras y dar un ¨²ltimo chapuz¨®n a la multitud. Para pasmar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.