Actitud y melisma
Actuaciones dispares de Jos¨¦ Enrique Morente y Rancapino Chico y triunfos clamorosos de Pitingo y Farruquito
Las galas del pasado domingo y de anoche, lunes, del Festival Internacional del Cante de las Minas, reun¨ªan a varios v¨¢stagos herederos de estirpes flamencas, lo que, seg¨²n las circunstancias, puede ser una ventaja o un inconveniente, una pesada carga.
El domingo, precediendo la actuaci¨®n del flamenqu¨ªsimo Pitingo, actuaba en el hist¨®rico escenario unionense Jos¨¦ Enrique Morente, hijo del maestro granadino desparecido, Enrique Morente, y hermano de Estrella y anoche lo hacia Rancapino Chico, hijo de otro referente del buen cante gaditano y gitano. Por si fuera poco, al peque?o de los Morente lo acompa?aba a la guitarra Juan Habichuela Nieto, guitarrista extraordinario pese a su juventud, y anoche, tras el hijo de Rancapino, actu¨® Farruquito, miembro genial de una saga de artistas y bailaores, encabezada por su abuelo, el gran Antonio Montoya, Farruco. El joven Morente ya hab¨ªa actuado antes en este escenario, pero acompa?ando a su hermana Estrella, nunca en solitario o como protagonista, como ahora, de manera que la responsabilidad era grande.
Jos¨¦ Enrique Morente puede ser uno de esos ejemplos a los que la sombra del padre pesa mucho, y no siempre para bien. Aparte de exploraciones y colaboraciones con otras m¨²sicas, lo que el desaparecido Enrique Morente aport¨® al flamenco genuino, y que tanto ha influido en generaciones posteriores, fueron fundamentalmente dos cosas: los saltos (a veces sobresaltos) casi atonales en el leitmotiv mel¨®dico, y el repique melism¨¢tico. El melisma es lo que musicalmente distingue al flamenco, de lo contrario, algunos cantes poderosos, como los estilos mineros, interpretados de manera plana, podr¨ªan equipararse perfectamente al canto oper¨ªstico.
Cuando el abuso melism¨¢tico es natural, el cante se convierte en puro virtuosismo vocal, que es lo que se apreciaba y aplaud¨ªa popularmente d¨¦cadas atr¨¢s (nada del cante rancio, oscuro y hondo, que siempre fue cosa de minor¨ªas). En ese virtuosismo melism¨¢tico se encontraban muchos de los grandes de la ¨®pera flamenca y similares: Marchena, Valderrama o Antonio Molina, por ejemplo.
Pero desde Morente, esos modos musicales se han intelectualizado y se recrean, no como una naturalidad expresiva, no como un exhibicionismo de voz virtuosa, sino como un concepto. Es la impresi¨®n que da el joven Morente en el escenario, reproduciendo algunos tics de su padre. Jos¨¦ Enrique Morente, que tiene una bonita voz, sin renunciar al rico patrimonio paterno, tendr¨¢ que ir buscando su propio camino, los matices propios, y sin duda que lo conseguir¨¢.
En su actuaci¨®n se produjo, adem¨¢s, una situaci¨®n casi dram¨¢tica: lo acompa?aba a la guitarra Juan Habichuela Hijo, que desde su primer toque en solitario se gan¨® al p¨²blico con sus virtuosas manos. Y cada vez que introduc¨ªa una falseta, se le aplaud¨ªa a ¨¦l, que fue el gran triunfador frente al maestro al que acompa?aba.
Luego, en la segunda parte de la gala, apareci¨® Pitingo, y en un segundo ya se hab¨ªa metido al p¨²blico en el bolsillo. Pero no, no fue con sus versiones de canciones famosas ni con su g¨®spel ni con su souler¨ªas, como ¨¦l las llama, que todo eso vino despu¨¦s. Fue cantando por derecho una excelente sole¨¢, o haciendo el cupl¨¦ por buler¨ªas, entre otros palos flamencos.
Es un problema de actitud. Si el melisma es la mitad del flamenco, la otra mitad es la actitud. Y actitud es lo que tiene Pitingo, aunque cante sardanas, y lo que falta a otros. La actitud es una manera de atacar el cante, claro, pero tambi¨¦n una manera de estar en el escenario, una formar de ser, un car¨¢cter, lo que etimol¨®gicamente significa una ¨¦tica.
El baile, necesidad vital
En la jornada de ayer estaban programados el joven Rancapino Chico y Farruquito. Una gala que promet¨ªa emociones fuertes y que no defraud¨® al p¨²blico, que de nuevo llenaba el viejo mercado p¨²blico de La Uni¨®n.
Rancapino hizo una actuaci¨®n breve, consciente de que le tocaba el papel de telonero, de menos a m¨¢s, con tarantos, malague?as, tangos, fandangos... Luego, Farruquito, en el fin de fiesta, generosamente, lo invito al escenario para que cantara por buler¨ªas. La voz de Rancapino es opaca, sin mucho color, ese tipo de voces gitanas cortas y rozadas, rancias en el mejor sentido, pero tambi¨¦n poderosa cuando la deja ir. Una firme promesa para el futuro inmediato.
...Y Farruquito. El baile por necesidad, una manera de vivir. Pasar¨¢n muchos a?os antes de que aparezca en el panorama jondo un genio igual. Esta noche presentaba Improvisao, su ¨²ltimo espect¨¢culo, estrenado el a?o pasado, pero hubiese dado igual cualquier otro. De lo que se trata es de lo siguiente: suena la guitarra, el cante, sale Juan Fern¨¢ndez Montoya, Farruquito, y baila, por necesidad, porque no puede hacer otra cosa.
Al final de la actuaci¨®n, agarr¨® el micr¨®fono y, como tiene una cabeza bien amueblada, explico luminosamente qu¨¦ es para ellos lo improvisado. Y en resumen: es esa manera de reafirmarse, de afirmar la vida, de bailar jondo. Da igual que meta pasos de claqu¨¦ o del mism¨ªsimo Michael Jackson, al que tanto admira. En ¨¦l todo es flamenco, vindicaci¨®n del cuerpo en movimiento.
Frente a la danza cl¨¢sica, que se eleva, que tiene la ilusi¨®n de que no existe el cuerpo, de que somos solo esp¨ªritu, el baile jondo es una afirmaci¨®n de lo carnal, de la tierra apisonada con el taconeo. Eso es Farruquito, eso es todo. Y el p¨²blico lo despidi¨® con un clamor.
Babelia
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