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El director Mark Elder revela su secreto con la Orquesta Hall¨¦ de Manchester en el Festival Internacional de Santander
El ensayo previo a un concierto de m¨²sica cl¨¢sica suele ser un misterio, como el atelier de un artista o la libreta de un escritor. Unas veces parece sin¨®ptico y otras omn¨ªmodo. Pero siempre deja la sensaci¨®n de que todo es posible. Lo mejor y lo peor. Promet¨ªa mucho el concierto de Mark Elder (Hexham, Reino Unido, 1947) al frente de la Orquesta Hall¨¦ de Manchester en el Festival Internacional de Santander tras la prueba de sonido en la Sala Argenta. El director ingl¨¦s extrem¨® la din¨¢mica de la cuerda con sordina casi al final del famos¨ªsimo Largo de la Sinfon¨ªa del Nuevo Mundo, de Dvor¨¢k. Y la ¨¢rida ac¨²stica de la sala c¨¢ntabra pareci¨®, por un momento, de las mejores del planeta. ¡°Siempre que dirijo ese pasaje de Dvor¨¢k recuerdo una venerable enfermera negra acunando a un ni?o en sus brazos¡±, reconoci¨® a EL PA?S en su camerino antes del concierto. Estas poderosas im¨¢genes, como las del poema ¨¦pico La canci¨®n de Hiawatha, de Longfellow, que inspiraron a Dvor¨¢k, transforman el sonido de una orquesta: ¡°H¨¢ganse amigos de las notas y ver¨¢n c¨®mo emerge su significado¡±, suele decir a sus m¨²sicos.
El director ingl¨¦s ha revitalizado la Hall¨¦, una de las dos orquestas m¨¢s antiguas del Reino Unido, tras asumir su titularidad en 1999. ¡°Empezamos con muchas dificultades y tras una bancarrota, pero hemos trabajado duro¡±, asegura. Hoy es una de las formaciones m¨¢s respetadas de Gran Breta?a y dispone de un exitoso sello discogr¨¢fico propio. El secreto de una buena orquesta reside para Elder en la palabra ¡°¨ªmpetu¡± que no tiene f¨¢cil traducci¨®n inglesa: ¡°Los italianos tienen slancio, los franceses ¨¦lan y los alemanes Schwung, pero en ingl¨¦s daring resulta insuficiente¡±, asevera. Motiv¨® a la orquesta hasta subir la dosis de implicaci¨®n y los habitantes de Manchester descubrieron en la Hall¨¦ un coraz¨®n que lat¨ªa orgulloso en el pecho de sus m¨²sicos y no en la cabeza o en los dedos. ¡°El p¨²blico quiere escuchar algo especial y nosotros debemos arriesgarlo todo para hacer la m¨²sica mejor¡±, afirma. Elder echa de menos esa misma implicaci¨®n en la pol¨ªtica actual que califica de amateur. ¡°No tenemos l¨ªderes. Tan s¨®lo gente ambiciosa, pero no verdaderos estadistas. En mi pa¨ªs el Brexit ha sido un inmenso error y nadie ha pensado en lo que va a pasar ahora¡±, advierte.
El concierto de Hall¨¦ en Santander del pasado mi¨¦rcoles se abri¨® con un homenaje a Shakespeare en su 400 aniversario: la obertura sobre El rey Lear, de H¨¦ctor Berlioz. ¡°Me fascina la huella de Shakespeare en la m¨²sica del siglo XIX¡±, reconoce. Su versi¨®n fue intensamente dram¨¢tica, con poderosos retratos musicales de Lear y Cordelia, pero sin descuidar la tensi¨®n y la riqueza de planos sonoros que tiene la obra. ¡°La historia de esta composici¨®n de Berlioz en 1831 es tremenda, pero recuerdo vivamente mi impresi¨®n al visitar en Niza la Torre Bellanda, situada muy cerca del hoy infausto Paseo de los Ingleses, y leer la placa donde se conmemora que all¨ª la escribi¨®¡±, comenta.
En la segunda parte, la sinfon¨ªa de Dvor¨¢k fue narrativa y visual. ¡°Estoy ¨ªntimamente ligado a su m¨²sica pues he programado en mayo pasado un Festival Dvor¨¢k en Manchester y en febrero dirigir¨¦ Rusalka en el Met¡±, informa. El referido pasaje de la cuerda con sordina del Largo volvi¨® a ser m¨¢gico, con esos calderones que son como cortes en la respiraci¨®n. Hoy se piensa que quiz¨¢ represente la muerte de Minnehaha, la amada de Hiawatha, pues la m¨²sica de Dvor¨¢k parece alegre incluso cuando es tr¨¢gica, como reconoci¨® su compatriota Martinu. Esta ambig¨¹edad afecta incluso al t¨ªtulo de la obra, pues Nuevo Mundo es tambi¨¦n el barrio hom¨®nimo de su adorada Praga, que en su ¨¦poca era la salida natural de la ciudad. Al final, el primer contrabajo de la orquesta, el canario Roberto Carrillo Garc¨ªa, present¨® en perfecto castellano dos propinas inglesas como colof¨®n: la evocadora Salut d¡¯amour de Elgar y la ligera Knightsbridge March de Coates.
Pero hubo m¨¢s presencia espa?ola en la velada santanderina de la Hall¨¦. Al final de la primera parte, la violinista Leticia Moreno (Madrid, 1985) toc¨® como solista el Concierto para viol¨ªn en mi menor de Mendelssohn. Fue una brillante versi¨®n, llena precisamente de ¨ªmpetu y car¨¢cter, donde la violinista madrile?a exhibi¨® un bello sonido y un exquisito legato, a pesar de algunos desajustes en el fren¨¦tico movimiento final. Al d¨ªa siguiente su recital con piano como homenaje al centenario de la muerte de Granados tuvo el contratiempo del cambio de acompa?ante que se conoci¨® pocos d¨ªas atr¨¢s, el franc¨¦s Jonathan Gilad en lugar de la letona Lauma Skride. Moreno luci¨® un imponente dominio de la m¨²sica espa?ola de Falla, Turina y Granados, aunque apenas hubo qu¨ªmica con el pianista. Quiz¨¢ la excepci¨®n fue la Sonata de Debussy. Fueron dos brillantes m¨²sicos, pero separados por mares y desiertos.
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