Edith Wharton: de viaje con una escritora que cont¨® la Gran Guerra
Un libro de la primera autora que gan¨® un Premio Pulitzer recoge las ¡®Traves¨ªas por Espa?a, Francia Italia y el Mediterr¨¢neo¡¯ y los milagros cotidianos del mundo
Ser la primera en algo siempre ha tenido sus fortunas y sus condenas. Lo supo bien Edith Wharton (Nueva York, 1862 - Saint-Brice-sous-For¨ºt, 1937), la primera escritora que gan¨® el Premio Pulitzer, un doctorado Honoris Causa en la Universidad de Yale, una de las primeras mujeres en obtener la separaci¨®n de su marido ¡ªEdward Wharton, un bostoniano de buena familia¡ª y una de las primeras reporteras de guerra que utiliz¨® sus influencias de joven arist¨®crata para contar la Primera Guerra Mundial. A todo esto hay que a?adir otra experiencia nada desde?able: tener coche propio, algo inusual en la ¨¦poca. No conduc¨ªa, siempre iba con ch¨®fer, pero de esa po¨¦tica de la carretera da buena cuenta el volumen de cr¨®nicas Del viaje como arte. Traves¨ªas por Espa?a, Francia, Italia y el Mediterr¨¢neo, que acaba de publicar La l¨ªnea del horizonte, con edici¨®n de Teresa G¨®mez Reus. Se trata de una faceta menos conocida de la autora de La edad de la inocencia (1920) que, sin embargo, marc¨® profundamente su vida.
El viaje como proceso art¨ªstico estuvo presente desde sus primeros a?os, asociado tambi¨¦n a algunos de los hombres m¨¢s importantes de su existencia: ¡°Wharton estuvo interesada en la historia del arte y la arquitectura desde muy joven. Su padre ten¨ªa una buena biblioteca, donde ella se refugiaba de ni?a y adolescente. Reci¨¦n casada ley¨® mucho sobre el tema¡±, cuenta G¨®mez Reus, experta en la autora neoyorquina. Los ensayos de arquitectura de James Fergusson fueron tambi¨¦n un ¡°despertador¡± ¡ªen palabras de la propia escritora¡ª para su ¡°confuso pero persistente aprecio por la belleza de los edificios antiguos¡±, tal y como narra en su autobiograf¨ªa. Por ¨²ltimo, la amistad que trab¨® en Harvard con el profesor de arte Charles Eliot Norton y con el coleccionista Egerton Winthrop fueron igualmente esenciales en su formaci¨®n. ¡°Europa le brindaba esos tesoros art¨ªsticos y arquitect¨®nicos que no encontraba en su pa¨ªs natal. Viajar por Europa era una forma de casar dos de sus grandes pasiones: el viaje y la contemplaci¨®n de obras de arte¡±, sostiene G¨®mez Reus.
Engorro del ferrocarril
Las cr¨®nicas de Wharton se revelan ahora rabiosamente actuales pues anticipan, de alg¨²n modo, la po¨¦tica de la carretera que se afianzar¨ªa durante el siglo posterior: ¡°El autom¨®vil ha restablecido el encanto de viajar. Al liberarnos de las servidumbres y los engorros del ferrocarril (...), de la obligaci¨®n de acercarse a cada ciudad por esas zonas de fealdad y desolaci¨®n que el propio tren crea, el coche nos ha devuelto el asombro¡±, escribe la autora al comienzo del tercer cap¨ªtulo dedicado a sus viajes por Francia.
Wharton sab¨ªa qu¨¦ mirar. Del libro se desprende que su modo de viajar ten¨ªa algo de remota artesan¨ªa, como si al observar inaugurara ciertos lugares. De entre los muchos viajes que emprendi¨® quiz¨¢s el crucero a bordo del Vanadis en 1888, provista de abundantes libros de arte y hollando con su marido rutas poco transitadas de las islas del Egeo, Malta, Sicilia y el norte de ?frica, fue el m¨¢s decisivo de su vida. ¡°En el crucero del Vanadis eran j¨®venes, era una escapada preciosa y quiz¨¢ las contradicciones conyugales se aparcaron durante esas semanas. De todas formas, viajaban siempre con amigos y ella rodeada de libros. No hab¨ªa espacio para mucha intimidad¡±, explica G¨®mez Reus.
Sus rutas por Espa?a entre 1925 y 1930 abrochan este conjunto de cr¨®nicas. Arag¨®n, Jaca o Compostela fueron tres de las ciudades que la subyugaron, con sus ¡°iglesias susurrantes como bosques¡± o ¡°encastradas en el acantilado sobre el r¨ªo¡±.
A Espa?a viaj¨® en reiteradas ocasiones ¡ªen familia, con amigos y amores¡ª y siempre le choc¨® el contraste entre sus glorias art¨ªsticas y arquitect¨®nicas y el descuido de muchas poblaciones. ¡°Espa?a le fascinaba porque ten¨ªa algo rom¨¢ntico que las m¨¢s ordenadas Francia e Italia no ten¨ªan¡±, concluye G¨®mez Reus, profunda conocedora de una autora que dej¨® escrito una suerte de credo para cualquier ser humano: ¡°El mundo visible es un milagro cotidiano para quienes tienen ojos y o¨ªdos¡±.
En busca de experiencias trascendentes
El viaje cultural es una de las modalidades m¨¢s frecuentes en la actualidad: rutas literarias, fotogr¨¢ficas, pict¨®ricas o musicales son emprendidas con entusiasmo por los viajeros de todas las partes del mundo. "El viaje necesita adiestramiento previo y debe alimentarse previamente con lecturas. El viaje es un acto trascendente y no una mera huida de la rutina", afirma el fil¨®sofo suizo Alain de Botton en El arte de viajar, una de las obras contempor¨¢neas que ahondan en la idea del viaje de autor.
Edith Wharton ya preconizaba el viaje como fuente de belleza, de elevaci¨®n, de pura curiosidad. Un espacio que le abri¨® el autom¨®vil, como ella reconoc¨ªa.
La autora de La casa de la alegr¨ªa (1905) o Santuario (1903) ten¨ªa un coche al que llamaba cari?osamente George, homenajeando a otra escritora: George Sand.
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