La fuerza de la comunidad

Los trekkies tienen sobrados motivos para ser creyentes: en la trascendencia (de una mitolog¨ªa), en la resurrecci¨®n (de un universo), en la fuerza transformadora de una comunidad (de fans). Cuando los seguidores de la saga reaccionaron contra la cancelaci¨®n de la serie original en su tercera temporada, se sentaron las bases de un nuevo modelo de relaci¨®n entre el p¨²blico y la industria del espect¨¢culo que hoy ya no es excepci¨®n, sino moneda corriente. No es casual que la comunidad trekkie haya sido una de las m¨¢s activas en el ¨¢mbito de la fanfiction: para ellos, las creaciones de Gene Roddenberry no est¨¢n ah¨ª s¨®lo para ser reverenciadas, sino, tambi¨¦n, para ser objeto de apropiaci¨®n, de relectura personal¡­ J. J. Abrams entendi¨® a la perfecci¨®n todo este esp¨ªritu cuando se hizo cargo de la puesta al d¨ªa de una franquicia que nunca hab¨ªa llegado a morir del todo: a trav¨¦s de algo absolutamente consecuente con el esp¨ªritu de la serie original ¨Cun concepto de ciencia-ficci¨®n pura: la configuraci¨®n de una l¨ªnea temporal alternativa-, Abrams cre¨® el contexto ideal para armonizar invenci¨®n y respeto a las fuentes.

Tras las dos en¨¦rgicas, ingeniosas y elegantes pel¨ªculas que abrieron esta refundaci¨®n de la saga, Star Trek: M¨¢s all¨¢ marca un relevo que tiene su nota m¨¢s llamativa en la decisi¨®n de confiar la co-autor¨ªa del guion al actor Simon Pegg, que, aparte de encarnar a Scotty, parece decidido a dejar de ser uno de los talentos m¨¢s prometedores de la nueva comedia brit¨¢nica para pasar a ejercer de algo fastidioso actor/fan en todo tipo de franquicias. El modo en que Pegg afronta esta tercera entrega implica un cierto estrechamiento de la capacidad de sorpresa: s¨ª, se refuerzan las notas de humor (que alcanzan su pico en la rivalidad McCoy/Spock: por cierto, ?qu¨¦ bien canaliza Karl Urban la memoria de DeForest Kelley!), pero nada se aparta demasiado de las convenciones de un episodio mediano de la primera serie televisiva.

Con la destrucci¨®n y la reconstrucci¨®n de un icono ¨Cel Enterprise- como puntos clave en el ritual del reconocimiento, Justin Lin aplica a su direcci¨®n la tosquedad de quien acelera un coche tuneado: hay muchos momentos absolutamente ininteligibles que bloquean toda posibilidad de implicaci¨®n en el espectador. Star Trek: M¨¢s all¨¢ ¨Cpel¨ªcula que ritualiza una baja (Leonard Nimoy) y solo puede dar fe de otra en sus cr¨¦ditos finales (Anton Yelchin)- cumple, pero pierde carisma.