Escarabajos milenarios bajo las calles de C¨¢diz
Los subterr¨¢neos de la ciudad acogen cloacas romanas, pasadizos, enterramientos y laberintos defensivos
Bajo las luminosas plazas y callejuelas de C¨¢diz se oculta un submundo con kil¨®metros de galer¨ªas, cloacas romanas, pasadizos, enterramientos y laberintos defensivos usados para el contrabando que escarban en el pasado de esta ciudad milenaria. Un fascinante paseo cuyo acceso es intrincado y limitado pero que alberga posibilidades para abrir los ojos y so?ar despierto.
Unos peque?os escarabajos negros sin ojos son, quiz¨¢s, los testigos m¨¢s remotos. Es una especie que lleva bajo la tierra cerca de seis mil a?os, que se cre¨ªa extinta y ahora est¨¢ protegida. Sus patas dejan surcos por el suelo de lo que fue un recinto con actividad humana desde el siglo VIII antes de nuestra era. Son vidas del subsuelo de este istmo inexpugnable. Culturas en una oscuridad en la que pervive brillante la Historia, santuarios y leyendas. Est¨¢n ah¨ª, pero son profundidades muy poco exploradas y pr¨¢cticamente inaccesibles.
S¨ª se puede pasear por el yacimiento municipal Gadir, en el que trazados de calles, viviendas y utensilios del siglo IX antes de nuestra era ilustran un pasado que se complementa con huellas fosilizadas de animales y el fenicio Mattan, un hombre fallecido en un incendio originado en el siglo VI antes de Cristo. A unos metros de all¨ª, entre grandes sillares de piedra ostionera, compuestos por restos marinos de hace milenios, se mantiene en torno a las dos catedrales de C¨¢diz otro enterramiento fenicio, sepultado previsiblemente bajo ingentes cantidades de oro del que solo ha trascendido un anillo con dos supuestos delfines tallados y unos hilos de ese metal. Siete siglos despu¨¦s se forj¨® alrededor de este monumento funerario un lugar de sanaci¨®n dedicado a Apolo, Hygia y Esculapio, dioses relacionados con la salud.
¡°C¨¢diz es una ciudad que se fund¨® desde el Oriente, que trajo divinidades de la madre tierra, ct¨®nicas. Crearon en esa zona una incubatio, un lugar de vuelta al origen materno, una puerta al ultramundo¡±, detalla el profesor de la Universidad de C¨¢diz, Dar¨ªo Bernal. Con el devenir del tiempo se convirti¨® en el siglo XVI en un Palacio Episcopal que ha dado nombre al Yacimiento Arqueol¨®gico Casa del Obispo, un centro de 1.500 metros cuadrados abierto al p¨²blico en 2006 y cerrado desde hace dos a?os por disputas judiciales con el Ayuntamiento.
Tambi¨¦n est¨¢n clausuradas las entradas a las cloacas romanas, a las que se accede por edificios privados y algunas alcantarillas. El empresario y gestor de la Casa del Obispo, Germ¨¢n Garbarino, ha comprado una propiedad desde la que se baja a una de estas canalizaciones del siglo III a. C.
Ni?os esclavos
A seis metros y medio bajo tierra, con una humedad que empapa estando quieto y una evidente falta de ox¨ªgeno que impide respirar con normalidad, por un conducto se filtra el agua a trav¨¦s de la porosa roca. ¡°Por el tama?o de los picotazos se estima que la hicieron ni?os esclavos, lo corrobora la altura de los huecos para las lucernas¡±, dice mientras se?ala restos de humo negro. Sobre estas cloacas muestra adem¨¢s un aljibe del XVI cuya cobertura burdeos deja ver distintos niveles de agua. ¡°Los materiales eran cal y pigmentos de almagra que formaban una masa impermeable¡±, apunta Garbarino, que construye unas termas en este edificio junto al reci¨¦n inaugurado Teatro Romano, que es subterr¨¢neo.
No es todo. Bajo las murallas de la ciudad hay otro entramado de pasadizos construidos en el siglo XVII para atacar con p¨®lvora y mover a soldados bajo tierra. Son las minas y contraminas, conocidas popularmente como las cuevas de Mar¨ªa Moco, una m¨ªtica hechicera que viv¨ªa en estos t¨²neles a finales del XVIII y se com¨ªa a los ni?os que se le acercaran. Una leyenda que pudo ser contada a los chiquillos para que no curiosearan en estos peligrosos pasadizos, utilizados por contrabandistas para trajinar con la mercanc¨ªa.
Los accesos a estas construcciones abovedadas tambi¨¦n est¨¢n sellados. El espele¨®logo y empresario Eugenio Belgrano los ha podido recorrer desde ni?o y en su af¨¢n por lo subterr¨¢neo abri¨® al p¨²blico hace seis meses las Catacumbas del Beaterio, ubicadas en el centro de C¨¢diz y datadas en 1633, a las que se llega tras cruzar un pulcro patio blanco y bajar cinco metros de escaleras.
En las paredes a¨²n se ven las siluetas de lo que pudieron ser los pudrideros de los cad¨¢veres. ¡°Este espacio fue usado como refugio en la Guerra Civil y como posible centro de reuni¨®n de los caballeros de Rosacruz, vinculados con la masoner¨ªa¡±, asegura Belgrano mientras muestra una ilustraci¨®n marcada en la pared con simbolog¨ªa de la orden realizada supuestamente en el XVIII. ¡°Han venido a verlo muchos masones extranjeros y ahora un grupo de expertos la estudiar¨¢ en profundidad¡±, avanza Belgrano, que ha publicado un libro sobre el Pozo de la Jara, ubicado en el centro de la ciudad y utilizado seg¨²n sus estudios para cargar los barriles del segundo viaje a Am¨¦rica de Crist¨®bal Col¨®n.
Como es propio de lo oculto, de casi todo se dice, se cuenta, se cree¡ Est¨¢ pendiente a¨²n el estudio acad¨¦mico que confirme las teor¨ªas barajadas y tambi¨¦n la apuesta de las Administraciones por el valor de este brillante patrimonio del que de momento solo disfrutan los escarabajos milenarios.
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