La liviana festividad de Manu Chao revienta el Rototom
El franc¨¦s tiene bastante con vivir de rentas del pasado para lograr que el festival de 'reggae' de Benic¨¤ssim vibre
No, Manu Chao no tiene la culpa de todos los desmanes cometidos en los ¨²ltimos a?os en nombre del mestizaje sonoro que abander¨®. Suya no es la r¨²brica ¡ªni mucho menos¡ª que subraya tantas verbenas modernas, con la coartada del internacionalismo buenrrollista. Pero s¨ª es suya la responsabilidad de haberse estancado creativamente en un bucle del que ¡ªvisto lo visto en directo¡ª no necesita escapar, pero evidencia su incapacidad para regenerarse y salirse por la tangente por el camino menos predecible, pillando con el pie cambiado al personal.
La firma de los grandes creadores, vaya, en cuya n¨®mina se citan algunos de sus grandes referentes (Marley, Dylan, The Clash), esos artistas habilitados para trascender coyunturas y desdecirse de sus propios pasos cuando sus imitadores ya son legi¨®n. Partiendo de la base de que esta premisa seguramente le importe un comino a las cerca de 30.000 personas que anoche bailaron hasta derrengarse al son de sus canciones, su concierto fue irreprochable desde la ¨®ptica festivalera, aunque claramente insuficiente si de lo que se trata es de corroborar la grandeza de un m¨²sico que vive ce?ido a su propio estereotipo, y que lleva tres lustros sin entregar un trabajo medianamente relevante.
Sus conciertos al frente de La Ventura son una festiva invitaci¨®n a dejarse llevar por la patchanka que patent¨® al frente de Mano Negra y luego sublim¨® en sus dos primeros ¨¢lbumes en solitario, pero sin la frescura de entonces. Pese al irrenunciable derroche de calor¨ªas y a los golpes que el franc¨¦s se propina con el micro en el pecho. Cunde la sensaci¨®n ¡ªtristemente frecuente¡ª de que ejercen de banda de versiones de s¨ª mismos: no hay m¨¢s que ver c¨®mo destensan King Kong Five para fundirla con el Revolu??o, de Daniel Lan?a, c¨®mo remiten al Se fuerza la m¨¢quina, de Gato P¨¦rez a modo de reprise o c¨®mo acometen La Vida T¨®mbola, Bongo Bong o Rainin' in Paradize, adem¨¢s de otros cl¨¢sicos, someti¨¦ndolos siempre al mismo aceler¨®n y al mismo tratamiento de choque. De la cadencia cercana al reggae pasando al trote ska, aupado en trompeta y tromb¨®n, una y otra vez. Repitiendo la misma secuencia y asumiendo como propio el pi?¨®n fijo que se gastan tantos ¨¦mulos (tanto que hasta se agradeci¨® esa Bienvenido a Tijuana en clave ac¨²stica), en un concierto tan generoso en tiempo ¡ªdos horas¡ª como mon¨®tono en coloraciones.
La charanga festiva de Manu Chao fue, claro est¨¢, el motivo principal por el que el Rototom logr¨® anoche vender todas sus entradas, en una edici¨®n que ha vuelto a promediar m¨¢s de 25.000 espectadores diarios, y que ha contado a lo largo de esta semana con las actuaciones de Damian Marley o Macaco, entre otros. El hormigueo de gente, en medio de un ambiente familiar, fue anoche incesante en cualquiera de sus muchos escenarios, ya sean los dedicados al dub, al dancehall e incluso a la m¨²sica africana, por donde desfilaron los estupendos Fanta Cissokho Et Le Griots Du Temps, banda senegalesa que podr¨ªa inscribirse en una de las posibles v¨ªas de oxigenaci¨®n del festival en un futuro muy pr¨®ximo, tal y como han hecho en Pirineos Sur.
Los debates y conferencias en torno a cuestiones como los modelos de pol¨ªticas europeas, las patolog¨ªas sociales, el cambio clim¨¢tico, los delitos de odio o la deudocracia tambi¨¦n han formado parte de la abundante oferta paralela a la m¨²sica de un festival que se precia de su factor diferencial por no contar con patrocinadores para sus escenarios y no vender Coca Cola, pero destina la mayor cantidad de metros cuadrados nunca vista en un festival espa?ol al merchandising, en un sinf¨ªn de tiendas en las que el semblante de Bob Marley o la bandera tricolor pueden servir para vender desde mecheros a calzoncillos. Entre hoy y ma?ana cerrar¨¢ sus puertas con Junior Kelly y Max Romeo, dos veteranas leyendas del reggae, entre sus mayores reclamos.
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