Gustavo Bueno, genio y figura
El fil¨®sofo se encontraba c¨®modo en una dimensi¨®n pol¨¦mica y desmitificadora
La ¨²ltima vez que conversamos fue en el compostelano claustro de Fonseca. Con la noticia de su desaparici¨®n solamente dos d¨ªas despu¨¦s del fallecimiento de su esposa, Carmen S¨¢nchez, rememoro las palabras del maestro Gustavo Bueno paseando bajo los arcos p¨¦treos. Riojano de nacimiento y asturiano de adopci¨®n, estaba expectante en aquella ocasi¨®n con su peculiar Camino de Santiago que se inicia en Santo Domingo de la Calzada pero que no culmina en la catedral sino en la Universidad de Santiago (USC), como correspond¨ªa a un fil¨®sofo materialista ya de vuelta de una intensa trayectoria personal y acad¨¦mica.
Record¨® algunas cuestiones pendientes y muchas an¨¦cdotas de la vida pol¨ªtica, social y cultural de Oviedo, en cuya universidad profes¨® como catedr¨¢tico de Filosof¨ªa desde los a?os sesenta. Fue un observador c¨¢ustico de la Vetusta provinciana del ¨²ltimo franquismo pero, tambi¨¦n, personaje inquieto y comprometido con cualquier tipo de movilizaci¨®n: rescataba universitarios retenidos en comisar¨ªa por participar en manifestaciones no autorizadas o colaboraba para conseguir fondos para la caja de resistencia de alg¨²n sindicato en lucha, al mismo tiempo que destripaba en clase la hermen¨¦utica de Vita Beata o se convert¨ªa en el l¨¢tigo provocador que fustigaba a te¨®logos o, incluso, a conocidas colegas defensoras del nacionalismo astur.
Su capacidad cr¨ªtica se transformaba cualitativamente en las clases hasta el punto de que su fama pol¨¦mica daba paso a una magistral erudici¨®n para una rebosante asistencia de alumnos y oyentes. Yo fui uno de estos ¨²ltimos y, siendo ya profesor de Econom¨ªa en la USC, me desplazaba semanalmente a Oviedo durante un trimestre para asistir a seminarios de la Facultad de Filosof¨ªa en los que Gustavo Bueno impart¨ªa docencia sobre el estatuto cient¨ªfico del conocimiento desde el enfoque de la Teor¨ªa del Cierre Categorial, un hito en la historia del pensamiento filos¨®fico. Eran clases densas, rigurosas, pero no exentas de la socarroner¨ªa de don Gustavo.
Con maestr¨ªa docente, manten¨ªa el inter¨¦s del auditorio mezclando el temario te¨®rico con la presentaci¨®n de los art¨ªculos de El Basilisco, y todo adobado con consideraciones ir¨®nicas y desmitificadoras sobre colegas y referentes intocables de la izquierda. En aquel tiempo, las declaraciones de Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo o Alberto Card¨ªn, con los que manten¨ªa conocidos debates, eran objeto de la trituradora de don Gustavo. En nuestra conversaci¨®n, don Gustavo rememoraba estas an¨¦cdotas sin acritud e, incluso, con simpat¨ªa personal hacia quienes se convirtieron, en su momento, en dianas de sus observaciones cr¨ªticas.
Su fama popular se extendi¨® en los ¨²ltimos a?os a partir de sus apariciones televisivas y art¨ªculos en torno a Gran Hermano. Con su orwelliano impacto medi¨¢tico que se extiende con cada aparici¨®n en pantalla, Gustavo Bueno recupera esa dimensi¨®n m¨¢s pol¨¦mica y desmitificadora en la que se encontraba tan c¨®modo. Ante una sorprendida presentadora televisiva, don Gustavo denuncia los riesgos del oligopolio cat¨®dico y, de inmediato, inicia una reflexi¨®n comparativa entre religiones monote¨ªstas; es invitado pero, tambi¨¦n, jefe de ceremonias omnipresente que sube la cuota de pantalla ante su diatriba de los ¡°nuevos intelectuales como los viejos hechiceros¡± o se reafirma en la necesaria distinci¨®n metodol¨®gica entre ¡°chimpanc¨¦s calvinistas¡± versus ¡°monos cat¨®licos¡±.
¡°Fil¨®sofo de la boina¡±
A pesar de ser considerado uno de los fil¨®sofos m¨¢s importantes de la larga trayectoria de la historia del pensamiento desde los cl¨¢sicos, Gustavo Bueno no renunci¨® a la atribuci¨®n de ¡°fil¨®sofo de la boina¡± que le brindaron peyorativamente algunos de sus cr¨ªticos, aunque nada m¨¢s se aleja de su personalidad que ser tributaria de una visi¨®n esquem¨¢tica y simplista. Al contrario, en solo una sesi¨®n de seminario, el fil¨®sofo pod¨ªa referirse a la teor¨ªa antropol¨®gica de Marvin Harris, la vida privada de Karl Marx, la historia interna y externa en la obra de Stuart Mill, la velocidad del Jabal¨ª del Bierzo (apodo de un antiguo jugador del Oviedo) y las categor¨ªas de la Econom¨ªa Pol¨ªtica cl¨¢sica y neocl¨¢sica. No se trataba de un revolutum gratuito de mera erudici¨®n. En cambio, todo ten¨ªa sentido, era coherente, nada sobraba, en fin. Tras dos horas de disertaci¨®n se entend¨ªa mejor el tema planteado. Pero, eso s¨ª, dejaba a sus alumnos exhaustos y boquiabiertos.
Como boquiabiertos quedaron ¡ªseg¨²n nos cont¨® el mismo Gustavo Bueno¡ª los representantes de la Fundaci¨®n March cuando, en 1976, entrega los prolijos seis tomos de su Estatuto Gnoseol¨®gico de las Ciencias Humanas (quiz¨¢s su aportaci¨®n monumental y seminal a la historia del pensamiento universal) y solicita a los responsables de la fundaci¨®n que hicieran a la obra ¡°una lectura generosamente cr¨ªtica¡± (sic). Genio y figura.
Jos¨¦ Ram¨®n Garc¨ªa Men¨¦ndez es profesor de Econom¨ªa de la Universidad de Santiago de Compostela.
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