Mathilde Pom¨¨s, embajadora de la poes¨ªa espa?ola en Europa
La correspondencia de la hispanista francesa, que se expondr¨¢ en la Biblioteca Nacional, revela su papel esencial en la difusi¨®n internacional de grandes autores del siglo XX
Cuando la joven Mathilde Pom¨¨s ve¨ªa los Pirineos desde su casa, se preguntaba qu¨¦ hab¨ªa al otro lado. Nacida en 1886 en el pueblo de Lescurry, su curiosidad le impuls¨® a aprender espa?ol y a asistir cada verano, desde 1912, a unos cursos de verano en Burgos. All¨ª conoci¨® a escritores e intelectuales, entre ellos, un joven poeta, Pedro Salinas, que luego integr¨® la Generaci¨®n del 27. Su influencia como profesora de La Sorbona ¨Cfue la primera catedr¨¢tica de espa?ol en esa universidad¨C ayud¨® a que a Salinas le diesen all¨ª un puesto. Ese fue el primero de los muchos favores que, de manera desinteresada, hizo esta mujer a los grandes de la literatura espa?ola de la primera mitad del siglo XX. As¨ª lo demuestra el millar de cartas que acumul¨® de 160 figuras (Unamuno, Azor¨ªn, Falla, Turina, Machado, Aza?a, G¨®mez de la Serna, Gerardo Diego, Alberti, Jorge Guill¨¦n¡) y de las que una peque?a muestra, en torno a 40, pr¨¢cticamente todas in¨¦ditas, formar¨¢n parte de una exposici¨®n en la Biblioteca Nacional a partir del 30 de septiembre.
La comisaria de la exposici¨®n, Elisa Ruiz Garc¨ªa, catedr¨¢tica em¨¦rita de la Facultad de Geograf¨ªa e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, conoci¨® a Pom¨¨s por su marido, Manuel Sito Alba, que dirigi¨® la Biblioteca espa?ola de Par¨ªs. ¡°Ella no hab¨ªa tenido hijos y viv¨ªa en una residencia. La visit¨¢bamos, nos contaba cosas, le llev¨¢bamos fruta¡¡±. Ruiz cree que Pom¨¨s vio en ellos a los nietos que no hab¨ªa disfrutado, y quiz¨¢s fue la raz¨®n por la que un d¨ªa les anunci¨® que les regalaba las valiosas cartas que guardaba. Ruiz, nacida en 1937, se r¨ªe cuando dice que ahora se ve ¡°como Mathilde, mayor¡± y por ello ha donado a la Biblioteca Nacional las cartas de la hispanista y poeta, fallecida en 1977.
En esa correspondencia se aprecia su ¡°amistad profunda¡± con Manuel de Falla, al que hab¨ªa conocido en Granada. La hermana del m¨²sico se dirigi¨® a ella en febrero de 1930 para decirle que el autor de El amor brujo estaba con depresi¨®n; con Unamuno, ¡°el intelectual espa?ol que m¨¢s le impact¨®¡±, le confes¨® a la profesora Ruiz, y del que habr¨¢ en la exposici¨®n una foto dedicada a Pom¨¨s: ¡°Con un abrazo espiritual¡±. Tambi¨¦n, Baroja, Ortega y la Generaci¨®n del 27, ¡°con los que se entend¨ªa muy bien porque eran de la misma edad¡±. Unos j¨®venes que se alejan de algunos de sus predecesores, como le escribe Salinas en 1928: ¡°La vieja Azor¨ªn con sus rid¨ªculos intentos teatrales. Baroja viviendo de las sobras de su arte. Machado, digno, noble siempre, pero con ese aire remoto suyo¡±.
Los escritores espa?oles le enviaban sus poemas y manuscritos a esta mujer inteligente, de estatura media, pelo a lo gar?on y mirada penetrante. ¡°Ella los traduc¨ªa al franc¨¦s y escrib¨ªa art¨ªculos en Le Figaro, donde colaboraba, para darlos a conocer. Fue clave en su difusi¨®n en Par¨ªs, que entonces era la capital cultural del mundo. Si triunfabas all¨ª, pod¨ªas tener ¨¦xito mundial¡±. Ram¨®n G¨®mez de la Serna, del que verti¨® al franc¨¦s sus greguer¨ªas, la llam¨® ¡°mi querida y admirada hada madrina¡± en una de las 35 cartas que se conservan de ¨¦l, todas escritas en tinta roja. La triple condici¨®n de amiga, traductora y agente literaria llev¨® a Vicente Aleixandre a definirla como ¡°el verdadero c¨®nsul de la poes¨ªa espa?ola en Europa¡±. Muchos de ellos la visitaron en su casa de Par¨ªs, un cuarto piso en el que al entrar sol¨ªa haber un agradable olor a sopa de verduras.
Las misivas de Pom¨¨s conforman ¡°un fresco de la intelectualidad espa?ola entre los a?os 20 y los 50 del siglo XX, un periodo crucial, y en los textos hay referencias a la situaci¨®n literaria, social y pol¨ªtica¡±. El agradecimiento de la flor y nata de la poes¨ªa espa?ola a Pom¨¨s se reflej¨® en un homenaje al que ella acudi¨®, el 10 de abril de 1931, en un restaurante de Madrid. En la Biblioteca Nacional se mostrar¨¢ una foto de aquella comida, en la que los asistentes firmaron un tarjet¨®n en el que Lorca dibujo a una joven con una copa.
Sin embargo, en el archivo de Pom¨¨s hay un grupo de 55 cartas que tienen otra dimensi¨®n, m¨¢s emotiva, las de la esposa de Salinas, Margarita Bonmat¨ª (1883-1953). ¡°En ellas describe si ¨¦l est¨¢ animado, si escribe¡¡±. Un itinerario de primera mano de su producci¨®n, como certifica una misiva de 1931: ¡°Hay un cambio en su poes¨ªa, lo siento como busc¨¢ndose entre nieblas, pero no acertando a dar con la luz¡±. Bonmat¨ª le cuenta, un a?o despu¨¦s, la complicada vida pol¨ªtica espa?ola: ¡°Los mon¨¢rquicos, los extremistas y los comunistas han avanzado con una sola idea, destruir esta Rep¨²blica tan humana¡±.
Durante 30 a?os, Mathilde y Margarita forjaron una gran relaci¨®n. ¡°Aunque Margarita pertenec¨ªa a la alta burgues¨ªa, tuvo una vida dif¨ªcil, porque su marido conoci¨® en 1932 a una profesora estadounidense, Katherine Prue Reding, de la que se enamor¨®¡±. Cuando descubri¨® la infidelidad, quiso suicidarse arroj¨¢ndose al r¨ªo Tajo, pero fue salvada por alguien que pasaba por all¨ª. ¡°En la correspondencia posterior se aprecia, entre l¨ªneas, de manera delicada, su situaci¨®n dram¨¢tica¡±. Cuatro a?os despu¨¦s estalla la Guerra Civil, y Salinas, significado con la Rep¨²blica, est¨¢ con su mujer en Santander, donde dirig¨ªa los cursos de la Universidad Men¨¦ndez Pelayo, y con Mathilde. La francesa parte en un barco llegado a la capital c¨¢ntabra para evacuar a los extranjeros y se lleva a los dos hijos de los Salinas, que hace pasar por suyos, para sacarlos de Espa?a. El autor de La voz a ti debida se lo agradecer¨¢ en una carta en la que se muestra ¡°preocupad¨ªsimo y sin noticias de lo que ocurre¡± en el pa¨ªs. ?l y su esposa consiguieron abandonar Espa?a y partieron todos al exilio en Estados Unidos. ¡°El que es un poco honesto o civilizado se ha ido a la desbandada¡±, le cuenta Bonmat¨ª a su amiga.
La herida del exilio sigue abierta en 1950. Salinas escribe: ¡°Estoy resuelto a no pisar Espa?a mientras mande all¨ª ese y esa canalla¡±, pero a?ora su pa¨ªs y surge el miedo del desarraigo: ¡°Pienso a ratos: ?Qu¨¦ espa?ol hablo y escribo?¡±. La di¨¢spora que caus¨® la Guerra Civil diluy¨® poco a poco los contactos de Pom¨¨s con sus amigos escritores. A la profesora Ruiz le cuesta a¨²n hoy entender el embelesamiento que Mathilde Pom¨¨s tuvo por la cultura espa?ola, y del que da cuenta en una carta a Guill¨¦n: ¡°El verdadero clima de mi alma, yo lo he saboreado en Espa?a con una emoci¨®n y un amor indecibles¡±.
Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, vendedor de bordados
Entre las numerosas muestras de generosidad de la hispanista Mathilde Pom¨¦s hacia los escritores espa?oles, no solo las hab¨ªa literarias, sino que tambi¨¦n se preocupaba por aliviar sus aprietos econ¨®micos. El mejor ejemplo es Juan Ram¨®n Jim¨¦nez. El poeta encerrado en su creaci¨®n no ten¨ªa muchos ingresos, as¨ª que su esposa, Zenobia Camprub¨ª, decidi¨® abrir en Madrid ¡°una tienda de arte espa?ol, que vend¨ªa bordados, encajes, artesan¨ªa¡¡±, cuenta la profesora Elisa Ruiz. ¡°Mathilde les ayudaba enviando desde Francia materiales, como hilos de colores. Y, de vuelta, Zenobia le mandaba los productos elaborados para que ella los vendiese entre sus amistades de Par¨ªs¡±.
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