Francis Scott Fitzgerald reescribe su obra maestra
El gran Gatsby no se hubiese consagrado como una de las novelas m¨¢s importantes del siglo?XX de no haber interrumpido el autor sus vacaciones en la Costa Azul francesa
A diferencia de la mayor¨ªa de las personas, los escritores no suelen ser partidarios de tomarse vacaciones: a algunos, de hecho, esta posibilidad los aterra, inmersos como est¨¢n en una actividad que no parece demandarles ning¨²n esfuerzo, que se extiende durante d¨ªas y noches sin consideraci¨®n a los horarios y a las visiones consuetudinarias. Si escribir es como respirar (parecen decir los escritores), las vacaciones son una larga, potencialmente mortal, apnea.
En octubre de 1924, sin embargo, Francis Scott Fitzgerald necesitaba unas: desde hac¨ªa dos a?os, el escritor y su mujer viv¨ªan en lo que parec¨ªa una sucesi¨®n interminable de fiestas y borracheras que Fitzgerald financiaba escribiendo sin interrupci¨®n y casi siempre con resaca. A mediados de 1923 ten¨ªa escritas unas 18.000 palabras de una nueva novela que quer¨ªa llamar Trimalchio (Trimalci¨®n en espa?ol), en referencia al personaje del Satiric¨®n de Petronio que encarna la ostentaci¨®n y los excesos de los nuevos ricos: la novela iba a tratar de un joven sensible y so?ador que se hace de forma poco clara con un considerable patrimonio que dilapida a continuaci¨®n para impresionar a una joven.
¡°Quer¨ªa llamarla Trimalchio, pero todo el mundo estaba en contra, Zelda [su esposa] incluida¡±, record¨® a?os despu¨¦s el autor de A este lado del para¨ªso. En octubre de 1924 la novela estaba terminada, y Fitzgerald, que se la envi¨® de inmediato a su editor, el extraordinario Maxwell Perkins, crey¨® que hab¨ªa llegado el momento de unas vacaciones en Capri y Roma, tan lejos de los excesos no solamente laborales de los ¨²ltimos a?os como era posible.
Pero escritores y vacaciones sostienen, como se ha dicho, una relaci¨®n conflictiva, y Fitzgerald decidi¨® aparcar las suyas cuando recibi¨® los comentarios de su editor: para Perkins, Trimalchio ten¨ªa falencias, y Fitzgerald estuvo de acuerdo. El escritor y su familia ocupaban una vivienda en la localidad de?Juan-les-Pins, en la Riviera francesa; eran sus vacaciones, pero el autor se encerr¨® a someter el libro a una profunda reescritura: hizo cambios importantes en los cap¨ªtulos tres, cuatro, cinco, ocho y nueve, y reescribi¨® el seis y el siete. M¨¢s importante todav¨ªa, el autor prescindi¨® del t¨ªtulo que no le gustaba a nadie y le puso a la novela uno nuevo: a partir de entonces se llamar¨ªa El gran Gatsby.
Aprietos financieros
1. Nacido en Saint Paul (Minnesota) en septiembre de 1896 y fallecido en Los ?ngeles en diciembre de 1940, Francis Scott Fitzgerald tuvo una existencia intensa y breve, presidida principalmente por la permanente, acuciante necesidad de dinero. (En no menor medida, debido a un tren de vida inapropiado para un escritor).
2. "Dos a?os de desmayos y escupir sangre me han puesto a salvo de las preocupaciones f¨ªsicas, pero los aprietos financieros, si no se resuelven pronto, tendr¨¢n una influencia cada vez m¨¢s grande en mi trabajo", le escribi¨® a su editor en 1937.
3. Su desconcertante admiraci¨®n por los ricos no mejoraba las cosas, por supuesto. Adem¨¢s de El gran Gatsby, muchos otros de sus textos intentan abarcar un misterio que s¨®lo existi¨® para ¨¦l. Una an¨¦cdota ap¨®crifa hace a Fitzgerald decirle a Ernest Hemingway en el curso de una conversaci¨®n: "Los ricos son diferentes de nosotros". "S¨ª, ellos tienen m¨¢s dinero", habr¨ªa sido la respuesta, sard¨®nica, de ?Hemingway.
Fitzgerald ten¨ªa 29 a?os de edad: de todos los libros que hab¨ªa escrito e iba a escribir en los a?os siguientes, El gran Gatsby iba a ser considerado el m¨¢s importante, en no menor medida debido al modo en que su autor hab¨ªa logrado narrar el materialismo y los excesos de los a?os veinte del siglo pasado en Estados Unidos, una d¨¦cada en la que el curso favorable de la econom¨ªa hab¨ªa hecho que florecieran los personajes como Jay Gatsby, nuevos ricos dispuestos a olvidar un pasado de estrecheces.
Entre las muchas lecturas que pueden hacerse de El gran Gatsby, quiz¨¢ la m¨¢s acertada (y posiblemente la m¨¢s sensata, ya que hay otras que sostienen que el ¡°problema¡± de Jay Gatsby es que es jud¨ªo o negro) es la que concibe la obra como una novela acerca de la desilusi¨®n: su autor no lo sab¨ªa (no pod¨ªa saberlo), pero el optimismo de la d¨¦cada de 1920 y el convencimiento de que cualquiera pod¨ªa hacerse rico iban a transformarse en decepci¨®n y angustia cuando, tan s¨®lo cuatro a?os despu¨¦s de la publicaci¨®n de la novela, estallase la crisis econ¨®mica de 1929; Fitzgerald no pod¨ªa saberlo, pero lo hab¨ªa anticipado.
Si El gran Gatsby es una obra sobre la desilusi¨®n, tambi¨¦n lo es porque su autor no fue comprendido: las cr¨ªticas de la novela fueron mayoritariamente negativas, el libro no se vendi¨® mucho y una adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica muda que se estren¨® al a?o siguiente indign¨® al autor y a su esposa, que abandonaron el cine durante la proyecci¨®n. Fitzgerald pas¨® los siguientes 15 a?os batallando contra el alcoholismo y los productores de ?Hollywood, sosteniendo a una esposa a la que hab¨ªa tenido que encerrar en un manicomio y tratando de producir algo relevante para un p¨²blico que lo consideraba pasado de moda. Todo lo que suceder¨ªa con su libro, su consagraci¨®n como una de las novelas m¨¢s importantes del siglo XX, iba a ser posterior o p¨®stumo; pero lo que importa aqu¨ª es que ¡°la imaginaci¨®n prolongada de un mundo sincero y pese a ello radiante¡± que El gran Gatsby era para su autor no hubiese sido la misma de no haber interrumpido ¨¦ste sus vacaciones para corregir su obra maestra. No es el argumento m¨¢s convincente a favor del descanso anual, pero s¨ª a favor de la literatura concebida como una disciplina que no necesita vacaciones, que encuentra su descanso en s¨ª misma y en su ejercicio. El gran Gatsby tambi¨¦n trata de eso.
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