En torno a Joyce y otros demonios
No hay obra que alcance las cotas de inaccesibilidad, ilegibilidad e intraducibilidad de 'Finnegans Wake', que acaba de ser vertida al espa?ol completa por primera vez
En cuestiones de traducci¨®n literaria, uno de los casos l¨ªmite es sin duda el de James Joyce. Obras tempranas como Dublineses y El retrato del artista adolescente no suponen un reto mayor, salvo la necesidad de preservar las cualidades musicales, a veces asombrosamente elusivas, de la prosa. Por el contrario, el nivel de dificultad que presenta el Ulises raya en el paroxismo. La cuesti¨®n es problem¨¢tica: hay obras cuya universalidad, manifiesta desde el momento mismo de su aparici¨®n, hace necesario su traslado urgente a otras lenguas. Fue el caso del Quijote y, cuatro siglos despu¨¦s, del Ulises.
En cuanto al libro de Joyce, su extraordinaria dificultad arroja sobre ella el estigma de que estamos ante una obra no ya ilegible, sino virtualmente intraducible, juicio desmentido por el hecho de que no hay lengua literaria en el planeta a la que no se haya vertido el Ulises. Dos hechos que resaltar aqu¨ª: la necesidad de la traducci¨®n como operaci¨®n cultural pesa m¨¢s que su imposibilidad, supuesta o real.
En segundo lugar, el hecho de que ciertas obras literarias resulten inaccesibles para un n¨²mero ingente de lectores no disminuye un ¨¢pice su importancia. Tampoco est¨¢ al alcance de la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n entender el lenguaje especializado de la ciencia, lo cual no impide que dependamos de los avances que se dan en campos como la medicina o la astrof¨ªsica. El gusto no desempe?a aqu¨ª papel alguno (incluso Borges o Cervantes tienen sus detractores), la cuesti¨®n es otra. Como ocurre con ciertas manifestaciones art¨ªsticas o musicales, la considerable complejidad de un artefacto textual como el Ulises exige un elevado nivel de adiestramiento por parte de quien aspire a su disfrute est¨¦tico. Por otra parte, la dificultad inherente a ciertas obras literarias hace que resulte a veces in¨²til trasladarlas a otro idioma.
La dificultad inherente a ciertas obras literarias hace que resulte a veces in¨²til trasladarlas a otro idioma
Parad¨®jicamente, la calidad de la traducci¨®n no es un factor determinante. Hay veces (ocurri¨® con las primeras traducciones de Faulkner al castellano, la mayor¨ªa de un nivel ¨ªnfimo) en que la torpeza del traductor no logra destruir por completo la fuerza y belleza del original, que el lector llega a vislumbrar. En otros casos, el problema es casi el contrario. Algunos autores fundamentales en su ¨¢mbito ling¨¹¨ªstico originario no logran llegar a los lectores en otro idioma ni siquiera cuando est¨¢n bien traducidos. Es el caso de las versiones inglesas de los esperpentos de Valle-Incl¨¢n o Paradiso, la magistral novela de Lezama Lima. Lo idiosincr¨¢tico de la lengua literaria empleada por sus autores convierte a estas obras en objetos culturalmente intransferibles, fuera incluso del alcance de los lectores m¨¢s cultos. La excelente traducci¨®n de Paradiso al ingl¨¦s, realizada por Gregory Rabassa, no ha hecho mella alguna en el ¨¢mbito cultural anglosaj¨®n, al contrario que sus traducciones de Garc¨ªa M¨¢rquez. Con algunos escritores norteamericanos contempor¨¢neos clave, como Thomas Pynchon o David Foster Wallace, la cuesti¨®n puede llegar a alcanzar considerables niveles de complejidad. La traducci¨®n de algunas obras de estos y otros autores se aleja en ocasiones tanto de la textura del original que lo que tiene el lector en sus manos es otro libro, no solo muy inferior, sino distinto (recuerdo cierta versi¨®n atroz de La subasta del lote 49, de Pynchon).
El aura de prestigio que rodea a algunos autores (el caso de Foster Wallace, cuya tragedia personal ha hecho de ¨¦l una figura m¨ªtica, es particularmente relevante) minimiza el hecho de que la traducci¨®n al espa?ol de algunas de sus obras sea deficiente.
Por lo que a inaccesibilidad, ilegibilidad e intraducibilidad se refiere, no hay obra que alcance las cotas de Finnegans Wake, a la que Joyce dedic¨® 17 a?os, casi hasta el final de su vida. Este texto ejemplifica una circunstancia que se da en torno a ciertas obras notorias por su dificultad. La fascinaci¨®n por su car¨¢cter herm¨¦tico las convierte en objetos de veneraci¨®n. Hay webs dedicadas a los textos m¨¢s oscuros de Pynchon, Foster Wallace y Joyce, entre otros. La paradoja aqu¨ª es de otro signo: m¨¢s que de leerlos, se trata de preservar el aura de misterio que envuelve a los textos. M¨¢s paradojas: pese a ser intraducible, hay versiones de Finnegans Wake en franc¨¦s, turco, alem¨¢n, griego, coreano, polaco, portugu¨¦s, holand¨¦s, chino y, muy recientemente, en espa?ol (obra del argentino Marcelo Zabaloy).
Que ciertas obras resulten inaccesibles para un n¨²mero ingente de lectores no disminuye un ¨¢pice su importancia
En el mundo hay tan solo un libro m¨¢s inaccesible, ilegible, intraducible y, por tanto, m¨¢s enigm¨¢tico y fascinante a¨²n que Finnegans Wake: el c¨®dice Voynich, solo que queda fuera de los m¨¢rgenes de lo que entendemos por literatura, ya que los caracteres que integran su texto no corresponden a ning¨²n idioma conocido. Cuando salga a la venta clonado por Silo¨¦, se vender¨¢ al precio medio de 7.500 euros el ejemplar, lo cual le confiere un sesgo distinto al t¨¦rmino inaccesible. Teniendo en cuenta que no se sabe si los signos textuales corresponden a alg¨²n lenguaje natural o inventado, no es posible leerlo ni traducirlo. Quien se pueda permitir su adquisici¨®n (numerosas bibliotecas se han mostrado interesadas), se tendr¨¢ que conformar con contemplarlo.
Eduardo Lago coordinar¨¢ una traducci¨®n panhisp¨¢nica de Ulises bajo los auspicios del Instituto Caro y Cuervo
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