La orilla de la poes¨ªa
La revista 'Litoral' cumple 90 a?os al socaire de los grandes nombres del verso
Navegar la poes¨ªa al abordaje de la vanguardia. Con ese prop¨®sito Manuel Altolaguirre y Emilio Prados se enrolaron en la aventura de una revista como barco que cumple 90 a?os. La Imprenta Sur de M¨¢laga fue su astillero. Entre vigas blancas y azules, cartas marinas, salvavidas, m¨²sica de Falla y sus compadres de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza se emborracharon de versos junto con un aprendiz manco y tipos tan duros como Elzeviriano, Baskerville y Bodoni. El primer n¨²mero zarp¨® en 1926 con un pez azul mediterr¨¢neo de Manuel ?ngeles Ortiz, saltando la ola en la portada en la que poco despu¨¦s Garc¨ªa Lorca enmarc¨® uno de sus primeros dibujos: un marinero con una rosa en el coraz¨®n y la palabra amor escrita en la gorra. Litoral, el nombre bautizado por Alberti, empezaba a ser la nave va del 27. Tiempo despu¨¦s su tercer director, Lorenzo Saval, cre¨® el sello personal de tatuarlos en collage en cada n¨²mero impreso.
Trasatl¨¢nticos, cl¨ªpers, veleros, cargados con seductores intr¨¦pidos, sirenas de Degas y fauna No¨¦ de todo pelaje. Barcos en la ensenada de una taza de caf¨¦ o navegando de bolina en mares imposibles, pero todav¨ªa no toca llegar a esa parte de la singladura de Litoral. Desde el comienzo, el cuaderno de bit¨¢cora estuvo claro: textos in¨¦ditos, monogr¨¢ficos, ilustraciones de Juan Gris, Benjam¨ªn Palencia, Bores y Dal¨ª entre otros contempor¨¢neos, y suplementos como Tiempo, de Prados o Perfil del aire, de Luis Cernuda. Siete n¨²meros en un a?o de ¨¦xito ¡ªen el que se dec¨ªa que los poetas del 27 escrib¨ªan en Madrid y publicaban en M¨¢laga¡ª, que termin¨® encallando en un proyecto surrealista de Jos¨¦ Mar¨ªa Hinojosa, incorporado a la direcci¨®n en 1928 y tambi¨¦n por la dispersi¨®n de los amigos bajo los vientos de la II Rep¨²blica y sus aventuras personales.
La guerra no entiende de poes¨ªa. Su ¨²nica vanguardia es el campo de batalla y, al igual que muchos de los intelectuales y artistas del desgarro, la revista se convirti¨® en su exilio mexicano en una conciencia cultural que emprende en 1944 una nueva traves¨ªa. Otra vez al tim¨®n Prados y Altolaguirre, junto con Francisco Giner de los R¨ªos y Juan Rejano. A bordo, las voces del destierro: Max Aub y Le¨®n Felipe. Un soplo de viento que dur¨® poco entre la amargura del ostracismo y aquella Espa?a de los sargazos. Hubo que esperar a 1968 para que Jos¨¦ Mar¨ªa Amado, tambi¨¦n poeta y disc¨ªpulo de Bergam¨ªn, pusiese en marcha la antigua Monopole de la Imprenta Sur y Litoral renaciese a toda proa con homenajes a Alberti y a Machado, con textos de Aleixandre y Miguel Hern¨¢ndez, y de la nueva mariner¨ªa de la generaci¨®n del 50: Valente, Caballero Bonald, F¨¦lix Grande, Molina Foix. Los nombres de la posguerra, la ¨¦tica y lo social, la poes¨ªa de ?ngel Gonz¨¢lez y de Gil de Biedma, cuyos ecos de renovaci¨®n siguen vigentes.
Relaci¨®n epistolar
A veces, un grumete alcanza el grado de capit¨¢n. Le sucedi¨® al joven chileno Lorenzo Saval, el sobrino nieto de Emilio Prados que entr¨® en la revista de la mano del pintor Dar¨ªo Carmona para atender la relaci¨®n epistolar con los suscriptores en 1975. En las oficinas de Torremolinos aprendi¨® pronto a hacer un mundo de cada revista, y no tard¨® mucho Amado en aprobar que lo sustituyese en el puente de mando. Lo primero que hizo fue encargarse de crear las portadas como una forma de identidad. As¨ª nacieron los barcos, todos los barcos, adem¨¢s de sus aviadoras a pecho descubierto, sus faros de islas a la deriva, los ¨¢ngeles Shelley en descapotables azules y otras criaturas y fabulaciones que tambi¨¦n han sido portadas de libros y escenograf¨ªas para las giras de Serrat, de Miguel R¨ªos y de Sabina. Las atrayentes sirenas de su traves¨ªa que nunca lo demoran de seguir marinando, al socaire de su compa?era Mar¨ªa Jos¨¦ Amado, firme el pairo de Litoral contra las olas de una financiaci¨®n siempre tormentosa. C¨¦sar Vallejo, Mar¨ªa Zambrano, Felipe Ben¨ªtez Reyes, Luis Alberto de Cuenca, Antonio Jim¨¦nez Mill¨¢n, Garc¨ªa Montero, Juan Cruz, Luis Landero, Maruja Mallo, Eugenio Granell, Enrique Brinkmann, Juan B¨¦jar, pintores, fot¨®grafos y narradores, bajo las portadas en collage del capit¨¢n Saval, surcando las aguas del cine, del arte epistolar, de la ciencia, de la ciudad, de los museos, del arte de volar o de escribir la luz. Libros n¨¢uticos, reconocidos en 2005 con la Medalla de Bellas Artes. El ¨²ltimo es el monogr¨¢fico del verano dedicado a Rafael P¨¦rez Estrada. Un homenaje al brillante e inclasificable autor malague?o, mientras en la sala de m¨¢quinas se prepara la celebraci¨®n en oto?o del 90 cumplea?os en un tren Litoral.
Rafael P¨¦rez Estrada y la conciencia de la libertad en el acto creativo
Fabulador Cunqueiro y gentleman Cavafis con corbata y un p¨¢jaro acomodado como pa?uelo en el bolsillo de la chaqueta, impecablemente azul. As¨ª era Rafael P¨¦rez Estrada. El mago, como le nombra Antonio Soler en varias de sus novelas, que desat¨® las reglas de los g¨¦neros literarios como un proceso de revoluci¨®n consustancial al mismo escritor, seg¨²n se?ala el poeta y coordinador del n¨²mero Ruiz Noguera, al comienzo de las 300 p¨¢ginas con recuerdos de amigos, textos y dibujos in¨¦ditos del candidato eterno al Nacional de Poes¨ªa y en sus ¨²ltimos a?os al Pr¨ªncipe de Asturias.
Nunca los consigui¨®. Su obra transgred¨ªa las etiquetas, las fronteras, incluso las coordenadas de su propio mundo dionis¨ªaco, barroco y pl¨¢stico. Bestiario de Livermoore, Diario de un tiempo dif¨ªcil, El ladr¨®n de atardeceres, El muchacho amarillo, son algunos de los libros en los que este maestro origami de la palabra, histri¨®nico y brillante, la convierte en aforismos, en microrrelatos, en espejismos de un poema. P¨¦rez Estrada siempre defendi¨® que la excelencia literaria est¨¢ en el lenguaje y que el acto creativo es una conciencia de la libertad, una actitud est¨¦tica y juego con la vida. A los 16 a?os de la muerte de este escritor mediterr¨¢neo de vocaci¨®n, Litoral flet¨® este barco a la hora inglesa del mar. El horizonte de tiempo que se divisa en la calle malague?a que lleva su nombre.
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