¡°Cantar no es gritar¡±
Hombre de voz extraordinaria, Ant¨®nio Zambujo se ha convertido en el gran renovador de la m¨²sica portuguesa
Lo observo a distancia, mientras desciendo por la Rua das Gaveas bajo el sol ardiente que ha castigado este verano a los lisboetas, poco acostumbrados al calor sin tregua. Lo veo fum¨¢ndose un cigarrillo, haciendo tiempo entre la comida y nuestro encuentro, y siento una emoci¨®n juvenil por encontrarme con alguien que me ha proporcionado esos momentos de alegr¨ªa ¨ªntima que solo la m¨²sica provoca. Ant¨®nio Zambujo, atractivo, de mirada dulce y voz extraordinaria, es el joven que ha renovado la m¨²sica portuguesa, algo parecido a lo que representara Joao Gilberto para la bossa nova o Chet Baker en el jazz. Ha sido bendecido por Caetano Veloso: "La voz de Zambujo produce escalofr¨ªos y hace llorar". En Espa?a tiene un p¨²blico fiel pero a¨²n no tan numeroso como en Europa o Brasil, lo que deber¨ªa hacernos reflexionar sobre la extra?a lejan¨ªa entre vecinos. Portugal es destino tur¨ªstico de numerosos espa?oles, pero todav¨ªa nos cuesta rendirnos a su lengua, que tanta riqueza cultural contiene. Lo pienso un poco avergonzada en este peque?o estudio del Bairro Alto, cuando al celebrarle el buen castellano, me comenta con desarmante naturalidad, "natural, cuando era estudiante viajaba mucho a Espa?a".
Lo cierto es que quien escucha a Ant¨®nio acude con devoci¨®n a sus conciertos, como al ¨²ltimo que dio en los Teatros del Canal de Madrid en junio, sufriendo por no poder ver a Portugal en un partido de la Eurocopa, pero feliz al comprobar que ya llena un gran teatro en nuestro pa¨ªs. Su m¨²sica, fusi¨®n delicad¨ªsima del fado, los ritmos caboverdianos, la bossa nova y el jazz, posee tanto amor a las ra¨ªces como cosmopolitismo, algo habitual en el temperamento portugu¨¦s.
¡ª"Una gran ventaja para m¨ª es ser del Alentejo, una regi¨®n donde la cultura se vive de manera pr¨¢ctica; no es algo de lo que se hable en abstracto, sino que se cultiva, se hereda. Mi abuela me ense?aba canciones tradicionales y yo, ya con 5 a?os, me pegaba a los hombres de los coros alentejanos que cantaban en una taberna cerca de casa, hombres mayores, muchos de ellos jubilados. Yo trataba de acercarme cada vez un poco m¨¢s hasta que me subieron a un taburete y me dejaron cantar. Luego mis padres me mandaron al Conservatorio para que tuviera una formaci¨®n cl¨¢sica. Pero mi manera de interpretar ha ido cambiando porque me gusta dejarme influir. Recuerdo cuando me vine a Lisboa hace 16 a?os, contratado para un musical sobre Am¨¢lia Rodrigues, y escuch¨¦ de pronto un disco de Joao Gilberto. Mi vida cambi¨®, pens¨¦, 'yo quiero cantar como ¨¦l". Igual me pas¨® con Chet Baker, el hombre que le ense?¨® al mundo que cantar no es gritar, que la voz sirve para contar historias, no para hacer una exhibici¨®n de virtuosismo. Y luego llegaron Tom Waits, Caetano Veloso o Elis Regina. A m¨ª me gusta valorar la palabra cuando canto, y tengo la suerte de ser de un pa¨ªs de grandes letristas y de sentirlos muy cerca. Yo me grabo en el iPhone una nueva melod¨ªa a la guitarra, y a partir de ah¨ª todo rueda. Fue Am¨¢lia Rodrigues la que comenz¨® a introducir novedades en nuestra m¨²sica, cant¨® a los letristas de fado pero tambi¨¦n se atrevi¨® con los cl¨¢sicos. Y a m¨ª me gusta ese atrevimiento de provocar cierto caos, sin romper de manera radical con las ra¨ªces pero dej¨¢ndome modelar por lo que me apasiona. S¨¦ de d¨®nde vengo, pero tambi¨¦n cu¨¢nto he cambiado... A veces me preguntan c¨®mo me definir¨ªa o en qu¨¦ secci¨®n de m¨²sica deber¨ªan estar mis discos. No lo s¨¦, ni me preocupa".
A?ade con una sonrisa: "Soy un cantante portugu¨¦s".
Justa definici¨®n para un hombre elegante, culto, humilde, cosmopolita. Muy portugu¨¦s. Escuchen su concierto en vivo en el Coliseo dos Recreios en Lisboa. Presiento que ser¨¢ un flechazo.
Babelia
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